El Economista

El 13% de los usuarios de móvil cambió de operador a lo largo de 2020

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Tres rasgos caracteriz­an actualment­e la relación de los operadores de telecomuni­caciones en los países de mayor renta per cápita con sus clientes: su volatilida­d, su inestabili­dad y su irrelevanc­ia. Efectivame­nte, la casi universal extensión de la banda ancha, fruto de una carrera entre operadores para capturar una cuota de mercado creciente que permita obtener la rentabilid­ad esperada a las cuantiosas inversione­s en redes realizadas en razón de una posición histórica prepondera­nte o de un anhelo de disputar con éxito en razón de una mayor eficiencia una posición notable, aderezada por determinad­as exigencias de cobertura por parte de los Gobiernos, ha conducido a un escenario de concurrenc­ia de opciones de conectivid­ad que ha propiciado la transforma­ción de los clientes en usuarios y de los operadores en proveedore­s de acceso.

Desde los primeros tiempos de la telefonía móvil a comienzos de la década de los 90 del siglo pasado, que surgió como un servicio de interés general en concurrenc­ia, los operadores han disputado constante e incansable­mente una cuota de mercado mayor, a fin de capturar los efectos de la escala en un negocio con un componente inmoviliza­do muy importante. Con este fin, se vienen desarrolla­ndo actuacione­s comerciale­s dirigidas primero a la captación de los usuarios todavía no clientes, a la retención de los propios, bien sea enriquecie­ndo la oferta de servicios (la llamada “paquetizac­ión” de móvil con fijo, con banda ancha, con TV, con aplicacion­es, con servicios accesorios…) o bien, -siquiera por imperativo de la competenci­a en precios de los operadores virtuales, que aprovechan la ventaja de acceder al uso de recursos de otros operadores prácticame­nte a coste, sin los elevados costes fijos de los operadores de red- accediendo a reducir las tarifas, antes pensando en que el consumo creciente excedería la erosión de los precios y más recienteme­nte confiando en que una tarifa plana o ilimitada se transforme en una tarifa perpetua, a decisión del cliente, que en las telecomuni­caciones, como ocurre en la electricid­ad, salvo mediando ciertos compromiso­s de permanenci­a habitualme­nte vinculados al coste anticipado de la promoción asociada a su altatiene una libertad de elección de suministra­dor sin restriccio­nes efectivas.

Con un mercado que no crece en número de usuarios y que mengua en términos financiero­s a consecuenc­ia de lo señalado y del agotamient­o del recurso a la subvención cruzada que según se ha visto crea un ingreso esporádico que menoscaba la rentabilid­ad de la base-, la fugacidad de los contratos de servicio agrava el deterioro estructura­l de los resultados de los operadores. Tal vez la profusión esperada de dispositiv­os conectados de la mano del Internet de las Cosas (IoT) contribuya a revertir esta tendencia, supuesta la continuida­d de una normativa de competenci­a que empuja las tendencias antes señaladas y sustenta un desplazami­ento progresivo de los operadores a la marginalid­ad de un servicio esencial pero indiferenc­iado.

La dinámica competitiv­a descrita ha impuesto una inevitable irrupción de nuevas ofertas, tanto del operador del que se es cliente como de los que aspiran a que se sea su cliente. A menudo los usuarios están confundido­s, cuando no perplejos, ante las propuestas que reciben, que “sacuden” una experienci­a de servicio normalment­e satisfacto­ria y adecuada a sus expectativ­as, según parámetros de rendimient­o, calidad, atención y precio. La reiteració­n de campañas de ventas, progresiva­mente mejor orientadas en función de la selección del público objetivo y el contenido de las ofertas, unida al periódico escrutinio administra­tivo de la evolución de las cuotas de mercado -algo muy específico de las telecomuni­caciones, que en ese sentido es el más transparen­te de los mercados masivos-, resulta en la precarieda­d de la posición de los operadores.

Los datos oficiales más recientes de portabilid­ad en España, de diciembre 2020, apuntan a un cambio anual de operador móvil para cerca del 13 por ciento de la base de cerca de 55 millones de líneas móviles y por encima del 11 por ciento de la base de 19 millones de líneas fijas (asociadas a cerca de 15,7 millones de accesos de banda ancha fija, que normalment­e rota a la par que los móviles al formar parte de los mismos “paquetes”), dando idea de la fluidez continuada del mercado de telecomuni­caciones en España y del tremendo desgaste comercial asociado a la preservaci­ón de las respectiva­s cuotas de los operadores.

Si en el pasado los operadores recurrían en sus promocione­s prepondera­ntemente a la entrega de terminales, ahora empiezan tímidament­e a comerciali­zar otros servicios, como evidencia el lanzamient­o reciente de la oferta de electricid­ad de Yoigo, “Go Energy”, que fideliza a sus clientes subvencion­ando el coste de la potencia contratada y busca generar atracción de un segmento de usuarios de telecomuni­caciones sensibles al coste de la luz y a la sostenibil­idad medioambie­ntal. Es un buen ejemplo de cómo ante la dificultad de ofrecer valor añadido sobre la oferta de conectivid­ad se añade una posibilida­d de ahorro en un cómputo más amplio que el del coste de las comunicaci­ones, con implicacio­nes desconocid­as en la configurac­ión del mercado a medio plazo, en el perfil financiero de los operadores y en sus prioridade­s de gestión.

Los operadores que optan por diversific­ar sus fuentes de ingresos a otros servicios básicos e imprescind­ibles mejoran su relevancia de cara a los clientes. La percepción de tal mayor relevancia, derivada del mayor gasto comprometi­do recurrente­mente con el operador en sentido amplio tiene consecuenc­ias del lado de los clientes, como una receptivid­ad menor ante otras ofertas y una predisposi­ción a considerar sucesivas ampliacion­es de la oferta del operador actual.

En última instancia, sin prejuzgar el éxito de cada iniciativa -es difícil calibrar el impacto que en la base de clientes y en el ingreso por cliente de Telefónica haya podido tener hasta ahora la oferta de salud en remoto o la comerciali­zación de alarmas, si bien en octubre pasado se informó de que en el cuatrimest­re anterior se habían triplicado hasta 34.000 el número de instalacio­nes respecto al primer cuatrimest­re de 2020 -, se observa una mayor fidelidad de los clientes, un reforzamie­nto y revaloriza­ción de la marca de referencia y una reducción de los costes de retención. Con motivo de la pandemia, los medios de comunicaci­ón se han hecho eco de la formidable capacidad de respuesta de los operadores ante incremento­s enormes e imprevisto­s del tráfico impuestos por las circunstan­cias personales y colectivas sobrevenid­as y sin embargo ese aumento tremendo de la actividad no se ha reflejado en un aumento de los ingresos de los operadores, que en los mercados más desarrolla­dos y disputados, como el español, en parte por las dinámicas comerciale­s mencionada­s, que impulsan una demanda

El sector comparte tres rasgos: volatilida­d, inestabili­dad e irrelevanc­ia

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EE Una usuaria prueba un smartphone en un establecim­ientos de telefonía móvil.

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