REVULSIVO ECONÓMICO PARA EUROPA Y ESPAÑA
La pandemia del Covid-19 ha afectado a todos los continentes del mundo incluido Europa. En Europa se esperaba que en verano remitieran los contagios, sin embargo no ha sido así, especialmente en nuestro país. Los repuntes en nuestro territorio nos llevan a ser los peores, sin embargo todo indica que en breve la situación española puede extenderse sobre el resto de países. Se comienza a hablar, no solo en nuestro país de restricciones de movilidad, cuarentenas e incluso confinamientos.
Los confinamientos son esa pesadilla económica que ha deteriorado todas las economías europeas. Paralelamente a la pandemia sanitaria, corre pareja la económica tan preocupante como la primera. Desde este punto de vista, el agravamiento de la situación vírica es susceptible de empeorar aún más el destrozo. No es baladí ni exagerada esta última afirmación: la llegada del otoño y con él la gripe común, puede tener consecuencias para las comatosas economías europeas. Muchas de ellas están en una situación que se asemeja a la de una confrontación bélica; un agravamiento tendría efectos de bomba nuclear, continuando con el lenguaje militar. Hemos visto las caídas de actividad económica en todos los países europeos, con España y Reino Unido encabezando el triste ranking de la lista de recesiones en el continente. Imagínense las consecuencias de una fuerte recaída cuando aún no nos hemos recuperado de los tremendos desplomes. Es imposible hacer predicciones pues todo está condicionado por el virus, su extensión, vacunas, fármacos…, imposible introducirlo en modelos predictivos económicos. Nadie ve una recuperación en forma de V. Los que pensábamos en la asimetría de la misma parece que acertamos; puede incluso que esa asimetría se parezca más a la temida L, en el caso español. Se pospone hasta 2021 un repunte de actividad que dinamice las economías lo suficiente, pero ya parece que para volver a los niveles que teníamos antes del virus esperaremos hasta 2023. Será una recuperación con crecimientos exiguos y muy desiguales entre los países europeos y especialmente en los de la Unión Europea.
Además es posible que aún no estemos viendo en toda su extensión, solo parcialmente, el problema. Hasta el momento los efectos se han dejado notar en la economía real, no tanto en el sector crediticio, en los bancos. Los bancos en las crisis de economía real van por detrás, son los últimos en sufrir los zarpazos, porque ya saben que la morosidad aflora con más retraso. Esta vez aún puede ir más retrasada por moratorias y otras medidas tomadas, lo que posterga saber la situación real de la banca y su morosidad. No puede extrañar la preocupación del Banco Central Europeo y de su homólogo de Inglaterra. Estos organismos al igual que el resto de estas instituciones en los países europeos temen la que se puede avecinar. Un panorama, por si fuera poco, que se complica con el dichoso Brexit el cual puede producirse de una forma totalmente desordenada. Ya saben que todo lo susceptible de empeorar, termina empeorando.
Poco se destaca que la afectación económica de la pandemia a las diferentes economías es un problema de la estructura económica del país y, muy importante, de los gestores, de los Gobiernos en concreto, de esos países. Un buen ejemplo es España. El peso enorme del sector del turismo influye pero también el desorden de la desescalada y la incapacidad de tomar medidas efectivas. Cierto que los daños sobrevenidos eran inevitables; ahora bien con una buena y eficaz gestión se podría haber disminuido notablemente el desastre actual. No sirve dar una rueda de prensa diaria para no decir nada, menos utilizar la pandemia electoralmente; lo importante es actuar para frenar al virus y minimizar los daños económicos. Aquellos países que primero se dieron cuenta del alcance de la pandemia y actuaron tiene una posición de privilegio para una salida rápida y acelerada.
Es la gestión, las medidas y la anticipación las que llevarán a los países de Europa a recuperarse antes que el resto. Por desgracia en este aspecto nuestro país va a ir a la cola, nuevamente a la cola del furgón. No estoy inventando nada: este diario recogía las declaraciones del comisario de Economía de la Unión Europea, Gentiloni, alertando de la brecha que se puede abrir entre los países del sur y del norte. Señalaba también que la llegada de los fondos no es inmediata, hasta 2021 no llegarán las primeras cantidades. En otoño, el temido otoño, no habrá dinero de la UE para ningún país, dinero que se irá desembolsando tras la presentación de planes de actuación que se examinarán por lupa y donde los bloqueos pueden activarse si no hay credibilidad. ¿Qué está haciendo nuestro Ejecutivo para elaborar esos planes? ¿Cómo van avanzando? Son preguntas para las que no encuentro respuesta.
Si antes comentaba cómo los políticos de algunos países han empeorado con su inacción, incluso con actuaciones contrarias a las debidas es algo que el propio comisario de Economía, Gentiloni, destacaba esta misma semana. Las ayudas no son una panacea, las mismas deben ser utilizadas con un nivel de eficiencia que cimiente la recuperación. El gasto por sí mismo no resolverá nada ni ayudará, tan solo pondrá un parche temporal de forma que cuando se retire la marea se verá quién se bañaba desnudo, que diría Warren Buffet. Esas ayudas están encaminadas a que Europa recupere su papel de potencia mundial, hoy en día devaluada. Los pilares han de basarse en: tecnología y digitalización y conjuntamente, sostenibilidad. Para Europa, especialmente para España, es un momento fundamental para rehacer su estructura y alinearla con el mundo que se avecina.
Con una buena y eficaz gestión se podría haber disminuido el desastre actual
Está aún por verse cuál será el daño de la epidemia en el sector bancario de la zona del euro