Johnson rompe las negociaciones del ‘Brexit’ para presionar a la UE
El ‘premier’ no cierra los canales, pero cree que no tiene sentido seguir hablando
Boris Johnson se juega el futuro de la relación entre el Reino Unido y la UE a un juego de la gallina, y él no piensa ser el que levante el pie del acelerador. Esa es la conclusión del anuncio que hizo ayer el primer ministro británico en un mensaje grabado, y que luego amplió su portavoz. Reino Unido no tiene la más mínima intención de moverse de sus posturas en la negociación del acuerdo comercial, y si la UE tampoco cede, el 1 de enero el país amanecerá con un Brexit duro, sin acuerdo. “Estaremos preparados”, dijo Johnson, como ya dijeron el jueves los Veintisiete en las conclusiones de la cumbre europea.
Como en cada uno de los giros del culebrón en que se ha convertido el Brexit, las miradas están puestas en las estrategias negociadoras de ambas partes. Pero el tono fue aún más duro del que tiene acostumbrado el Gobierno de Johnson.
Primero, el jefe del Ejecutivo inglés remarcó que “si no hay un cambio fundamental de la posición de Bruselas, vamos a ir a una solución como la de Australia”, el último eufemismo creado en Downing Street para referirse a no tener ningún acuerdo comercial en vigor. Su objetivo sigue siendo, insiste, un acuerdo como el de Canadá, “pero la UE se niega a ofrecerlo”, por lo que anima a Bruselas a ceder para llegar a un compromiso. Aun así, no rompió las negociaciones, como había amenazado con hacer si no había un borrador este pasado 15 de octubre.
La UE no se levanta: “El acuerdo es lo mejor, pero no será a cualquier precio”, insisten los líderes
“Se ha acabado” Sin embargo, el portavoz oficial de Downing Street tomó el papel de poli malo. “Las negociaciones se han acabado. No tiene sentido seguir negociando” si la UE no va a ceder e insiste en que sea Reino Unido el que lo haga. “Si [el negociador jefe de la UE, Michel Barnier] no va a cambiar fundamentalmente su posición, no tiene sentido que venga” a Londres la semana próxima, como estaba previsto.
Los problemas siguen siendo exactamente los mismos: Bruselas quiere asegurarse de que Reino Unido no vaya a hacer una competencia desleal a las empresas europeas mediante ayudas estatales y una regulación más laxa. Pero ceder en este punto supondría, para los brexiters más radicales, de los que Johnson formaba parte, “permitir que la UE escriba y controle nuestras leyes”. Una condición inaceptable para los defensores de la soberanía británica.
La reacción de los líderes europeos, que el jueves despacharon las negociaciones en apenas una hora para centrarse en el coronavirus, fue insistir en que ellos no se van a levantar. Casi al unísono, la presidenta de la Comisión, Urusula von der Leyen, el del Consejo, Charles Michel, el de Francia, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, entre otros, insistieron en que Barnier va a viajar la próxima semana a Londres a “inten
Carrera contrarreloj En realidad, las diferencias entre las dos partes no son tan grandes. La UE está dispuesta a ceder en las cuotas pesqueras y está abierta a negociar la letra pequeña de la igualdad de condiciones de competencia. Pero Johnson se niega a ser el que ceda, o el que dé la imagen de haber cedido.
Sus problemas son de ámbito interno. Durante los años en los que Theresa May lideró el Gobierno británico, Johnson se dedicó a atacarla, desde dentro y desde fuera del Consejo de Ministros, acusándola de ceder por no saber mantenerle el pulso a la UE. Su teoría ha sido que, si se ve obligada a elegir entre ceder o un Brexit sin acuerdo, la UE acabará por ceder. El problema es que la UE cree exactamente lo mismo sobre Londres, y, en su caso, su teoría se ha demostrado acertada en las últimas ocasciones.
Johnson, además, se enfrenta a un posible caos de un Brexit sin acuerdo en medio de una situación muy delicada. Por un lado, con el coronavirus de nuevo en alza y restricciones y protestas fuertes en el norte de Inglaterra, región electoral clave. Por otro lado, una oposición reactivada y que ha empatado las encuestas. Y, finalmente, con la posible independencia de Escocia marcando récords de apoyo en los sondeos, ya cerca del 60%. Una tormenta perfecta a la que lo que menos le hace falta sumar es la imagen de colas gigantescas de camiones aparcados en Kent, sin poder cruzar hacia Francia.
Así que, en el largo juego de la gallina entre Londres y Bruselas, nadie da aún por cerradas las negociaciones para el acuerdo comercial. Pero el tono está yendo a peor y el tiempo se acaba: noviembre es la fecha límite para tramitar el hipotético nuevo tratado comercial. Nadie quiere acabar cayendo por el barranco, pero nadie quiere ceder cuando todos tienen cosas más importantes que tratar estos días.