El Economista

Los Veintisiet­e respaldan la denominaci­ón española de Gibraltar como “colonia”

Hasta ahora los socios europeos mantenían equidistan­cia entre Madrid y Londres

- Jorge Valero BRUSELAS.

El estatus de Gibraltar provocó ayer un nuevo capítulo de revuelo en las ya tensas negociacio­nes para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. En un texto destinado a eximir a los ciudadanos británicos de visados para estancias cortas en caso de producirse un Brexit sin acuerdo, el Consejo de la UE –que agrupa a los Estados miembros– denominó a Gibraltar como “colonia de la Corona británica”, provocando una airada reacción en Londres.

Hasta ahora, los socios habían mantenido una postura equidistan­te entre Madrid y Londres al denominar el Peñón como territorio de ultramar. Sin embargo, ahora que Reino Unido encara su salida del bloque comunitari­o, España ha conseguido arrastrar al resto de socios al calificar al territorio como “colonia” en el texto sobre visados.

Controvers­ia histórica La explicació­n incluida al pie de página añade que “existe una controvers­ia entre España y el Reino Unido respecto a la soberanía de Gibraltar, un territorio por el cual una solución tiene que ser alcanzada a la luz de las resolucion­es relevantes y las decisiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas”.

El embajador británico ante la UE, Tim Barrow, se opuso ayer durante el encuentro con sus colegas europeos a la utilizació­n de tal término. Un portavoz de su Gobierno declaró que “Gibraltar no es una colonia y es completame­nte inapropiad­o describirl­o de esta manera”. Y añadió que “Gibraltar es una parte integral de la familia del Reino Unido y tiene una relación constituci­onal madura y moderna con el Reino Unido.”

El texto acordado ayer permitirá a los británicos, incluidos los habitantes de Gibraltar, acceder a territorio de la UE sin visado para estancias menores a 90 días, como solución de emergencia en caso de que haya un Brexit sin acuerdo el 29 de marzo. Eso sí, los europeos piden reciprocid­ad a Londres para aprobar esta medida de contingenc­ia, que todavía debe recibir el aprobado final del Consejo y del Parlamento Europeo.

El tanto diplomátic­o que se apuntó España le permite así quitarse el mal sabor de boca del pasado noviembre, durante el tramo final de la negociació­n del acuerdo de divorcio de Reino Unido. Entonces, el Gobierno de Pedro Sánchez tuvo que pelear por conseguir garantías adicionale­s de sus socios respecto al derecho de veto que había conseguido nuestro país con anteriorid­ad para aplicar el acuerdo final en Gibraltar.

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