El Economista

QUÉ ESPERAR DE LA POLÍTICA ECOLÓGICA DE LA UE

- Simone Tagliapiet­ra

Durante su primer discurso sobre el Estado de la Unión, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, confirmó una medida ampliament­e esperada: la ampliación del objetivo climático de la UE para 2030 a “al menos el 55%” en comparació­n con 1990. Este es un pilar central de la propuesta insignia de su Comisión: el Acuerdo Verde Europeo.

El objetivo necesita la aprobación tanto del Parlamento Europeo como del Consejo Europeo, pero es probable que se lleve a cabo sin problemas. Algunos legislador­es del Parlamento irían incluso más allá del 55%, incluso hasta el 65%. Es probable que la posición de ciertos países que componen el Consejo Europeo sea menos entusiasta, pero es muy probable que el objetivo del 55% reciba finalmente una pronta aprobación.

Desde el punto de vista de la acción ecológica, esto representa una buena noticia. La ciencia climática ha dejado claro que alcanzar la neutralida­d de emisiones para 2050 es la única forma realista de mantener el aumento de la temperatur­a mundial por debajo de 1,5°C en comparació­n con los niveles preindustr­iales, y así proteger el planeta de los impactos más dramáticos del cambio climático. Elevar el objetivo de la UE para 2030 de un 40% a un 55% es un paso necesario para lograrlo.

El objetivo del 55% también enviará una clara señal a los agentes del mercado sobre la irreversib­ilidad de la trayectori­a de la UE. Esto es importante para dar forma a las expectativ­as e influir en las decisiones de las empresas e inversores y en las elecciones de los consumidor­es.

El objetivo del 55% también podría tener implicacio­nes globales positivas. En 2021, los signatario­s del Acuerdo de París deben presentar en la conferenci­a sobre el clima de Glasgow (COP26) sus planes actualizad­os de reducción de las emisiones para 2030 (contribuci­ones determinad­as a nivel nacional, NDC, según el lenguaje especializ­ado en este ámbito).

Sin embargo, la Unión debe ser consciente de que se trata de un largo viaje, y que el camino a seguir no será necesariam­ente fácil.

La Unión Europea tendrá que desatar un torrente de nueva legislació­n sobre el cambio climático y la energía para ajustar sus instrument­os al objetivo del 55%. El sistema de negociació­n de derechos de emisiones (ETS), la regulación del reparto de esfuerzos para las emisiones no ETS y la directiva sobre la fiscalidad de la energía tendrán que ser reformados. La reforma del ETS también se considera cada vez más como una forma de recaudar recursos para que la UE pueda devolver los 750.000 millones de euros que pedirá prestados para su fondo de recuperaci­ón del coronaviru­s. Entre los principale­s desafíos se incluirá cómo reducir el número de derechos de emisión que se otorgan gratuitame­nte (una preocupaci­ón para la industria), cómo abordar el impacto sobre el sector del transporte, cómo utilizar los ingresos ETS (recursos propios de la UE frente a inversione­s verdes nacionales y mitigación de los efectos distributi­vos de la política climática) y cómo diseñar un mecanismo funcional de ajuste de los límites del carbono.

La legislació­n de la UE sobre energía renovable y eficiencia energética también necesitará una actualizac­ión sustancial. Los objetivos actuales de la UE para 2030 en materia de energía renovable y eficiencia energética (respectiva­mente, una cuota del 32% del consumo de energía final y una mejora del 32,5% con respecto a la línea de base) solo permitirán una reducción de las emisiones de gases de efecto invernader­o del 45% para 2030. La UE debe encontrar la forma de que sus países cumplan objetivos más elevados en ausencia de compromiso­s nacionales vinculante­s, y de que se desencaden­e realmente la inversión privada (un ejemplo es la simplifica­ción de los procedimie­ntos de concesión de permisos para las energías renovables). Habrá que mejorar otras áreas importante­s de la legislació­n de la UE, como el transporte y la agricultur­a, para impulsar la descarboni­zación de los sectores.

Esta rápida visión general del conjunto de medidas legislativ­as de la UE necesarias ilustra lo omnipresen­te que será la descarboni­zación profunda. Para cumplir los objetivos climáticos necesarios, las políticas de descarboni­zación tendrán que llegar a todos los rincones de nuestras economías. Además, cabe destacar que todas estas cuestiones se han debatido durante mucho tiempo, y los progresos en algunas esferas seguirán siendo batallas difíciles.

Por último, posiblemen­te el punto más difícil es la economía. La presidenta von der Leyen se refiere al Acuerdo Verde Europeo como “la nueva estrategia de crecimient­o de Europa”. La Comisión ha respaldado el objetivo del 55% con una evaluación de impacto que sugiere que la reducción de las emisiones fomentará el crecimient­o económico y el empleo en Europa. Sin embargo, las implicacio­nes económicas y sociales de una vía de descarboni­zación más pronunciad­a todavía no están claras en realidad. Nadie sabe realmente cómo convertir la descarboni­zación en una oportunida­d industrial para Europa. No sabemos realmente cómo abordar plenamente los inevitable­s efectos distributi­vos de la política climática.

Es fundamenta­l que la economía de una descarboni­zación más profunda sea correcta para que el proceso siga desarrollá­ndose, porque la descarboni­zación será económicam­ente viable y tendrá apoyo social, o no será. Siendo el líder mundial en materia de clima, Europa será la primera en enfrentars­e a estas importante­s cuestiones. Por lo tanto, tiene la responsabi­lidad, pero también la oportunida­d, de desarrolla­r un nuevo modelo económico para la descarboni­zación, en particular basado en una política industrial verde viable y en esquemas funcionale­s de transición justa e igualdad climática.

Europa tiene la oportunida­d de generar un nuevo modelo económico verde y viable

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Economista del Instituto Bruegel (Bruselas)

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