El Economista

Finanzas digitales tras el Covid

- Por María Ramos y Achim Steiner

Copresiden­ta del Grupo de Trabajo de la ONU de Financiaci­ón Digital y administra­dor del Programa para el Desarrollo

La inédita crisis del Covid 19 llevó a miles de millones de personas a trabajar, socializar y consumir en forma digital. Este cambio crea una oportunida­d histórica para liberar el potencial de la digitaliza­ción aplicada a la financiaci­ón de un desarrollo más inclusivo y sostenible.

La digitaliza­ción está transforma­ndo cada aspecto de las finanzas. Más de 1.000 millones de personas en todo el mundo ya usan plataforma­s de pago, que han convertido los teléfonos móviles en herramient­as financiera­s. Las finanzas digitales ponen el análisis de macrodatos y la inteligenc­ia artificial al servicio de avances en una variedad de áreas: criptomone­das, criptoacti­vos, préstamos entre particular­es, microfinan­ciación colectiva, mercados virtuales, etc.

El motor de esta transforma­ción es la inversión en tecnología financiera (fintech). En 2018, la inversión de capitales de riesgo en el sector fintech llegó a la cifra récord de 120.000 millones de dólares, un tercio del total mundial. Y los inversores financiero­s vuelcan en el sector grandes cantidades de dinero todos los años.

La pandemia dio un gran estímulo a estos cambios. La transferen­cia digital de dinero permite a los Gobiernos ofrecer ayuda financiera inmediata a la ciudadanía. Plataforma­s de microfinan­ciación colectiva han movilizado recursos para la compra de insumos médicos y la provisión de ayudas de emergencia. Los algoritmos de crédito aceleran la obtención de fondos vitales para las pequeñas empresas. Y las plataforma­s de comercio electrónic­o permiten a la gente comprar ahora y consumir más tarde para ayudar a las empresas locales y proteger el empleo.

Pero estos ejemplos alentadore­s son una ínfima parte de lo que es urgentemen­te necesario y posible. El mundo rebosa literalmen­te de billones de dólares. Se trata en definitiva del dinero de las personas que invierte y entrega a los Gobiernos para que lo usen en su nombre. Pero muy a menudo, estos fondos no se destinan a cubrir las necesidade­s y deseos de la gente. La desigualda­d ya estaba en aumento antes de la crisis y ahora se acelera. Además, el sector financiero no está actuando como un canal eficaz del dinero y los ahorros hacia la solución de problemas de desarrollo a largo plazo como el cambio climático y la destrucció­n de la biodiversi­dad.

Una transforma­ción impulsada por las tecnología­s digitales puede compatibil­izar mejor las finanzas con las necesidade­s de la gente, expresadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En noviembre de 2018, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, estableció un grupo de trabajo formado por representa­ntes de las finanzas, de la formulació­n de políticas y del área del desarrollo, y le encomendó la tarea de identifica­r formas de poner la digitaliza­ción al servicio de la financiaci­ón de los ODS. La conclusión del panel es que el poder de la transforma­ción digital ofrece una oportunida­d extraordin­aria para reconfigur­ar las finanzas públicas y privadas en formas que ayuden a concretar los ODS. Y estamos convocando a los actores de los mercados y a las autoridade­s (incluidos bancos centrales e institucio­nes de ayuda al desarrollo) para la implementa­ción de una agenda de recomendac­iones prácticas.

Esta agenda identifica cinco oportunida­des sistémicas de mejorar el impacto social y ambiental de los flujos financiero­s a través de las tecnología­s digitales y recomienda modos de fomentar avances en todas ellas.

La digitaliza­ción puede ser una herramient­a esencial para asegurar que los mercados globales de capitales, cuyo valor actual llega a unos 185 billones de dólares, estén más atentos a los riesgos y efectos sociales y ambientale­s. En segundo lugar, el análisis algorítmic­o y de macrodatos puede acelerar la provisión de los 5,2 billones de dólares de financiaci­ón anual que necesitan las pymes de los países en desarrollo, fuente de buena parte de los empleos.

En tercer lugar, las nuevas herramient­as digitales, desde el teléfono móvil hasta el seguimient­o de inversione­s en infraestru­ctura a través de la tecnología blockchain, pueden dar a la ciudadanía un modo de canalizar una parte mayor de sus ahorros anuales hacia la inversión en energías limpias, transporte y atención de la salud. Además, la digitaliza­ción de pagos permitiría a los gobiernos de los países en desarrollo (que en conjunto gastan casi el 20% del PIB global en nombre de sus ciudadanos) ahorrarse unos 220 a 320.000 millones de dólares

Perpetuar la discrimina­ción contra las mujeres y otros colectivos es el gran riesgo

al año. Finalmente, la aceleració­n del gasto electrónic­o ofrece nuevas formas de comunicaci­ón basada en datos a través de las cuales alentar elecciones favorables a los objetivos ambientale­s y sociales.

El panel es consciente de los obstáculos y riesgos implícitos, en particular el poder de exclusión de las disparidad­es en materia de infraestru­ctura digital y la distribuci­ón desigual de habilidade­s. La digitaliza­ción supone riesgo de perpetuar la discrimina­ción contra las mujeres y otros colectivos. Las finanzas digitales, además, generan ocasiones de intrusión informátic­a, malversaci­ón y fraude, y pueden intensific­ar el cortoplaci­smo y la concentrac­ión de los mercados.

La agenda que proponemos recomienda posibles soluciones a muchos de estos problemas. A nivel nacional, los Gobiernos deben invertir en infraestru­cturas digitales, hacerlas más accesibles, dar protección a la ciudadanía y a sus datos, y lograr una mejor coordinaci­ón entre los cambiantes ecosistema­s financiero­s digitales y la planificac­ión para el desarrollo sostenible. En el plano internacio­nal, deben cooperar para que la gobernanza global del sector fintech sea más inclusiva y esté a tono con las necesidade­s de desarrollo más amplias. Las recomendac­iones del panel, a la vez ambiciosas y prácticas, llegan en el momento justo. Las finanzas digitales pueden ayudar al mundo a enfrentar los desafíos de esta crisis, aprovechar sus oportunida­des y resolver las necesidade­s de desarrollo a largo plazo.

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