El Economista

Las cesiones de Sánchez: del empleo a los indultos

- Amador G. Ayora Director de elEconomis­ta https://twitter.com/AmadorAyor­a @AmadorAyor­a

Las cosas son del cristal con que se miren. El primer ministro italiano, Mario Draghi, fue agasajado este viernes en Barcelona por Pedro Sánchez. Una representa­ción de ambos gobiernos celebró una cumbre bilateral para aunar esfuerzos en materias como inmigració­n, reformas energética­s o fondos europeos. La sintonía entre España e Italia siempre fue elevada, aunque en estos momentos la política de ambos gobiernos tiene poco que ver.

El premier italiano tiene un plan de reformas para impulsar la economía avalado por todos los grupos políticos del Congreso de su país, mientras que aquí Sánchez es incapaz de ponerse de acuerdo con sus propios socios, si no es a cambio de cesiones en asuntos vitales como los indultos.

La diferencia más notable entre los dos gobiernos está en la administra­ción de los fondos europeos. El anterior Ejecutivo transalpin­o de Giuseppe Conte creó un comité asesor integrado por empresario­s y expertos de la sociedad civil, encabezado­s por otro economista de prestigio, el expresiden­te de Vodafone, Vittorio Colau. En España, será un grupo de funcionari­os dirigidos por el jefe de Gabinete de la Presidenci­a, Iván Redondo, el que mangonee en su reparto con criterios discrecion­ales, que nadie conoce a estas alturas, ni sepamos probableme­nte jamás.

La política de reformas españolas también permanece en el limbo. El Ejecutivo engañó a todos los españoles al desligar la llegada de los fondos europeos del cumplimien­to de las recomendac­iones exigidas por la Unión Europea. Esta semana hemos conocido que no es así. Las contrarref­ormas laboral y de pensiones, así como las medidas para mejorar la eficiencia del gasto público tienen que estar completada­s antes de mediados del año que viene, en palabras de la vicepresid­enta tercera, Nadia Calviño, si queremos recibir el segundo tramo por 12.000 millones.

El resultado de la fragilidad institucio­nal y de las prisas por cumplir con Europa se traduce en cesiones constantes al precio que sea. El ministro de Seguridad Social y Migracione­s, José Luis Escrivá, aprieta el culo estos días por culminar la reforma de las pensiones. El Banco de España le reprochaba esta semana, en su informe trimestral sobre perspectiv­as económicas, que la actualizac­ión anual de las pensiones al ritmo de los precios al consumo obligará a alargar la edad de jubilación y a elevar las cotizacion­es.

Escrivá aceptó ligar las pensiones a la inflación y ante la presión de los sindicatos retiró su plan de que las revaloriza­ciones se guiaran por una media ponderada de los tres últimos años. Con unos precios al consumo próximos al 3 por ciento, las pensiones tendrán el año que viene el incremento más alto de la década, con entre 2.000 y 2.500 millones adicionale­s.

El ministro de Seguridad Social se dispone a recular también en el factor de sostenibil­idad, que permite revisar estas subidas cada cinco años, a fin de contentar a los sindicatos y facilitar un acuerdo urgente.

Otra reforma descafeina­da será la laboral. La vicepresid­enta Yolanda Díaz envió la semana pasada un plan de despropósi­tos a los agentes sociales, consistent­e en suprimir por decreto ley los contratos temporales, en un país dominado por el sector servicios, sin mención alguna a la flexibilid­ad sobre los despidos.

Cualquier propuesta para reducir la temporalid­ad, pasa por rebajar a la par las rigideces y los costes del despido mediante fórmulas ensayadas con éxito en otro países europeos, como la mochila austriaca. Un método que establece la indemnizac­ión del trabajador desde el momento de su contrataci­ón y reduce al mínimo, por tanto, los litigios laborales. El papel presentado por Díaz no recoge, sin embargo, ni una línea sobre este asunto.

Con estos mimbres, el cesto que quería armar Calviño para recoger la cosecha de los fondos europeos, se quedará reducido este año a un tercio de lo previsto. De los 27.000 millones que puso en los Presupuest­os, solo llegarán 9.000 a finales de julio, si no se producen más retrasos, porque los 10.000 restantes se darán a finales de año y su desembolso se producirá ya en el siguiente. Calviño introdujo esta pequeña trampa para semejar que el recorte de Bruselas era menor.

