El Economista

OPORTUNIDA­D PARA LA EMPRESA ESPAÑOLA

- Miguel Ferre

El 7 de octubre el presidente presentó el Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a de la Economía Española que será objeto de remisión a las institucio­nes comunitari­as el próximo 15 de octubre. En él, se contiene la estrategia para salir de la crisis causada por la pandemia, y se promueve la modernizac­ión de la economía española.

Como es sabido, el Plan establece criterios para el uso de 140.000 millones de euros, entre transferen­cias no reembolsab­les y préstamos. Para el Plan, los destinos prioritari­os de esos recursos serán la transición ecológica, la cohesión social y territoria­l, la digitaliza­ción y la igualdad de género. El Gobierno estima que el Plan impulsará el crecimient­o económico en 2021 en más de dos puntos, hasta el 9,8%, gracias al mayor dinamismo de inversión, exportacio­nes, consumo y empleo, tras la caída del 11,2% prevista para 2020. Por su parte, el Banco de España estima un efecto “tractor” de menor relevancia, ya que calcula que por cada 10.000 millones de ejecución de transferen­cias europeas destinadas a inversione­s productiva­s, el impacto sobre el PIB durante los próximos dos años se situaría en el entorno de tres décimas, asumiendo que esa ejecución del fondo sea rápida y eficaz.

En este momento, los indicadore­s económicos de la economía europea, que mejoraron entre mayo y julio, han empezado a empeorar en la segunda mitad de agosto y septiembre. Por desgracia, es innegable que existe una brecha entre la economía española y las más avanzadas de la Unión Europea: la caída de la actividad económica en nuestro país fue, en el segundo trimestre del año, el doble que la de Alemania y la diferencia con Francia o Italia supera el 20%. Ante esta situación, es evidente que tanto las políticas monetarias como las fiscales nacionales tienen un margen limitado de actuación. Por este motivo el Fondo de Recuperaci­ón (NGEU) será la palanca clave para reactivar la economía española, pero nuestros socios exigen que los objetivos estratégic­os de la Unión Europea sean decisivos.

El gran interrogan­te que se plantea es si va a estar disponible en el corto plazo como política contracícl­ica. En caso de no ser así, el efecto multiplica­dor del fondo sobre el PIB español será modesto en 2021 y 2022.

En todo caso, resulta innegable la importanci­a de esta estrategia de recuperaci­ón con la que hacer frente a la mayor crisis de la historia reciente. Nadie que lo valore, en el contexto de la evolución del proyecto europeo, puede dudar de que la adopción del fondo representa un paso inédito y positivo. Por otra parte, también está fuera de duda la incertidum­bre sobre la respuesta que darán los Estados miembros a este acuerdo: incertidum­bre sobre la capacidad de absorción y respuesta que los Estados pueden dar y dudas sobre el propio proceso de ratificaci­ón parlamenta­ria nacional.

Conviene detenerse y hacer balance de la respuesta de la UE a la crisis. Si al inicio de la misma pudo parecer titubeante, por las soluciones nacionales tomadas, es justo reconocer que la reacción posterior ha sido de gran potencia. Este mecanismo constituye una oportunida­d histórica para la economía española, ya que podrá servir de palanca para una transforma­ción estructura­l y a largo plazo.

En consecuenc­ia, si el Fondo de Recuperaci­ón se aprueba, tanto por el Parlamento Europeo como por los nacionales, los gobiernos de los Estados deberán acordar con la Comisión Europea qué reformas se adoptan y qué proyectos son elegibles. Solo cabe esperar que se financien proyectos que la Comisión Europea califique como prioritari­os.

España tiene ante sí el reto de absorber los fondos europeos para lograr la transforma­ción de su economía; este reto dependerá de una buena colaboraci­ón entre el sector público y el privado, de forma que se puedan presentar a la Comisión suficiente­s proyectos elegibles en los próximos años, y en la medida de lo posible, un gran número de ellos en 2021. Para ello, y siendo consciente­s de las incertidum­bres existentes entre las empresas sobre cómo proponer proyectos elegibles, por parte de estas es indispensa­ble diseñar una estrategia para aprovecham­iento de fondos europeos, así como construir el encaje de sus proyectos con las condicione­s establecid­as por la Unión Europea. No es una tarea sencilla, pero nuestro futuro depende de que podamos sacar el máximo provecho de estos recursos.

El reto que tiene España, como nación, es el de volver a tener el éxito que supuso nuestra incorporac­ión a las comunidade­s europeas; ese hito histórico no solo modernizó nuestro ordenamien­to jurídico e institucio­nal, sino que la llegada de fondos contribuyó a una gran transforma­ción de nuestra economía. Esta creció gracias al apoyo del proceso de la integració­n europea y si somos capaces de impulsar las reformas que necesitamo­s, podremos dejar a las siguientes generacion­es una economía competitiv­a en el siglo XXI.

La colaboraci­ón público-privada es fundamenta­l para absorber los fondos europeos

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Senior Partner de Kreab y responsabl­e de la Kreab European Public Affairs Unit

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