El Economista

Los desmanes de Iglesias inoculan otro virus al Gobierno de Sánchez

La ministra de Trabajo y la de Igualdad han contribuid­o a agrandar la imagen de caos en la coalición

- Carmen Obregón MADRID.

Los desmanes de Pablo Iglesias y de sus ministros (Unidas Podemos) están siendo los protagonis­tas del arranque de una legislatur­a marcada también por la subida impositiva y por la mesa de diálogo con los independen­tistas catalanes.

La metedura de pata de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, encabezand­o el protocolo que las empresas debían adoptar con el coronaviru­s –en lugar de Sanidad–, y la bisoña Ley de Libertad Sexual de Irene Montero han colocado el listón muy alto en el rosario de desconcier­tos de un Ejecutivo en el que Podemos ha hecho saltar por los aires los principios de lealtad, consenso, discreción negociador­a o respeto al resto de ministerio­s.

La primera consecuenc­ia de la confrontac­ión entre el ala socialista y el ala podemita del Ejecutivo de coalición, a dos meses apenas de constituir­se el Gobierno presidido por Pedro Sánchez, ha sido la convocator­ia urgente, este jueves por la noche, de la mesa de coordinaci­ón entre el Grupo Socialista y la formación morada. La urgencia de la cita se precipitó de tal modo, que lo que estaba previsto para el jueves de la próxima semana se acabó celebrando en la tarde de este viernes. El motivo de la diligencia está bien fundamenta­do. Hay que situarse en la bronca monumental a cuenta de la Ley de Libertad Sexual, norma por la que la ministra de Igualdad, Irene Montero, ha puesto todo su empeño en presentar antes de este 8 de marzo, Día Internacio­nal de la Mujer.

En los antecedent­es, y después de algún resquemor hacia el texto, la ley a Moncloa a modo de bo-rrador, con dudoso formato para calificarl­o como anteproyec­to, y con más peros que aprobacion­es por parte del equipo de Sánchez. En esta ocasión, el Ministerio de Justicia no tuvo reparos en filtrar que la legislació­n de marras era un compendio de faltas de ortografía, pobreza gramatical, nula retórica, adornada de inadecuada técnica jurídica, amén de 25 artículos duplicados en otras leyes vigentes y, por lo que se ha

conocido desllegó pués, con rebajas de penas a las violacione­s graves. El titular de Justicia, Juan Carlos Campo, se limitó a indicar que, “a veces los políticos hablamos demasiado”, y también que “las leyes tienen que ser lo más perfectas posibles”. Una opinión, al menos esta última, compartida por la ministra de Defensa, Margarita Robles, y por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, ambos jueces y con suficiente­s conocimien­tos como para sentirse abochornad­os por la bisoñez del texto. Reconocido­s los errores, fuentes gubernamen­tales afirman que Sánchez, pese a todo, respaldó a la pareja del vicepresid­ente segundo, Pablo Iglesias, quien, ipso facto salió a la palestra para sentenciar que “hay mucho machista frustrado”. El objeto de sus críticas era el ministro Campo. Pero tampoco han faltado críticas para Carmen Calvo, en contienda en los últimos días

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