La lección que el ‘caso Bankia’ revela
La fallida salida a bolsa deja claros los graves daños que se producen cuando los supervisores financieros se politizan
Ocho años después de abrirse la macrocausa sobre la fallida salida a bolsa de Bankia, la Audiencia Nacional dicta sentencia sobre la cúpula de la entidad en esa época. Sus 34 componentes, incluido el expresidente Rodrigo Rato (encarcelado por otro caso relacionado con Bankia: sus tarjetas opacas), quedan absueltos. Era un veredicto esperado en el mundo financiero desde el momento en que, a lo largo del proceso, quedó claro que los acusados contaban con las autorizaciones de los supervisores. De hecho el auto se fundamenta en esa circunstancia, y hace especial hincapié en la aprobación explícita concedida por los reguladores, a los que pasa a enumerar, mencionando expresamente al Banco de España, la CNMV y el Frob. En los roles de estas instituciones no se apreciaron indicios delectivos cuando se investigaron en 2017. Sin embargo, la actuación de sus máximos responsables en la época de la salida a bolsa merece importantes reproches en el ámbito económico y empresarial. El exgobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, tuvo inspectores empotrados en Bankia que avisaron, y los correos figuran en el sumario judicial, del futuro fracaso. Pero Fernández Ordóñez, junto con el expresidente de la CNMV, Julio Segura, no tuvo ningún reparo en ceder a las presiones de la entonces vicepresidenta Elena Salgado para que la operación prosperara. Todos ellos son los responsables de una maniobra dictada por el interés del Gobierno de dotar de una falsa imagen de fortaleza a un sector, el de las cajas de ahorros, ya socavado por la crisis. El caso Bankia es así todo un ejemplo de los enormes daños que surgen cuando los supervisores financieros sacrifican su independencia.