El trabajo de los premiados Milgrom y Wilson ha mejorado la política económica
Las subastas constituyen una de las formas de fijación de precios y asignación de cantidades de un determinado bien más antiguas que existen. Según Heródoto, ya en el siglo VI a.C. había registro documental de las subastas en Babilonia, cuyos resultados se escribían en tablas de arcilla.
Existen muchos tipos de subastas. Las más frecuentes son conocidas por todos. Si los postores pujan a la vez se llaman simultáneas o de sobre cerrado. Y su modalidad más habitual es al mejor precio, aunque también se utiliza, por ejemplo, entre los coleccionistas de sellos, las subastas al segundo mejor precio. En este tipo de subastas los postores no conocen la valoración que para los demás tiene el objeto sobre el que se puja.
Si los postores van modificando sus pujas mientras la subasta esté abierta se denomina dinámica o secuencial. Si se va pujando al alza estamos ante una subasta inglesa, típica de las obras de arte, si es la baja se llama holandesa, muy utilizada en las lonjas de pescado.
Estas son las más conocidas, pero existen otros muchos tipo, por ejemplo, cuando compiten vendedores (y hay un solo comprador) entre sí, como la marginalista en la que todos los vendedores reciben el precio más alto pujado, frente al pay-as-bid en la que cada vendedor recibe el precio individualmente ofrecido. O subastas de tipo fijo que sólo asignan cantidades, como las empleadas por el Banco Central Europeo en su provisión de liquidez o a tipo variable, como las del Tesoro.
Existen tantos tipos de subastas como diferentes necesidades se quieran cubrir.
La posibilidad de diseñar y elegir entre tantas modalidades de subastas permite alcanzar en una sola actuación diferentes objetivos que de otra forma son difíciles de simultanear. Por ejemplo, si somos los vendedores de un inmueble posiblemente sólo nos interese recibir el mayor precio posible. Ahora bien, en otros casos, como un ayuntamiento que quiera subastar una concesión de autobuses, no buscará solamente maximizar sus ingresos sino también querrá una calidad del servicio y una viabilidad en el tiempo de la empresa concesionaria.
Los postores fijarán sus estrategias en función de sus objetivos, el propio diseño de la subasta y el grado de información que tengan sobre el valor del objeto subastado y del valor que estiman que los demás postores asignen al mismo. De hecho las estrategias se hacen más complejas a medida que hay menos información disponible y lo esté de forma más asimétrica. Así, un problema frecuente en las subastas es la llamada maldición del ganador, ya que suelen ganarlas los postores que más han sobreestimado el valor del objeto subastado, lo que resulta en una pérdida para el que gana la subasta.
El premio Nobel de Economía de 2020 se ha concedido a dos economistas, Paul Milgrom y Robert Wilson, que han ayudado a desarrollar toda una rama de la economía: la Teoría de las Subastas. Estos autores, junto a otros (entre ellos el ya premio Nobel en 1996, William Vickrey), han aplicado con gran rigor matemático y una impecable lógica teórica la teoría de Juegos (la rama de la matemática que estudia las interacciones estratégicas) a las subastas. No sólo realizaron modelos elegantes para describir el comportamiento de los postores, sino que, entendiendo los mismos, han definido toda una serie de instrumentos para que el diseño de los distintos tipos de subastas logre alcanzar de la forma más eficiente posible los objetivos buscados por el organizador de la misma.