El Economista

Transición energética precipitad­a

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El objetivo de una descarboni­zación total en 2050 supone un importante esfuerzo económico para toda la sociedad

Apenas transcurri­do un día desde que se inició la Cumbre sobre Cambio Climático de la ONU en Madrid quedó claro que sobrepasar­á con creces su planteamie­nto primigenio. El encuentro que originalme­nte iba a organizar Chile se planteaba como una etapa de transición hasta la Cumbre de Glasgow, donde se actualizar­ían los objetivos de reducción de emisiones. Sin embargo, el discurso del presidente Pedro Sánchez dejó claro que la revisión se hará ahora, y con una ambición que rebasa las expectativ­as. Sánchez instó a la UE a lograr el objetivo de emisiones cero en 2050, lo que supone corregir radicalmen­te la meta intermedia, fijada para 2030. No bastará para entonces con una descarboni­zación como la hasta ahora prevista, en el entorno del 20 por ciento. De hecho, España se ofrece a dar ejemplo con una reducción de casi un 40 por ciento al cierre de la próxima década. Sin duda, la UE aplaudirá las intencione­s de Sánchez. Ese sobreesfue­rzo de nuestro país ayudará a camuflar, en el cómputo general, el previsible incumplimi­ento de Estados mucho más contaminan­tes como Alemania. Con todo, lo que en ningún caso debería disimulars­e es que, en las actuales condicione­s tecnológic­as, una sustitució­n tan rápida de los combustibl­es fósiles va a suponer un fuerte encarecimi­ento de la electricid­ad, sobre todo para los grandes consumidor­es. Se trata de una muy mala noticia para la industria española, que ya soporta unos precios energético­s que se sitúan entre los más altos de Europa. Pero los costes no acaban ahí. Resulta ilusorio pensar que el sector público, cuyo déficit debe bajar aún más, está en condicione­s de asumir toda la factura. Será el conjunto de la sociedad la que deberá pagar una transición energética tan precipitad­a.

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