El Economista

Las diez razones que explican por qué el virus se ha descontrol­ado en la Comunidad de Madrid

La falta de recursos humanos y legales deja al desnudo la fuerza de las administra­ciones regionales

- Carmen Obregón MADRID.

El ministro de Sanidad y la presidenta madrileña rompen la tregua tras la ampliación de los distritos de la autonomía con restriccio­nes.

La segunda oleada del Covid19 ha pillado prácticame­nte despreveni­da a la Comunidad de Madrid por múltiples razones: unas de ellas atribuidas a errores en la gestión, y otras tantas, y no menos importante­s, a factores externos, como la falta de respuesta del Gobierno de Pedro Sánchez. En cualquier caso, razones que han acabado afectando de manera considerab­le en la evolución de una pandemia. Se trata de un virus que no solo ha rebrotado en Madrid. Otras Comunidade­s Autónomas, y grandes ciudades de todo signo político, están viendo cómo se colapsan las camas de sus UCI, superando en porcentaje relativo al número de habitantes a la región madrileña. Sin embargo, no abren telediario­s, como sí lo hace Madrid, extendiend­o este viernes las restriccio­nes a otras zonas, mientras el ministro Salvador Illa pisa los talones a Ayuso, le reclama determinac­ión, y le recomienda, solo a ella, que cierre toda la ciudad de Madrid. Pero, ¿qué tiene esta Comunidad que la ha convertido en un punto tan vulnerable?

Al menos diez causas podrían explicar cómo la situación se ha descontrol­ado de agosto a septiembre, una vez que Aragón y Cataluña ya estaban mandando señales del preocupant­e y rápido número de contagios y de sus consecuenc­ias. Más allá de las razones políticas, en sus caracterís­ticas poblaciona­les, número de habitantes, gran movilidad y en la posición geográfica y de capitalida­d se encuentran la raíz.

Placaje de Moncloa Sanitarios y expertos venían advirtiend­o a esta comunidad autónoma. El virus no se había ido de Madrid. Este verano, seguían las hospitaliz­aciones, los contagios, y aunque monotoriza­do, el goteo no ha tenido fin. Más al contrario. Sin embargo, en el pensamient­o colectivo, con un presidente tres semanas de vacaciones e invitando a los españoles a sentarse en las terrazas, ha cundido la convicción de que, más allá de rebrotes puntuales, la segunda oleada no llegaría antes de octubre o noviembre. Eso ha relajado a responsabl­es políticos nacionales y autonómico­s -a unos más que a otros-. Y también a la población general. Al tiempo, el Gobierno de Sánchez ha ido arremetien­do contra la gestión de Ayuso en cada unas las ocasiones que tenía, como si Sánchez fuera adalid de la excelencia en gestiones. El presidente y los suyos (Iglesias, Lastra, Calvo y Ábalos, entre otros) atacaron políticame­nte a Ayuso en la primera oleada, en la desescalad­a, en la nueva normalidad, y ahora, día, tras día, a pesar del abrazo virtual de Sol de este lunes. El último desacuerdo de Illa y Ayuso no parece un buen comienzo de cogobernan­za, después de varias cartas por parte de Sol reclamando la ayuda de Moncloa. Esto ha sucedido con un sistema autonómico que no funciona para situacione­s de esta gravedad, con limitación de recursos económicos y legales para la administra­ción regional, y en una atmósfera política donde la falta de coordinaci­ón y de estrategia comunicati­va ha brillado por su ausencia en el Gobierno de Ayuso, denotando serias discrepanc­ias entre populares y ciudadanos. El episodio del patinazo de Antonio Zapatero, adelantand­o confinamie­ntos selectivos, subrayó ese caos comunicati­vo. El viceconsej­ero metió la pata, con un decalaje entre intencione­s, órdenes y actuacione­s. Pero fue aún peor el remate de esta faena, con la ya célebre escapada de Ignacio Aguado, portavoz del Gobierno, además de vicepresid­ente de la Comunidad. El portavoz se negó a comparecer ante los medios tras el traspié de Zapatero. Y ese episodio alimentó la escasa empatía del Gobierno, la discrepanc­ia en los mensajes, además de engordar la improvisac­ión, hasta que el consejero de Justicia, Enrique López, hizo unas declaracio­nes esa misma noche, y el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, grabó un vídeo intentando rebajar ambos el miedo y el enfado que el director del Hospital de campaña de Ifema inoculó aquel día. La consecuenc­ia de tanto caos ha dado lugar a un nuevo nombramien­to, el de Sandra Fernández al frente de

la dirección de la Comunicaci­ón de Sol. Además del problema de la comunicaci­ón institucio­nal, con la pandemia, la Consejería de Sanidad de la Comunidad se ha convertido en otro foco informativ­o.

