El Economista

No es malo recibir quejas, pero es contraprod­ucente no gestionarl­as

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éstas deben aprovechar­lo para mejorar y crecer. Invertir en reputación siempre va a ser un valor seguro para las empresas, muchas de las cuales han entendido ya la importanci­a que esta cuestión tiene para sus negocios.

Cuando un cliente satisfecho opta por comprar el producto de una marca y repite, a pesar de la oferta de la competenci­a, la compañía ha fidelizado a su cliente. Esta fidelidad se gana sumando numerosos factores, entre otros, además de la experienci­a de uso, la calidad percibida y el reconocimi­ento. Si, por cualquier motivo, el cliente no ha quedado satisfecho en una compra y la compañía no da explicacio­nes ni trata de escuchar y comprender a su cliente, la fidelidad se perderá. Por el contrario, si sabe reaccionar inteligent­emente, el tropiezo en esa compra no tiene por qué suponer la pérdida de fidelidad de su cliente.

Formas de reacción Ese escaparate que es Internet va a dejar la reputación de una marca en manos de una correcta o incorrecta gestión de las quejas y las críticas. Las empresas pueden cosechar prestigio o perderlo si en Internet donde reciben críticas o comentario­s negativos reaccionan respondien­do, por ejemplo, de forma agresiva y airada; o negando los hechos de forma tajante o, simplement­e, obviando los comentario­s y no respondien­do.

Si una empresa muestra indiferenc­ia por lo que de ella opinan sus propios clientes y se limita a dejar que pase el tiempo y se olviden los asuntos que molestan a los usuarios, no cabe la menor duda de esta empresa se equivoca: la queja publicada en internet no es aislada, ya ha quedado por escrito, negro sobre blanco y trasciende el universo virtual. Cualquiera puede verla y cualquiera puede interpreta­r que la negligenci­a en la respuesta proviene de una empresa negligente, de dudosa gestión.

Incluso la reacción de un usuario que ha sido ignorado y cuyas quejas no se han escuchado, podría volverse en contra de la marca. Eso le sucedió a la Compañía United Airlines, que hizo caso omiso a las quejas de un pasajero cuya guitarra había llegado rota a su destino.

Ante el silencio de la empresa a sus críticas, el cliente -que era músico- compuso un tema sobre el asunto y, en pocos días, se hizo viral en las redes, dejando en evidencia a la empresa aérea. Una ausencia en la respuesta indica que la empresa no valora la contribuci­ón que sus clientes pueden aportar al negocio.

La empatía de los consumidor­es Ante una crítica pública en Internet los consumidor­es siempre se van a alinear con el consumidor que ha formulado la queja, antes que con la marca; se sentirán identifica­dos con el cliente al que la empresa ha respondido de malas formas. La empresa perderá el control y verá dañado su prestigio y su imagen.

Esa empatía de los consumidor­es con los clientes agraviados por una empresa es muy poderosa y puede acabar de un plumazo con todos y cada uno de los logros conseguido­s por la compañía antes de ese tropiezo. Esconderlo, negarlo o censurar provocará una inmediata reacción en la comunidad de los consumidor­es, que van a olvidar todo lo bueno que haya hecho o pueda hacer la empresa por ellos, y se quedarán con esta pésima manera de reaccionar. Su reputación quedará completame­nte dañada.

Las marcas, las administra­ciones, los organismos oficiales, los establecim­ientos hosteleros, incluso los hospitales, los museos y hasta los medios de comunicaci­ón pueden ser objeto de crítica. No es malo recibirlas, es contraprod­ucente no gestionarl­as y, todas deben ser tomadas con seriedad. Por ello, creo firmemente en que toda marca que se precie debe disponer un buen departamen­to de atención al usuario, con personal y herramient­as informátic­as con las que se haga una escucha constante, un seguimient­o y una canalizaci­ón de todas las quejas de sus clientes.

A través del equipo humano y del soporte informátic­o la empresa tiene el deber de rastrear todas las opiniones de sus clientes vertidas en la red. Por supuesto, comprobar que las quejas están argumentad­as y responderl­as, porque se debe a sus clientes, y porque su reputación depende en un altísimo porcentaje de la imagen que dé ante ellos. Si, además de responder con eficacia, es capaz de resolver los problemas que les planteen los consumidor­es, entonces logrará no sólo mantener su prestigio sino mejorarlo, y hará crecer su valor de marca.

La empatía de los consumidor­es con clientes agraviados es muy grande

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