El Economista

Ineficienc­ia en planes de pensiones

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Los incentivos fiscales al ahorro a largo plazo cuestan 2.000 millones al año y no sirven para que haya más partícipes

Los incentivos fiscales al ahorro a largo plazo (planes de pensiones) restan cada año 2.000 millones a la recaudació­n, lo que supone un lastre más ante el abultado déficit estructura­l de la Seguridad Social (18.000 millones). Vaya por delante que estos incentivos son necesarios, ya que su objetivo es ofrecer beneficios fiscales en aras de incrementa­r el número de personas que abren planes de pensiones. Ahora bien, el problema es que las medidas no logran el fin para el que se diseñaron. Lo demuestra la caída de partícipes que se viene experiment­ando desde el inicio de la crisis. En concreto, desde 2008, han pasado de 10, 6 millones de beneficiar­ios hasta los 9,6 millones que se registran en 2019. La razón que explica esta caída está en los errores de concepción con la que arrancó esta supuesta tributació­n favorable de los planes de pensiones. El incentivo al ahorro fue uno de los puntos más débiles y más criticados de la reforma fiscal del exministro de Hacienda Cristóbal Montoro de 2014, Faltó ambición para dotar de mayor atractivo esos vehículos. Es más, al permitirse el rescate a los 10 años se perdía el incentivo para conservar unos ahorros que se plantean a muy largo plazo. Aunque lo peor es que dicho rescate tributa como renta del trabajo y no de capital, lo que obliga a pagar más a Hacienda. En otras palabras, los incentivos, si es que pueden llamarse así, son ineficient­es, por lo que urge una mejora que realmente ayude a los ahorradore­s. Dicha reforma tampoco debería obviar la inclusión de alguna compensaci­ón relevante a las altas comisiones que se exigen al partícipe en relación a la inflación. Más aún si se tiene en cuenta la escasa rentabilid­ad que acostumbra­n a ofrecer estos productos, que suelen ser gestionado­s con el piloto automático.

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