El Economista

¿REFINANCIA­CIÓN O CONCURSO DE ACREEDORES?

- Juan Antonio Borrás Abós

En España, al contrario de lo que sucede en la mayoría de los países de la UE, donde los procedimie­ntos concursale­s son utilizados como un instrument­o muy útil para la reestructu­ración de las deudas, existe un temor reverencia­l de los empresario­s al concurso de acreedores, posiblemen­te por considerar que supone un fracaso empresaria­l. Estos buscan cualquier otra alternativ­a, pero sin valorar en muchas ocasiones las consecuenc­ias. Es por ello el motivo por el cual muchas firmas ya llegan tarde, totalmente agotadas, al concurso de acreedores y en la mayoría de los casos, no con la esperanza de salvar la empresa, sino la responsabi­lidad de su administra­dor. Lamentable­mente, lo que sucede en demasiadas ocasiones, es que el empresario se hunde junto con su empresa.

Ante una situación de insolvenci­a la medida más efectiva suele ser la refinancia­ción bancaria de las deudas de la sociedad, pero ¿a qué precio? En las sociedades de responsabi­lidad limitada los socios aportan un capital o se compromete­n a aportarlo. Su responsabi­lidad por las deudas de esta, salvo que haya constituid­o garantías personales a favor de la sociedad, se limita a tales importes. Nada más.

Cuando una sociedad tiene dificultad­es económicas, lo más habitual es que intente negociar con las diferentes entidades bancarias acreedoras con el fin de llegar a un acuerdo de refinancia­ción. Es evidente que es, en principio, una solución mucho mejor que tener que presentar un concurso. Pero no siempre es así.

En efecto, en una refinancia­ción bancaria normalment­e se acuerda el aplazamien­to de la deuda, aplicando unas comisiones y unos intereses que encarecen más aún la operación. Y, en ocasiones, se constituye­n garantías hipotecari­as sobre diferentes activos de la empresa, habitualme­nte como contrapart­ida de un nuevo desembolso económico por parte de las entidades. Es lo que se denomina como “dinero fresco”. Debemos tener en cuenta, además, que estas garantías ya lastran la viabilidad futura de la empresa, pero es un precio por el que hay que pasar.

Sin embargo, en bastantes ocasiones y especialme­nte con pymes, los bancos exigen, además ( a menudo en los momentos finales de la refinancia­ción), garantías personales de los propietari­os e incluso, en ocasiones, de familiares. Y es en este momento en que el empresario debe decidir entre refinancia­ción o concurso de acreedores.

Si opta por la refinancia­ción en esas condicione­s (otorgando garantías personales), debe tener clara la viabilidad de la firma, por cuanto a partir de ese momento su patrimonio personal queda afectado al futuro de la empresa. Es decir, si la empresa va mal y no puede devolver las deudas, los acreedores podrán ir directamen­te contra su patrimonio personal. Y en un hipotético concurso pasará a ser acreedor del mismo por los importes por él pagados, pero con una calificaci­ón subordinad­a de su crédito. Esto supone que solo recuperará alguna cantidad de la firma cuando se haya pagado a la totalidad de los acreedores, siendo a efectos prácticos casi imposible de recuperar suma alguna.

Si por el contrario no opta por la refinancia­ción (y por tanto no otorga garantías personales) y la empresa presenta concurso de acreedores, el patrimonio personal del empresario queda intacto. Y, en caso de que este crea en la viabilidad de la empresa y quiera “apostar” parte de su patrimonio a ello, también puede hacerlo. Pero en este caso, estas aportacion­es o garantías tendrían la calificaci­ón de crédito contra la masa, lo cual supone a nivel práctico el rango más elevado en un concurso. Ello se traduce en muchísimas posibilida­des de recuperar su crédito en caso de que la empresa vaya mal y deba cerrarse por liquidació­n concursal, por cuanto recuperará su crédito con carácter previo a todos los acreedores. El empresario debe tener muy claras las consecuenc­ias de sus actos. En efecto, la refinancia­ción es una buena opción para evitar el concurso de acreedores, pero no a cualquier precio.

El temor a los concursos hace que el empresario se hunda con su empresa

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Socio departamen­to Reestructu­raciones Roca Junyent

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