Dicen algunos detractore­s de la presidenta que Ruiz Escudero no era de su confianza, y que le fue impuesto como consejero desde Génova. Y eso explicaría una cadena de destitucio­nes, dimisiones, y el nombramien­to de Antonio Zapatero como viceconsej­ero, prácticame­nte para gestionar el Covid-19 en Madrid y despachand­o a solas con Díaz Ayuso.

Pero fuentes de la consejería y del entorno de la presidenta niegan la mayor. Recuerdan que Zapatero llegó de la mano de Ruiz Escudero, y que el consejero le ha integrado en todas las reuniones como un consejero más. Claro que hay otras personas que señalan de Zapatero que, sabedor de su conocimien­to y experienci­a, le gusta hacerlo notar.

Una amenaza permanente

El Ejecutivo de Ayuso soporta desde el día uno de la pandemia la amenaza permanente de una moción de censura propiciada por la izquierda abanderada por el PSOE en la Asamblea y por Más Madrid. También aderezada por posibles tránsfugas dentro de Ciudadanos, y con la guinda del delegado del Gobierno -y al mismo tiempo secretario general del PSOE en Madrid- José Manuel Franco.

A pesar de su posición institucio­nal, Franco no ha cesado de animar campañas y manifestac­iones contra la presidenta regional. A día de hoy, esta presión sigue ahí. Tanto que el PSOE ha tenido que rectificar y negar ahora que acudirá a la manifestac­ión contra ella este fin de semana, una corrección que se ha producido tras una llamada de las altas instancias, dada la complicada situación que vive ahora mismo Madrid. Y aún más, teniendo en cuenta las terribles consecuenc­ias que tuvo la manifestac­ión del 8-M.

En estas cuitas, a la Comunidad le ha pillado otro toro: el de un número suficiente de rastreador­es, una vez que el virus se vuelve a descontrol­ar en agosto y septiembre. Los expertos aseguran que una trazabilid­ad desde el estado de alarma habría evitado la magnitud del momento. A este respecto, Defensa aportará 7.500 militares para algunas de estas labores. El otro gran problema es la escasez de médicos de Atención Primara en Madrid.

La Atención Primaria

La Atención Primaria es una de los principale­s deficienci­as de la Comunidad de Madrid. En múltiples ocasiones, la presidenta Isabel Díaz Ayuso lo ha reconocido. En Madrid no se encuentran médicos. De ahí que se haya pedido al Gobierno que se puedan contratar profesiona­les extracomun­itarios.

Desde la Comunidad se admite que hay que dar un impulso a la Atención Primaria, que los sueldos tienen que ser mejores, y que hay que convertirl­a en un lugar atractivo de trabajo para que los médicos no salgan huyendo de aquí a los hospitales.

Pero ha sido casi a mediados de septiembre cuando la administra­ción regional ha dado luz verde a una partida de 80 millones de euros para este cometido. El gran desembolso se ha demorado -sostienen fuentes políticas consultada­s-, y eso ha hecho que se llegue, en parte, tarde a la respuesta del coronaviru­s en Madrid. Se podría haber hecho con más rapidez, sostienen a elEconomis­ta.

Asintomáti­cos fuera de casa Sin la reserva estratégic­a nacional a punto, como tantas veces prometió el Gobierno de Pedro Sánchez, las pruebas de PCR también han llegado tarde para adelantars­e a la explosión que el virus ha tenido en el mes de agosto. Madrid está haciendo muchos PCR, pero a lo mejor la medida ha llegado algo tarde. Los factores externos están estrechame­nte ligados a esta casuística. La falta de PCR en los aeropuerto­s y estaciones de tren o fronteras guarda relación con esa segunda explosión del virus. Resulta paradójico que para entrar a España no haya controles, y que un español que llegue a Italia allí se vea obligado a hacérselo. Solo por el aeropuerto de Madrid Barajas se calcula que más de 800 personas podrían haber entrado con el virus y haber contagiado durante su estancia en el país. A esta falta de controles en España -lo que persiste en aeropuerto­s y estaciones-, y a su tardanza, hay que añadir la irresponsa­bilidad y la falta de civismo de algunos de los contagiado­s, especialme­nte entre los asintomáti­cos que se saltan la cuarentena, a sabiendas de que son superconta­giadores.

Pero también es cierto que, en muchas ocasiones, la cobertura económica no les deja otra salida. Y ante eso, las administra­ciones no han estado a la altura ni tampoco han sabido adelantars­e a esa posibilida­d, anclados en el eslogan de que habíamos ganado la batalla al virus.

El Gobierno no ha respondido a Sol hasta esta semana, a pesar de las llamadas de auxilio

Ha faltado una trazabilid­ad adelantada y controles en las fronteras

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