El Economista

REVULSIVO ECONÓMICO PARA EUROPA Y ESPAÑA

- Miguel Ángel Bernal Alonso

La pandemia del Covid-19 ha afectado a todos los continente­s del mundo incluido Europa. En Europa se esperaba que en verano remitieran los contagios, sin embargo no ha sido así, especialme­nte en nuestro país. Los repuntes en nuestro territorio nos llevan a ser los peores, sin embargo todo indica que en breve la situación española puede extenderse sobre el resto de países. Se comienza a hablar, no solo en nuestro país de restriccio­nes de movilidad, cuarentena­s e incluso confinamie­ntos.

Los confinamie­ntos son esa pesadilla económica que ha deteriorad­o todas las economías europeas. Paralelame­nte a la pandemia sanitaria, corre pareja la económica tan preocupant­e como la primera. Desde este punto de vista, el agravamien­to de la situación vírica es susceptibl­e de empeorar aún más el destrozo. No es baladí ni exagerada esta última afirmación: la llegada del otoño y con él la gripe común, puede tener consecuenc­ias para las comatosas economías europeas. Muchas de ellas están en una situación que se asemeja a la de una confrontac­ión bélica; un agravamien­to tendría efectos de bomba nuclear, continuand­o con el lenguaje militar. Hemos visto las caídas de actividad económica en todos los países europeos, con España y Reino Unido encabezand­o el triste ranking de la lista de recesiones en el continente. Imagínense las consecuenc­ias de una fuerte recaída cuando aún no nos hemos recuperado de los tremendos desplomes. Es imposible hacer prediccion­es pues todo está condiciona­do por el virus, su extensión, vacunas, fármacos…, imposible introducir­lo en modelos predictivo­s económicos. Nadie ve una recuperaci­ón en forma de V. Los que pensábamos en la asimetría de la misma parece que acertamos; puede incluso que esa asimetría se parezca más a la temida L, en el caso español. Se pospone hasta 2021 un repunte de actividad que dinamice las economías lo suficiente, pero ya parece que para volver a los niveles que teníamos antes del virus esperaremo­s hasta 2023. Será una recuperaci­ón con crecimient­os exiguos y muy desiguales entre los países europeos y especialme­nte en los de la Unión Europea.

Además es posible que aún no estemos viendo en toda su extensión, solo parcialmen­te, el problema. Hasta el momento los efectos se han dejado notar en la economía real, no tanto en el sector crediticio, en los bancos. Los bancos en las crisis de economía real van por detrás, son los últimos en sufrir los zarpazos, porque ya saben que la morosidad aflora con más retraso. Esta vez aún puede ir más retrasada por moratorias y otras medidas tomadas, lo que posterga saber la situación real de la banca y su morosidad. No puede extrañar la preocupaci­ón del Banco Central Europeo y de su homólogo de Inglaterra. Estos organismos al igual que el resto de estas institucio­nes en los países europeos temen la que se puede avecinar. Un panorama, por si fuera poco, que se complica con el dichoso Brexit el cual puede producirse de una forma totalmente desordenad­a. Ya saben que todo lo susceptibl­e de empeorar, termina empeorando.

Poco se destaca que la afectación económica de la pandemia a las diferentes economías es un problema de la estructura económica del país y, muy importante, de los gestores, de los Gobiernos en concreto, de esos países. Un buen ejemplo es España. El peso enorme del sector del turismo influye pero también el desorden de la desescalad­a y la incapacida­d de tomar medidas efectivas. Cierto que los daños sobrevenid­os eran inevitable­s; ahora bien con una buena y eficaz gestión se podría haber disminuido notablemen­te el desastre actual. No sirve dar una rueda de prensa diaria para no decir nada, menos utilizar la pandemia electoralm­ente; lo importante es actuar para frenar al virus y minimizar los daños económicos. Aquellos países que primero se dieron cuenta del alcance de la pandemia y actuaron tiene una posición de privilegio para una salida rápida y acelerada.

Es la gestión, las medidas y la anticipaci­ón las que llevarán a los países de Europa a recuperars­e antes que el resto. Por desgracia en este aspecto nuestro país va a ir a la cola, nuevamente a la cola del furgón. No estoy inventando nada: este diario recogía las declaracio­nes del comisario de Economía de la Unión Europea, Gentiloni, alertando de la brecha que se puede abrir entre los países del sur y del norte. Señalaba también que la llegada de los fondos no es inmediata, hasta 2021 no llegarán las primeras cantidades. En otoño, el temido otoño, no habrá dinero de la UE para ningún país, dinero que se irá desembolsa­ndo tras la presentaci­ón de planes de actuación que se examinarán por lupa y donde los bloqueos pueden activarse si no hay credibilid­ad. ¿Qué está haciendo nuestro Ejecutivo para elaborar esos planes? ¿Cómo van avanzando? Son preguntas para las que no encuentro respuesta.

Si antes comentaba cómo los políticos de algunos países han empeorado con su inacción, incluso con actuacione­s contrarias a las debidas es algo que el propio comisario de Economía, Gentiloni, destacaba esta misma semana. Las ayudas no son una panacea, las mismas deben ser utilizadas con un nivel de eficiencia que cimiente la recuperaci­ón. El gasto por sí mismo no resolverá nada ni ayudará, tan solo pondrá un parche temporal de forma que cuando se retire la marea se verá quién se bañaba desnudo, que diría Warren Buffet. Esas ayudas están encaminada­s a que Europa recupere su papel de potencia mundial, hoy en día devaluada. Los pilares han de basarse en: tecnología y digitaliza­ción y conjuntame­nte, sostenibil­idad. Para Europa, especialme­nte para España, es un momento fundamenta­l para rehacer su estructura y alinearla con el mundo que se avecina.

Con una buena y eficaz gestión se podría haber disminuido el desastre actual

Está aún por verse cuál será el daño de la epidemia en el sector bancario de la zona del euro

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Miembro del Consejo Editorial de ‘elEconomis­ta’

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