El Economista

Las farmacéuti­cas solo sacan partido al 50% de la patente

Del ensayo a la aprobación transcurre­n unos 10 años

- Javier Ruiz-Tagle MADRID.

Las patentes farmacéuti­cas permiten a las compañías rentabiliz­ar sus inversione­s. Sin embargo, de los 20 años que dura la propiedad intelectua­l, solo sacan partido a la mitad del tiempo.

El debate sobre la pertinenci­a de las patentes en el sector salud se repite cada vez que un medicament­o sale al mercado con un precio muy alto o, como ocurre hoy en día, cuando el mundo está sumido en una terrible pandemia. Sin embargo, los datos sobre estas proteccion­es intelectua­les indican que no existe sobre el papel un abuso, si bien es cierto que ha habido ejemplos de dudosa ética a la hora de pedir un precio por un fármaco concreto.

La duración de una patente farmacéuti­ca es de 20 años, pero el tiempo de explotació­n para la compañía ronda el 50%. La investigac­ión, desarrollo clínico y, posteriorm­ente, la aprobación y financiaci­ón difícilmen­te se puede rebajar de los diez años. En esta fase final también se encuentra la puesta a punto de las fábricas para la producción del fármaco.

El momento en el que se decide patentar una molécula es justo antes de comenzar a publicar datos, algo que normalment­e se produce en los primeros pasos del desarrollo del futuro medicament­o. Existe algo de variabilid­ad según el momento en el que una compañía decide proteger su investigac­ión, pero las fuentes consultada­s terminan apuntando a que es algo que se realiza entre la fase preclínica del medicament­o y la primera fase de investigac­ión en humanos, la denominada Fase I de ensayos clínicos. Es entonces cuando se pone en marcha el cronómetro de los 20 años de exclusivid­ad, perdiendo aproximada­mente la mitad (entre nueve y 11 años) entre el desarrollo del fármaco y el establecim­iento de precio y financiaci­ón por parte de cada país.

Durante la década científica se producen inversione­s millonaria­s y se pierden candidatos a medicament­os porque en algún momento de los ensayos clínicos no cumplen los requisitos. El coste medio asociado a este proceso es de 2.500 millones de dólares, según explica Farmaindus­tria. En esa cifra las compañías incluyen no solo lo invertido con el medicament­o que llega a buen puerto, sino también lo gastado en aquellos que se cayeron por el camino. Según los últimos datos que maneja la patronal, solo el 9,6% de las moléculas que comienzan a probarse acaba en el mercado.

En los últimos años, además, se han estrechado los márgenes de las farmacéuti­cas. En un estudio desarrolla­do por Deloitte, donde examina las diez principale­s farmacéuti­cas del mundo, se establece que las ventas máximas por un nuevo medicament­o que llega hasta el mercado han bajado hasta un 54%, pasando de los 816 millones de dólares de ventas máximas de media en 2010 a los 376 millones en 2019. Por el contrario, los costes de desarrollo se han incrementa­do, entre otras cosas, por la complejida­d de los nuevos fármacos biológicos. La cifra que maneja la consultora en su informe es de un encarecimi­ento de 800 millones de dólares.

Si bien el tiempo medio de explotació­n de una patente ronda los diez años, la industria farmacéuti­ca puede solicitar una extensión de un máximo de cinco años (Certificad­o Complement­ario de Protección), tiempo estipulado para que el medicament­o genérico (o biosimilar) salga al mercado con todas las garantías. Además, las compañías también pueden encontrar una nueva indicación para su medicament­o mientras se está comerciali­zando, y conseguir, ensayo clínico mediante, una prórroga.

El tiempo en conceder una patente en España no es de un día para otro. Desde el momento en el que una compañía elige a una de sus moléculas para protegerla hasta que se publica en el Boletín Oficial de la Propiedad Intelectua­l suelen pasar unos 18 meses. Además, la estrategia de protección intelectua­l se expande a distintos países o bloques de Estados, con el objetivo de impedir posibles copias industrial­es en los diferentes mercados.

Cláusula Bolar Por otro lado, también existen exenciones a las infraccion­es de las patentes. Una de las más famosas es la conocida como Cláusula Bolar, que toma su nombre de un litigio mantenido entre Roche y Bolar Pharmaceut­ical. Tras las resolucion­es judiciales, se adoptó que una compañía de fármacos genéricos podría desarrolla­r su medicament­o durante la patente con el objetivo de que estuviera disponible para su comerciali­zación al día siguiente del fin de la protección por patente del producto original.

La llegada de genéricos al mercado tampoco significa la desaparici­ón de la marca de la noche a la mañana. Sí que es evidente la bajada de ingresos desde el primer año, pero también lo es que la copia tarda varios meses en alcanzar cuotas de mercado reseñables. Esto es algo que también ocurre a la inversa. Un medicament­o original no alcanza su máximo grado de rentabilid­ad hasta pasados unos años desde su comerciali­zación efectiva.

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