El mundo está loco, loco, loco, y de remate añado

El mundo está loco, loco, loco es una comedia dirigida por Stanley Kramer en 1963. El título de la cinta (que curiosamente es el mismo que en la versión original) hace alusión a los protagonistas de la misma que se vuelven literalmente locos al enterarse del escondite secreto de un inmenso botín de dólares. Pues bien, dicha película sirve para ilustrar cómo considero que esta el mundo en la actualidad. Y no lo digo por nuestros “queridos” políticos que, con sus cambios de rumbo e ideas, parecen estar de la cabeza. Me refieron a políticos sí, pero a los de fuera de España. En concreto, me vienen a la cabeza nombres ilustres de locos como Donald Trump, Vladimir Putin o Xi Jinping. Es cierto que hay otros muchos, léase Nicolás Maduro o la mayoría de los dirigentes de África), a los que la cordura también les abandonó (eso si la tuvieron alguna vez) hace años. Pero quiere destacar a Trump, Xi y Putin por ser los señores que dirigen las superpotencias mundiales y económicas, en el caso de EEUU y China. La pasada semana Xi Jinping dio grandes muestras de su escasez de cordura al descubirse los campos de concentración (léase también entrenamientos o como se les quiera llamar) a los que manda a los chinos que no comulgan con las ideas que, se supone, debe tener un chino de bien. Hechos como el descrito dejan a las claras que, por mucho que quieran negarlo, China es un país con un loco dictador al frente. Lo mismo ocurre con Putin, que no se cuantas leyes ha tenido que cambiar para seguir siendo presidente de Rusia, sin olvidar las extrañas desapariciones (léase envenenamientos) de cualquiera que ose llevar la contrario al loco que dicta los designios de la madre Rusia. Y qué quieren que les diga sobre Trump. La realidad es que no está a la altura de sus dos homólogos (tampoco de muchos otros). Pero ha dado fehacientes muestras de que sus decisiones no se rigen precisamente por una elevada cordura. El problema es que esta panda de locos es la que dirige el mundo y la que tiene en sus manos unos cuantos botones que con solo pulsarlos podrían mandar el mundo al carajo. La verdad, me da mucho miedo que el mundo esté en manos de unos locos, locos, locos, pero locos de remate.