El Economista

El ejemplo que el cine español ofrece

- R. P. O. CORREO ELECTRÓNIC­O

Érase una vez un país cuyas películas giraban casi siempre en torno a los mismos temas. Unos films iban sobre una guerra interna ocurrida hacía unas cuantas décadas y otros eran comedias casposas que hacía también décadas que habían dejado de hacer gracia. Solo unos pocos eran capaces de mostrar al respetable un producto diferente que era capaz de atravesar fronteras. Hoy en día esa industria del cine de ese país exporta buena parte de sus produccion­es, acapara (u opta) a importante­s premios en los Festivales más prestigios­os y, además, consigue llegar las salas de cine con sus películas. Como habrán adivinado ese cine del que estoy hablando es el español. A nadie extraña que en la actualidad las produccion­es de Bayona, Almodóvar, arrasen por el mundo. Tampoco sorprende la existencia películas como Celda 211, El Reino, Te doy mis ojos, El laberinto del fauno, La isla mínima, o El Maquinista. Pero todas y cada una de estas cintas hubieran sido imposibles de tan siquiera imaginar hace poco más de dos décadas. Lo mismo ocurre con la televisión, con series que se venden a cientos de países (La casa de papel, por ejemplo). ¿Se imaginan a los chinos viendo Farmacia de Guardia o Los ladrones van a la oficina? Este cambio radical que el cine español ha dado en los últimos años es, además, remarcable ya que se ha producido en un periodo en el que la industria del espectácul­o a nivel global sufrió (y sufre) las descargas digitales ilegales. Por todo ello, resulta alabable que este gremio, normalment­e denostado por la derecha debido a su cercanía al PSOE y al comunismo, haya sabido reinventar­se a tiempo. Si no lo hubieran hecho, mucho me temo que ahora habría una industria menos en nuestro país. Lo único que falta ahora es que el estigma de españolada­s, que algunos todavía consideran que existe, desaparezc­a y acudan en masas a los cines a ver un producto que está a la altura de cualquier superprodu­cción de Hollywood. Solo así se podrá segurar el futuro de una industria que ha dado un ejemplo de transforma­ción que muchos otros sectores económicos deberían afrontar. Para ello solo deben tener en cuenta una cosa: el cliente. Si se vende un producto acorde a sus exigencias se triunfa.

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