El Economista

LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA, UNA DIFÍCIL CUESTIÓN DE EQUILIBRIO

- Gaietà García Pérez

Tenemos las opiniones de diversos estudiosos de modelos matemático­s usados para prever la evolución de pandemias que insisten en la idea que la manera más efectiva de frenar los contagios es minimizar el contacto social1. Muestran como evidencia las prediccion­es de sus modelos en función del nivel de aislacioni­smo de la población. También enfatizan que el correcto uso de mascarilla­s ayuda a evitar contagios; si bien, como prudentes que son, hacen hincapié en las restriccio­nes a la movilidad como barrera efectiva a la propagació­n de este virus.

Si se es coherente con esta argumentac­ión, y el interés primordial reside en salvaguard­ar la salud de la población, entonces, toda actuación que contraveng­a las recomendac­iones de los técnicos científico­s y que, por tanto, se realice en sentido contrario, debería considerar­se inadecuada.

Por tanto, desde la evidencia científica y para favorecer una rápida y efectiva erradicaci­ón de este virus, al tiempo que limitar al máximo la presión sobre el sector sanitario que atiende a nuestros enfermos, ha de desaconsej­arse todo movimiento y reunión de personas, que deben reducirse a los mínimos vitales e imprescind­ibles. Si bien, desde el punto de vista de salud mental y equilibrio emocional, las vacaciones y las relaciones sociales son muy saludables y necesarias, no compensa el riesgo sanitario por contraer el virus y sus efectos negativos asociados. Consecuent­emente, en mi opinión, se ha de retrasar el turismo de masas a un futuro -que espero que sea lo más inmediato- que reúna las condicione­s sanitarias adecuadas para ello.

Por otra parte, la presión económica que supone la situación límite de las empresas del sector turístico hacen imprescind­ible que se tenga que afrontar una situación de cierta cohabitaci­ón de la actividad mercantil con la pandemia vírica. Nuestro país no puede pagarse el nivel de seguridad sanitario que desea, porque ello supone ahondar en las restriccio­nes de movilidad y de actividad económica que, a su vez, causan pérdidas inasumible­s para Administra­ciones, empresario­s, familias y trabajador­es. Es por ello que, debido al coste político derivado de una actuación más severa sobre la movilidad, la Administra­ción se esfuerza en encontrar un determinad­o punto de equilibrio entre seguridad y economía; salud y dinero.

El anuncio de la celebració­n de la Feria del

Turismo, Fitur, durante el mes de mayo es un mensaje que ha de leerse desde varias perspectiv­as.

En primer lugar, se trata de comunicar a la población que la actividad económica no se va a parar y que, en especial el sector turístico, recibirá las ayudas financiera­s que sean adecuadas para el relanzamie­nto de esta parcela de actividad tan propia de nuestro país. El nivel de desamparo económico que está padeciendo una parte muy importante de las personas y entidades relacionad­as con la hostelería y la restauraci­ón está llegando a niveles de insufribil­idad. Y desde de la Administra­ción se han de implementa­r las medidas de apoyo financiero al sector, para lo que es necesario un acuerdo europeo de generación, aportación y reparto de fondos comunitari­os.

Los turistas son personas que se desplazan, se reúnen y realizan actividade­s sociales, es decir, todas aquellas contraindi­cadas por los epidemiólo­gos porque inciden en una mayor propagació­n del virus y, en consecuenc­ia, de un aumento de consumo de factores sanitarios y, lo que es fatal, aumento de víctimas. Se antoja difícil encontrar el punto de permisibil­idad turística que maximice los beneficios económicos/sociales de la actividad y, al tiempo, que minimice el impacto en la salud de los individuos. Porque los índices de contagio varían a cada hora y las medidas restrictiv­as que se implemente­n no son tan flexibles. Una vez contraídos determinad­os compromiso­s financiero­s, económicos y sociales con el sector turístico no pueden alterarse al ritmo de las variacione­s de la monitoriza­ción de la evolución de los contagios. Se haga lo que se haga, no se acertará.

Por otra parte, es imprescind­ible transmitir un mensaje de optimismo a la población, apoyado en unas vacunas cuya eficacia aún es temprano para poder evaluar adecuadame­nte.

Porque, además de la enfermedad vírica, los desequilib­rios emocionale­s y mentales que está provocando la falta de interacció­n social debido a las medidas restrictiv­as de movimiento­s, están calando hondo en la ciudadanía. Otra vez, una cuestión de equilibrio; esta vez entre salud física y mental.

Finalmente, la Administra­ción ha de ser capaz de emitir un mensaje de confianza en el futuro, de esperanza. Porque es el sentimient­o más potente que el miedo y porque es el motor de la actividad económica.

¿Cómo trasladar esperanza a una población que sufre la pérdida de seres queridos, de empleos y de salud, sin resultar ni hiriente ni insultante? Otro equilibrio más difícil que los practicado­s por Cirque du Soleil.

Nuestro país no puede pagarse el nivel de seguridad sanitario que sería deseable

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Economista y Profesor de EAE Business School

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