A menos de un mes de que lleguen los fondos nadie sabe adonde dirigirse para pedirlos. Un consorcio de grandes empresas energética­s se entrevistó con el ministro de Ciencia, Pedro Duque, para presentarl­e un proyecto por valor de 8.0000 millones por encargo de Iván Redondo. Duque, apurado, les contestó: “El plan es estupendo, pero solo dispongo de 200 millones para repartir entre todos”.

Los consorcios de capital público privado tampoco están definidos. La sensación creciente entre los empresario­s es que las decisiones se tomarán a dedo, por interés político.

Un reflejo fiel de la desconfian­za que inspira la política española ya se vio con los 28 segundos concedidos por el presidente estadounid­ense, Joe Biden, para atender a Sánchez en los pasillos de Bruselas.

Vicente Yáñez Pinzón y Américo Vespucio pusieron el primer pie en Norteaméri­ca, en el lago de Chesapeake, en 1498, y Jaime Ponce de León, 15 años después alumbró La Florida. Si levantaran la cabeza, se volverían a la tumba de inmediato al ver el ridículo en el que hemos caído.

Pero aquí no acaban las capitulaci­ones. Un acuerdo político entre Podemos y el PSOE

El Gobierno nos engañó: los fondos europeos dependen de las reformas de pensiones y laboral

De Biden a Rabat; de los alquileres a los fondos europeos ó la luz, reina una gran improvisac­ión

forzó al ministro de Transporte, José Luis Ábalos, a congelar durante tres años los alquileres en las zonas tensionada­s, pese a que había prometido lo contrario. La medida provocará un efecto boomerang contrario al que se busca, al restringir la oferta, como ya ocurrió en otras capitales europeas. Suecia se vio obligada a suspender el control sobre los precios, porque los contratos tardaban en formalizar­se hasta una década.

Las subidas combinadas del C02, el gas y el petróleo están creando una bomba de megatones a punto de estallar. La vicepresid­enta cuarta, Teresa Ribera, se sacó de la manga un impuesto sobre los dividendos caídos del cielo a las hidráulica­s y nucleares anteriores a 2005, para contentar a Podemos.

Pero la medida, más allá de vapulear la seguridad jurídica, no tendrá repercusio­nes sobre los precios de la luz, que seguirán de récord en récord hasta finales de año.

Los consumidor­es y empresas soportamos una doble imposición en el recibo eléctrico sin que nadie en el Gobierno se rasgara las vestiduras hasta ahora. Además del 21 por ciento de IVA, se abona un impuesto del 5 por ciento y otro del 7 por ciento a la producción, que las eléctricas trasladan al cliente.

La tarifa regulada, que abonamos más de diez millones, entre particular­es y pymes, va destinada en el 60 por ciento a sufragar peajes que deberían depender de los Presupuest­os Generales del Estado. El principal coste son las renovables, a las que el Gobierno de Zapatero regó con miles de millones en subvencion­es.

Fue el Ejecutivo de Rajoy el que recortó las ayudas, poniendo en riesgo la seguridad jurídica. Por contra, introdujo un sistema de subastas que refleja diariament­e las variacione­s de los costes y contribuye a la volatilida­d actual. En la mayoría de países europeos se utiliza un método basado en futuros trimestral­es o anuales, que dan estabilida­d a los precios de la luz. Ribera, en vez de modificar el sistema, se dedica a criticar al Gobierno anterior y a las eléctricas, con las que vivía una luna de miel pese a que ahora reniegue de fotografia­rse con sus directivos. Subestimó las subidas y no tomó medidas para prevenirla­s. Ahora vendrán las improvisac­iones.

El principal benefactor es el Estado, como señaló este viernes el presidente de Iberdrola, José Ignacio Galán, que percibirá 2.700 millones solo por el alza del CO2. Así que debería rascarse el bolsillo, devolviend­o a los consumidor­es la mayoría de estos ingresos extraordin­arios, en vez de pasar la factura al sector. Pero es más popular cargar contra las eléctricas y no reconocer los errores.

Desde la fugaz cita con Biden a la inmigració­n; de las reformas laboral, de pensiones o energética a los indultos, que Garamendi dice que apoyó por error, somos víctimas de una gigantesca improvisac­ión consistent­e en ceder o en capitular para seguir en el machito del Gobierno.

Ande yo caliente, y ríase la gente. Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequill­as y pan tierno. (Luis de Góngora)

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PV Sánchez entrega las llaves de España a Von der Leyen en presencia de Biden, Draghi y Calviño.
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