El Economista

Johnson rompe las negociacio­nes del ‘Brexit’ para presionar a la UE

El ‘premier’ no cierra los canales, pero cree que no tiene sentido seguir hablando

- Víctor Ventura MADRID.

Boris Johnson se juega el futuro de la relación entre el Reino Unido y la UE a un juego de la gallina, y él no piensa ser el que levante el pie del acelerador. Esa es la conclusión del anuncio que hizo ayer el primer ministro británico en un mensaje grabado, y que luego amplió su portavoz. Reino Unido no tiene la más mínima intención de moverse de sus posturas en la negociació­n del acuerdo comercial, y si la UE tampoco cede, el 1 de enero el país amanecerá con un Brexit duro, sin acuerdo. “Estaremos preparados”, dijo Johnson, como ya dijeron el jueves los Veintisiet­e en las conclusion­es de la cumbre europea.

Como en cada uno de los giros del culebrón en que se ha convertido el Brexit, las miradas están puestas en las estrategia­s negociador­as de ambas partes. Pero el tono fue aún más duro del que tiene acostumbra­do el Gobierno de Johnson.

Primero, el jefe del Ejecutivo inglés remarcó que “si no hay un cambio fundamenta­l de la posición de Bruselas, vamos a ir a una solución como la de Australia”, el último eufemismo creado en Downing Street para referirse a no tener ningún acuerdo comercial en vigor. Su objetivo sigue siendo, insiste, un acuerdo como el de Canadá, “pero la UE se niega a ofrecerlo”, por lo que anima a Bruselas a ceder para llegar a un compromiso. Aun así, no rompió las negociacio­nes, como había amenazado con hacer si no había un borrador este pasado 15 de octubre.

La UE no se levanta: “El acuerdo es lo mejor, pero no será a cualquier precio”, insisten los líderes

“Se ha acabado” Sin embargo, el portavoz oficial de Downing Street tomó el papel de poli malo. “Las negociacio­nes se han acabado. No tiene sentido seguir negociando” si la UE no va a ceder e insiste en que sea Reino Unido el que lo haga. “Si [el negociador jefe de la UE, Michel Barnier] no va a cambiar fundamenta­lmente su posición, no tiene sentido que venga” a Londres la semana próxima, como estaba previsto.

Los problemas siguen siendo exactament­e los mismos: Bruselas quiere asegurarse de que Reino Unido no vaya a hacer una competenci­a desleal a las empresas europeas mediante ayudas estatales y una regulación más laxa. Pero ceder en este punto supondría, para los brexiters más radicales, de los que Johnson formaba parte, “permitir que la UE escriba y controle nuestras leyes”. Una condición inaceptabl­e para los defensores de la soberanía británica.

La reacción de los líderes europeos, que el jueves despacharo­n las negociacio­nes en apenas una hora para centrarse en el coronaviru­s, fue insistir en que ellos no se van a levantar. Casi al unísono, la presidenta de la Comisión, Urusula von der Leyen, el del Consejo, Charles Michel, el de Francia, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, entre otros, insistiero­n en que Barnier va a viajar la próxima semana a Londres a “inten

Carrera contrarrel­oj En realidad, las diferencia­s entre las dos partes no son tan grandes. La UE está dispuesta a ceder en las cuotas pesqueras y está abierta a negociar la letra pequeña de la igualdad de condicione­s de competenci­a. Pero Johnson se niega a ser el que ceda, o el que dé la imagen de haber cedido.

Sus problemas son de ámbito interno. Durante los años en los que Theresa May lideró el Gobierno británico, Johnson se dedicó a atacarla, desde dentro y desde fuera del Consejo de Ministros, acusándola de ceder por no saber mantenerle el pulso a la UE. Su teoría ha sido que, si se ve obligada a elegir entre ceder o un Brexit sin acuerdo, la UE acabará por ceder. El problema es que la UE cree exactament­e lo mismo sobre Londres, y, en su caso, su teoría se ha demostrado acertada en las últimas ocasciones.

Johnson, además, se enfrenta a un posible caos de un Brexit sin acuerdo en medio de una situación muy delicada. Por un lado, con el coronaviru­s de nuevo en alza y restriccio­nes y protestas fuertes en el norte de Inglaterra, región electoral clave. Por otro lado, una oposición reactivada y que ha empatado las encuestas. Y, finalmente, con la posible independen­cia de Escocia marcando récords de apoyo en los sondeos, ya cerca del 60%. Una tormenta perfecta a la que lo que menos le hace falta sumar es la imagen de colas gigantesca­s de camiones aparcados en Kent, sin poder cruzar hacia Francia.

Así que, en el largo juego de la gallina entre Londres y Bruselas, nadie da aún por cerradas las negociacio­nes para el acuerdo comercial. Pero el tono está yendo a peor y el tiempo se acaba: noviembre es la fecha límite para tramitar el hipotético nuevo tratado comercial. Nadie quiere acabar cayendo por el barranco, pero nadie quiere ceder cuando todos tienen cosas más importante­s que tratar estos días.

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EFE El ‘premier’ británico, Boris Johnson.

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