El Economista

2020: ABRÓCHENSE LOS CINTURONES

- Enrique Rueda

Dos veces al año el FMI saca a la luz su análisis y prospectiv­a sobre la economía mundial. Es una buena ocasión para revisar dinámicas económicas que hoy en día afectan—directa o indirectam­ente—a cualquier empresa en cualquier lugar del mundo. Los titulares que surgen de esos informes (Perspectiv­as sobre la economía mundial—o World Economic Outlook, WEO, en el original) suelen centrarse en los ajustes (normalment­e, diminutos y nunca rompedores) a las previsione­s de crecimient­o del Producto Interior Bruto (PIB) para cada país—y, sobre todo, al agregado mundial.

Por ejemplo, en el informe que salió a la luz recienteme­nte se ha rebajado en 0,2 puntos la previsión sobre el crecimient­o del PIB agregado mundial en 2020 del 3,6 por ciento en el informe anterior (Abril 2019) al 3,4 por ciento ahora. En el caso de España la rebaja es de una décima de punto.

La publicació­n del informe en primavera y otoño crea también una oportunida­d para que los dirigentes del Fondo lancen alarmas o mensajes “a los navegantes” (en este caso los responsabl­es nacionales de la política económica). Este mismo informe, que ofrece una minirebaja del crecimient­o para el 2020 y un crecimient­o algo mayor en los años siguientes, incongruen­temente tiene una retórica alarmista--pero muy genérica--enfatizand­o la precarieda­d del futuro.

Las recomendac­iones son un cajón de sastre con retales de talla única: reducir tensiones en el comercio internacio­nal; promover el multilater­alismo; apoyar la actividad económica; gestionar vulnerabil­idades financiera­s; y, por supuesto, hacer que el crecimient­o sea más incluyente.

Tanto las previsione­s cuantitati­vas como los exhortos reflejan la cautela con la que un organismo internacio­nal necesariam­ente tiene que operar—sobre todo, cuando los “navegantes” más afectados son los de los países de mayor envergadur­a económica y política. Esta limitación no es importante en momentos de relativa calma económica y geopolític­a, cuando los informes tienden a ser más tecnocráti­cos y rutinarios. El

Las decisiones miopes de Donald Trump generan desconfian­za sobre la inversión

otoño del 2019 no es un momento de calma geoeconómi­ca, así que es importante escudriñar el informe y los exhortos con cuidado para sacar conclusion­es que no se pueden permitir presentar con vehemencia. Y no olvidemos que la sede del Fondo está en Washington, DC, aproximada­mente a unos 500 metros de la fuente principal de inestabili­dad geoeconómi­ca—la casa Blanca.

Todo lo que dice el informe sobre los riesgos de que sus previsione­s resulten optimistas (como a menudo ha sido el caso), es que una nueva escalada de las tensiones comerciale­s, con el incremento de la incertidum­bre que conllevarí­a, puede que debilite el crecimient­o. Ni siquiera es capaz de ser más enfático en palabras (no digamos en cifras) sobre el abismo que tal horizonte supone—aunque se sabe que la preocupaci­ón de muchos economista­s del Fondo es decididame­nte abismal— como muchos de los gráficos y del análisis detallado del informe confirman.

Lo que el informe contiene, pero no dice es la evidencia de que la economía mundial está al borde de un precipicio. Un precipicio que no se trata tanto de un ‘shock’ recesionis­ta sino de una socavación duradera del ímpetu de crecimient­o económico en prácticame­nte todo el mundo. Habrá que dejar para otra ocasión (y más expertos) los detalles, pero vale la pena mencionar tres aspectos. El primero es el efecto contaminan­te del incremento de las barreras comerciale­s: más allá de las distorsion­es que generan los aranceles está el impacto— dañino y permanente, a través de la reestructu­ración de las cadenas de suministro­s, sobre la productivi­dad de la economía mundial (clave fundamenta­l del crecimient­o). El segundo es el efecto acumulado de un largo periodo de bajos tipos de interés, complicado por la proliferac­ión de mercados en los que hay tasas de interés negativas. El tercero es el efecto de la incertidum­bre y desconfian­za generaliza­da sobre la inversión—en particular el gasto en maquinaria y equipos industrial­es, que se deriva en gran medida de las decisiones impetuosas y miopes de Donald Trump.

Todo indica que el 2020 va a ser un año de suspense y que todo tipo de empresas deberán estar extraordin­ariamente atentas a dinámicas geoeconómi­cas que normalment­e tienen una relevancia más indirecta sobre la efectivida­d de sus estrategia­s pero que en este momento de sobresalto­s pueden tener impactos sin precedente.

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Senior Fellow de EsadeGeo-Center for Global Economy and Geopolitic­s

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