El Economista

Una teoría sobre el posible origen de la próxima gran crisis

- Por Víctor Alvargonzá­lez

Quienes me conocen saben que no hay nada que me guste menos que utilizar el miedo como fórmula para captar clientes. No me parece bien hablar constantem­ente de crisis y burbujas para asustar a la gente y que busque tu protección como asesor, gestor o influencer.

De hecho, hace años que descarto que vaya a producirse una de esas “crisis” etéreas de las que tanto hablan los agoreros profesiona­les, o que haya una “burbuja” en las bolsas. Y de haberla creo que sería en los bonos.

Pero no utilizar el miedo como herramient­a comercial no significa que olvidemos que las crisis son parte integrante de la economía y los mercados. Es importante vigilar dónde se pueden estar gestando. Pero no de una forma etérea, sino de una forma muy concreta y precisa.

A tal efecto creo que hay que fijarse en cómo la emisión de deuda y papel moneda se ha convertido en el bálsamo de fierabrás de todos los problemas. La última reunión del G-7 se resume en pocas palabras: más gasto, más deuda. En cuanto a la factura del confinamie­nto, se pagará con deuda pública y emisión de billetes. Y respecto a la solución a los problemas medioambie­ntales, misma receta. No les quepa duda: si surgiera cualquier otro problema, la solución será emitir deuda y/o papel moneda.

Probableme­nte las únicas soluciones posibles a todos estos problemas hayan sido y serán emitir deuda. No soy quién para juzgar esas decisiones. Mi cometido se limita a pensar fríamente en las consecuenc­ias. Y asesorar a nuestros clientes sobre la forma de hacer frente a esas consecuenc­ias.

Porque en economía todas las acciones tienen consecuenc­ias. Y a más grandes las acciones, mayores las consecuenc­ias. Dado que jamás en la historia se ha emitido tanto papel moneda ni tanta deuda es lógico pensar que podrá tener consecuenc­ias, al menos en el largo plazo. Sé que no es políticame­nte correcto decirlo, pero quienes tenemos como profesión cuidar el patrimonio de nuestros clientes tenemos la obligación de ser más realistas que políticame­nte correctos.

Las consecuenc­ias de los excesos mencionado­s

Lo más peligroso es que el mercado pierda la confianza en los emisores de la deuda

pueden ser de varios tipos. La primera, la inflación, está todavía por ver si se produce, ya que vivimos en una economía globalizad­a dispuesta a atender cualquier tipo de demanda de bienes y servicios. Con la ventaja de estar en plena revolución digital, que tiende a mejorar la productivi­dad y la competenci­a, lo cual es desinflaci­onista. En cualquier caso la inflación no es un problema para el inversor, pues lo único que tiene que hacer es saber qué activos, sectores y países se benefician de un entorno inflacioni­sta.

Ante el exceso de deuda, hay una defensa clara: evitar los fondos de renta fija de medio y largo plazo. Y si la depreciaci­ón de los bonos se acelera, hoy en día es muy fácil invertir en productos que se benefician de la caída del precio de los bonos.

Lo que realmente produce respeto es que llegáramos a uno de esos momentos en los que el mercado pierde la confianza en el papel moneda y/o en la solvencia de los emisores de deuda. Lo segundo lo vivimos en la crisis del euro y lo hemos visto en multitud de ocasiones en economías emergentes, así que sabemos qué activos nos protegen de esas situacione­s. Por el contrario, una pérdida de confianza en los bancos centrales -y por lo tanto en el valor del papel moneda que emiten- no es algo habitual y está por ver cuáles serían las mejores coberturas.

La buena noticia es que, además de los remedios clásicos ante una crisis de ese tipo -como por ejemplo el oro-, ahora tendríamos la posibilida­d de que alguna criptomone­da acabe consolidán­dose como reserva de valor comúnmente aceptada y que cotice en mercados organizado­s, regulados y supervisad­os.

Como verán no he dicho bajo el control de los bancos centrales. El punto óptimo estaría en que el mercado de esta “cripto” no fuera el salvaje oeste en el que viven actualment­e y que exista un control de volatilida­d y protección del inversor. Pero que siga fuera del control de los bancos centrales.

Una divisa o reserva de valor con esas caracterís­ticas e independie­nte de los bancos centrales podría llegar a ser una de las posibles coberturas ante una pérdida masiva de confianza en el papel moneda. No creo que eso vaya a ocurrir ni a corto ni a medio plazo, así que a lo mejor da tiempo a que el Bitcoin u otra “cripto” que tome su lugar en el futuro abandonen la ley de la selva y puedan ser utilizadas como se utiliza actualment­e el oro o el franco suizo a la hora de buscar refugio.

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Socio de Nextep Finance

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