2020: ABRÓCHENSE LOS CINTURONES
Dos veces al año el FMI saca a la luz su análisis y prospectiva sobre la economía mundial. Es una buena ocasión para revisar dinámicas económicas que hoy en día afectan—directa o indirectamente—a cualquier empresa en cualquier lugar del mundo. Los titulares que surgen de esos informes (Perspectivas sobre la economía mundial—o World Economic Outlook, WEO, en el original) suelen centrarse en los ajustes (normalmente, diminutos y nunca rompedores) a las previsiones de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) para cada país—y, sobre todo, al agregado mundial.
Por ejemplo, en el informe que salió a la luz recientemente se ha rebajado en 0,2 puntos la previsión sobre el crecimiento del PIB agregado mundial en 2020 del 3,6 por ciento en el informe anterior (Abril 2019) al 3,4 por ciento ahora. En el caso de España la rebaja es de una décima de punto.
La publicación del informe en primavera y otoño crea también una oportunidad para que los dirigentes del Fondo lancen alarmas o mensajes “a los navegantes” (en este caso los responsables nacionales de la política económica). Este mismo informe, que ofrece una minirebaja del crecimiento para el 2020 y un crecimiento algo mayor en los años siguientes, incongruentemente tiene una retórica alarmista--pero muy genérica--enfatizando la precariedad del futuro.
Las recomendaciones son un cajón de sastre con retales de talla única: reducir tensiones en el comercio internacional; promover el multilateralismo; apoyar la actividad económica; gestionar vulnerabilidades financieras; y, por supuesto, hacer que el crecimiento sea más incluyente.
Tanto las previsiones cuantitativas como los exhortos reflejan la cautela con la que un organismo internacional necesariamente tiene que operar—sobre todo, cuando los “navegantes” más afectados son los de los países de mayor envergadura económica y política. Esta limitación no es importante en momentos de relativa calma económica y geopolítica, cuando los informes tienden a ser más tecnocráticos y rutinarios. El
Las decisiones miopes de Donald Trump generan desconfianza sobre la inversión
otoño del 2019 no es un momento de calma geoeconómica, así que es importante escudriñar el informe y los exhortos con cuidado para sacar conclusiones que no se pueden permitir presentar con vehemencia. Y no olvidemos que la sede del Fondo está en Washington, DC, aproximadamente a unos 500 metros de la fuente principal de inestabilidad geoeconómica—la casa Blanca.
Todo lo que dice el informe sobre los riesgos de que sus previsiones resulten optimistas (como a menudo ha sido el caso), es que una nueva escalada de las tensiones comerciales, con el incremento de la incertidumbre que conllevaría, puede que debilite el crecimiento. Ni siquiera es capaz de ser más enfático en palabras (no digamos en cifras) sobre el abismo que tal horizonte supone—aunque se sabe que la preocupación de muchos economistas del Fondo es decididamente abismal— como muchos de los gráficos y del análisis detallado del informe confirman.
Lo que el informe contiene, pero no dice es la evidencia de que la economía mundial está al borde de un precipicio. Un precipicio que no se trata tanto de un ‘shock’ recesionista sino de una socavación duradera del ímpetu de crecimiento económico en prácticamente todo el mundo. Habrá que dejar para otra ocasión (y más expertos) los detalles, pero vale la pena mencionar tres aspectos. El primero es el efecto contaminante del incremento de las barreras comerciales: más allá de las distorsiones que generan los aranceles está el impacto— dañino y permanente, a través de la reestructuración de las cadenas de suministros, sobre la productividad de la economía mundial (clave fundamental del crecimiento). El segundo es el efecto acumulado de un largo periodo de bajos tipos de interés, complicado por la proliferación de mercados en los que hay tasas de interés negativas. El tercero es el efecto de la incertidumbre y desconfianza generalizada sobre la inversión—en particular el gasto en maquinaria y equipos industriales, que se deriva en gran medida de las decisiones impetuosas y miopes de Donald Trump.
Todo indica que el 2020 va a ser un año de suspense y que todo tipo de empresas deberán estar extraordinariamente atentas a dinámicas geoeconómicas que normalmente tienen una relevancia más indirecta sobre la efectividad de sus estrategias pero que en este momento de sobresaltos pueden tener impactos sin precedente.