LOS SALARIOS DE LA ALTA DIRECCIÓN, EN EL PUNTO DE MIRA
En estos días de fusiones y anuncios de Ertes en nuestro sistema bancario, las declaraciones de nuestra ministra de Economía, Nadia Calviño, que ha llamado a la prudencia en las retribuciones de la alta dirección, han puesto el dedo sobre una vieja herida. Es una herida que lleva abierta más de una década.
La necesidad de coherencia entre los resultados económicos de cualquier organización y los salarios de sus directivos lleva debatiéndose desde la crisis de 2008, provocada por las hipotecas subprime y también la pésima gestión de muchos altos ejecutivos financieros. En medio de la recesión, el ciudadano medio vio cómo numerosos bancos, rescatados a costa del dinero de todos los contribuyentes, pagaban a sus altos ejecutivos el bonus destinado a premiar una gestión excelente que nunca existió. Hubo, y todavía hay, una percepción general de agravio comparativo y una caída en reputación de los grandes directivos y corporaciones.
Cualquier alto ejecutivo tiene dos misiones fundamentales: En primer lugar, alcanzar los objetivos de negocio. En segundo lugar, y no menos importante, es ser un ejemplo a seguir, un modelo de buena conducta. Una muy conocida y prestigiosa empresa de tecnología tuvo hace unos años que anunciar despidos y reducciones de salarios a todo su personal. La dirección de la compañía, que disponía de coches de gama alta para sus desplazamientos, renunciaron a los mismos. El mensaje fue muy valioso para todo su personal y también para accionistas y clientes. En momentos duros, es importante demostrar
Urge coherencia entre los resultados de una organización y los sueldos de sus directivos
austeridad y disposición a “apretarse el cinturón”. Una de las primeras medidas de la ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Arten, durante la crisis del Covid-19 fue reducir el salario de todo el equipo de gobierno. Muchos pueden pensar que son políticas de gestos, pero son gestos que mandan un mensaje muy claro: todos vamos a sacrificarnos, comenzando por los mas poderosos.
Las tendencias en retribuciones de la alta dirección en la última década conceden un peso de más del 50% del salario a objetivos variables ligados a los resultados de negocio. El propósito es claro: si se alcanzan los resultados, y solo entonces, se percibe la parte correspondiente de la retribución. Esta lógica, aplicada de forma honesta y no torticera, debe ser la base de una adecuada política de retribución de directivos: Ejecutivo, cobrarás ese variable de tu salario si has conseguido los resultados esperados.
En el momento actual, la empresa no es solo responsable ante sus accionistas, sino que lo es también ante toda la sociedad. Y nuestra sociedad exige un cambio. La falta de empatía en estos momentos por parte de los altos directivos, negándose a ceder parte de sus muy desproporcionados salarios, puede tener un impacto real en resultados de negocio a medio y largo plazo. La reputación de una organización es un intangible delicado y hay muchos aspectos intangibles que pueden inclinar la balanza de los clientes en otra dirección. La buena reputación y las buenas prácticas empresariales son, cada vez más, beneficio real para las organizaciones. No pueden ignorarse.
Altos ejecutivos: sean verdaderos líderes. No tengan miedo a ser un ejemplo de austeridad y generosidad. Sus empleados, sus clientes y toda la sociedad les respetarán. Recuerden que el respeto es la piedra angular del éxito de su negocio.