La deuda de MásMóvilEuskaltel se sitúa en cinco veces beneficio operativo
el epicentro de la transformación del mercado a través de una estrategia singular de pluralidad de marcas apoyada en la disponibilidad de recursos de red en condiciones cada vez potencialmente más ventajosas, en la medida en que representa una cuota creciente de la demanda en el mercado mayorista. Sencillo y directo en sus planteamientos comerciales, MásMóvil rompe con los parámetros habituales de la competencia entre los primeros tres operadores tradicionales, que aún cuando a finales de 2020 ostentaban una cuota de ingresos de cerca del 73, ven como la misma viene cayendo (muy probablemente la cuota actual de MásMóvil sumando todas las marcas bajo su órbita, incluidas las de Euskaltel esté próxima al 90 por ciento de la de Orange, su proveedor de red móvil y número tres a nivel nacional), a la vez que tienen que mantener un ritmo intenso de inversión, en espectro, en contenidos, en renovación de red, que sin duda creará tensiones financieras y tal vez pueda explicar los relevos recientes en las cúpulas de alguno de los operadores afectados.
Entidad habilitadora La figura de Más Móvil se parece a lo que en la jerga del sector se llama una entidad “habilitadora” (en inglés, “virtual network enabler”), que facilita con un alcance determinado los recursos técnicos necesarios para la oferta de los servicios de conectividad por las distintas marcas, generando sinergias limitadas entre las mismas, que mantienen su personalidad jurídica y comercial -tal vez con una orientación de mercado diferenciada (por ámbito geográfico, nivel de renta de los clientes o combinaciones de producto) y normalmente desarrollada antes de su adquisición por el accionista común, cuya prioridad es la captura de cuota de mercado para lograr el aumento de los ingresos y en última instancia del valor del grupo, lo que es coherente con los modelos de rápido crecimiento del negocio que impulsan las decisiones de inversión de las firmas de capital privado, con un horizonte determinado de permanencia en el capital (tras varios años como empresa cotizada, actualmente MásMóvil está controlada por varias de esas firmas). En menor escala y con sus propias circunstancias, otros operadores virtuales se encuentran en una situación similar, pues a la postre las telecomunicaciones son un negocio de gran consumo, susceptible de generar, con una gestión acertada, una plusvalía muy notable a expensas de la posición inicialmente aventajada de los operadores históricos.
A estas alturas, la paradoja de esta auténtica “suma cero” que revela el éxito incuestionable de los operadores virtuales y la imponente creación de valor por los usuarios de las telecomunicaciones es que probablemente una parte sustancial de las inversiones recientes del sector sea redundante e innecesaria. Para entenderlo basta con fijarse en otro negocio liberalizado en los últimos años, el del suministro eléctrico. En este caso, la evolución de la composición y remuneración de las diversas fuentes de energía (“mix de generación”), la adaptación de las redes de alta y media tensión a los puntos de consumo y la existencia previa de redes únicas de distribución explican que el desarrollo del mercado libre de comercialización minorista no haya requerido la multiplicación de infraestructuras en concurrencia evitando enormes dispendios -basta recordar, por ejemplo, la ruinosa y litigiosa compra de ONO y las cableras a ella asociadas por parte de Vodafone-, sin demérito de la experiencia de servicio del cliente final. De hecho la superposición de infraestructuras de acceso fijo y móvil (“última milla”) no aporta per se más capacidad -en tanto no se compartan recursos “nucleares” propios de la correspondiente malla de clientes- ni más seguridad, pues frecuentemente comparten ciertos elementos pasivos, como ductos, tendidos o emplazamientos.
Conscientes de que un acuerdo privado entre competidores puede ser más ventajoso y menos engorroso que el que pudiera imponerles el regulador (en España, la CNMC), los operadores han venido dando forma a convenios para la compartición de infraestructuras a precios que permiten obtener una rentabilidad aceptable sobre la inversión. No obstante, la recuperación de la inversión depende del éxito de las campañas comerciales, en las que hemos visto los operadores virtuales tienden a ser más efectivos, mientras el coste de capital de los operadores de red sigue encareciéndose a consecuencia de sus magros resultados, en un ciclo depresivo que fomenta la profusión y la expansión “periférica” de los operadores virtuales. Esto explica que tanto bancos como inversores en capital consientan un apalancamiento muy superior para los operadores virtuales que para los operadores de red (MásMóvil tras la compra de Euskaltel debe situar su deuda en torno a 5 veces el beneficio operativo (OIBDA), mientras Telefónica se empeña en situar ese múltiplo
alrededor de 2,5 veces. Por otro lado, la regulación del mercado, que prima el beneficio para el usuario medido en función de la reducción del precio mediante la competencia a nivel mayorista, impide la “desintermediación” de los operadores virtuales, que como es notorio también forman parte discretamente de las estrategias comerciales de los operadores de red. Así que empleando un símil de otro sector tal vez igualmente convulso, en las telecomunicaciones seguirá habiendo “agencias de viajes”, que organizan, enriquecen y facturan experiencias de viaje sin proveer medio alguno de desplazamiento y alojamiento y por ello menos expuestos a los vaivenes de las preferencias de los clientes.
En el entorno descrito, está por ver cuál es
Probablemente se agudice la competencia a nivel mayorista
el efecto en los negocios de telecomunicaciones de los proveedores de servicios de valor añadido (en inglés, “OTT”) que disfrutan singularmente de economías de escala y personalización por la acumulación consentida de datos de uso. Igualmente debemos esperar posibles emparejamientos entre marcas no competidoras para la venta cruzada de servicios, en la que Más Móvil se ha adelantado mediante su propia oferta de luz, primero a través de “EnergyGO” (tras adquirir a finales de 2020 la comercializadora “Lucera”) y ya con la marca propia. Quizás la separación de la titularidad de la base de clientes recurrentes de la prestación de los servicios (de modo similar al que aparentemente estaría abordándolo Repsol) abra otras opciones de monetización del negocio, con un inquietante alejamiento cada vez mayor entre las obligaciones de servicio y la propiedad de los flujos de caja asociados a la prestación del mismo. Volviendo a las telecomunicaciones, la dependencia de la red de otro operador por parte de los virtuales crea una presión notable a la baja en los precios mayoristas, especialmente cuando como ocurrirá tras la anunciada compra de Euskaltel por Más Móvil, se produce una concentración de la capacidad negociadora del lado de la demanda. Ante esa situación y teniendo presente la irrupción generalizada de los planes ilimitados de datos móviles (en la banda ancha fija no hay franquicia alguna y solo cabe pensar que pueda llegar a haberla en función de la velocidad contratada), probablemente se agudice la competencia a nivel mayorista, desistiendo los operadores de red de preservar los precios de cesión de sus infraestructuras y propiciando con ello una aceleración de las ventas a clientes finales y por ello de las conexiones. Todo ello avala la lógica de la separación estructural y la concentración de esfuerzos en contrarrestar las ventajas en la comercialización de los operadores virtuales.