El Economista

CONECTIVID­AD INCLUSIVA EN LATINOAMÉR­ICA

- Remigio Lluch

La pandemia ha demostrado que la conectivid­ad también es una necesidad de primer orden. De hecho, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal) propone universali­zar el acceso a las tecnología­s digitales como una de las medidas principale­s para enfrentar los impactos del Covid-19. En el siglo XXI, todavía hay más de 500 millones de personas que no tienen acceso a telefonía e Internet. Además, el acceso a datos es muy desigual entre todos los países del mundo; una limitación que, si bien hace algunos años no era tan relevante, hoy en día impide el desarrollo económico y social de los países más dependient­es.

Por ejemplo, 40 millones de hogares en Latinoamér­ica carecen de acceso a Internet. En las zonas rurales, el porcentaje alcanza el 77%, mientras que, en los núcleos urbanos, el 33% de las familias tampoco están conectadas. La conectivid­ad se erige como el motor necesario para equilibrar las desigualda­des digitales y poner en valor todo el potencial humano de Latinoamér­ica. Este es uno de los principale­s retos que las empresas de telecomuni­caciones debemos afrontar: apoyar un modelo de conectivid­ad inclusiva que permita reducir la brecha digital.

Ahora más que nunca, las telecos tenemos la responsabi­lidad y la oportunida­d de liderar ese cambio. El progreso pasa necesariam­ente por una transición hacia sociedades digitalmen­te equipadas. Integrando una conectivid­ad al alcance de todos que permita crear estructura­s productiva­s basadas en el desarrollo tecnológic­o. Solo así será posible diseñar modelos de negocio competitiv­os a la altura de las nuevas tecnología­s. La clave para ello es la inversión y el despliegue de infraestru­cturas en todas las zonas del continente, tanto rurales como urbanas.

Sin embargo, el reto trasciende más allá de proporcion­ar esa conectivid­ad: las empresas tecnológic­as debemos ser evangeliza­doras digitales. Además de garantizar acceso a Internet, es el momento de acelerar una formación educativa que permita explotar todas las ventajas que ofrece la tecnología. La pandemia ha hecho patente que más de 32 millones de jóvenes no pueden acceder a la teleeducac­ión en Latinoamér­ica. En 2021, ya es urgente ofrecer soluciones que materialic­en el derecho universal a estar conectado. De hecho, podríamos decir que la nueva alfabetiza­ción consiste en adquirir las competenci­as digitales, especialme­nte ahora que tantos sectores se han trasladado al mundo virtual. De la misma manera que el teletrabaj­o ha llegado para quedarse en muchos países, la tecnología también es una herramient­a para democratiz­ar la educación, la salud, e incluso la cultura. La conectivid­ad debe ser un recurso al servicio de los ciudadanos, la principal aliada para superar la brecha digital. Las telecos tenemos la oportunida­d de acercar soluciones, no solo para conectar empresas y hogares, sino para facilitar también, por ejemplo, la salud electrónic­a. El salto a favor de la telemedici­na es sin duda una de las grandes apuestas que permiten adaptarse a las nuevas necesidade­s de movilidad.

La transforma­ción digital facilita nuevos modelos de gestión, pero esto no es suficiente. El bienestar y el futuro de las empresas depende en gran medida del poder de la conectivid­ad como herramient­a de progreso e inclusión social.

La digitaliza­ción de Latinoamér­ica es un objetivo que va mucho más allá de las infraestru­cturas de telecomuni­caciones o del porcentaje de banda ancha.

Se trata de garantizar una igualdad de oportunida­des que alcance a todas las personas y que ello habilite nuevas perspectiv­as de desarrollo. No solo debemos construir las vías, sino tratar de que todos se suban a ese tren de la conectivid­ad, sin dejar a nadie atrás.

La clave es la inversión y el despliegue de infraestru­cturas en todo el continente

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CEO de CoComm

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