Arreglar el futuro desde el momento presente
Cuando se habla de cambio climático y juventud, se suele mirar al futuro y centrar el debate en lo que queda por llegar y los desastres que podríamos llegar a evitar. Pero no tiene sentido mirar siempre hacia delante sin reparar en la situación actual, subestimando la gravedad del momento en que vivimos.
En el último siglo, el ritmo de desaparición de especies ha aumentado 100 veces. El agotamiento de los suelos ha destruido un tercio de las tierras cultivables del planeta. Solo en el año 2017, casi nueve millones de personas murieron por enfermedades relacionadas con cuestiones climáticas (contaminación de aire y aguas, riesgos ocupacionales derivados del cambio climático, entre otras…), según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La fotografía actual es desoladora y necesitamos hablar de nuestro modelo de producción y nuestros hábitos de consumo. Actualmente agotamos los recursos de la Tierra 1,5 veces más rápido de lo que esta es capaz de reponerlos.
Nuestro modelo de crecimiento económico parece atascado en una eterna adolescencia, donde consumimos sin parar y crecemos sin freno, a la vez que basamos la mayor parte de su análisis en el Producto Interior Bruto (PIB), un indicador que poco tiene que ver con el bienestar de las personas.
Nuevo paradigma Necesitamos encontrar un nuevo paradigma que nos permita desligar el crecimiento económico de las emisiones de gases de efecto invernadero, que desasocie el Producto Interior Bruto del gasto energético y, en definitiva, que alcance un nuevo compromiso de producción y consumo sostenible para poder mirar al futuro con solidez y esperanza. Hablar de juventud y de cambio climático es hablar de justicia.
No podemos seguir permitiendo que, como señala la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la juventud sea la más afectada y la que menos peso tiene en la elaboración de políticas ambientales.