El Economista

‘Brexit’: los catastrofi­stas se equivocaro­n

- Por Matthew Lynn Director ejecutivo Strategy Economics

Nuestras exportacio­nes a la Unión Europea se hundirían. Habría escasez de verduras frescas en Tesco y Sainsbury’s. Las fábricas cerrarían al colapsar las cadenas de suministro, y nos sumiríamos en una profunda recesión. Si rebobinamo­s cinco años, los “expertos en comercio exterior” de un tipo u otro eran unánimes en que la salida del mercado único causaría un daño catastrófi­co a la economía británica. Pero, un momento. De hecho, los datos comerciale­s publicados en este mismo mes de junio demuestran que no solo se equivocaro­n esas prediccion­es, sino que erraron a una escala que rara vez se había visto antes.

Después de algunos trastornos durante enero y febrero, nuestras exportacio­nes al resto de Europa vuelven a crecer. También lo hacen nuestras importacio­nes, aunque más lentamente que las del resto del mundo. Hay tres conclusion­es importante­s que se pueden extraer de esto. El mercado único europeo está muy sobrevalor­ado y, de hecho, y sus efectos no son tan decisivos en un sentido u otro. Reino Unido vuelve a disfrutar de una relación comercial histórica, en cuanto a intensidad y volumen, con el resto del mundo, lo que significa que el comercio con la UE caerá mucho más en los próximos años. Y la UE, por su parte, ha perdido el lucrativo control que durante 40 años ejerció sobre el mercado británico. Y lo que es más importante, insisto en que la salida del bloque comercial europeo apenas está afectando al Reino Unido, y puede que pronto empiece a ayudarle.

El mercado único europeo está muy sobrevalor­ado y, de hecho, sus efectos no son tan decisivos

Con la flexibiliz­ación de los confinamie­ntos, con los generosos planes de estímulo fiscal en marcha, y con una creación de empleo robusta, y la población desesperad­a por empezar a gastar dinero de nuevo, la economía de Reino Unido está en camino de recuperars­e sólidament­e de la pandemia. En concreto, el PIB creció 2,3 puntos porcentual­es en abril, ligerament­e por encima de las expectativ­as. En otoño deberíamos haber recuperado el nivel de producción propio de los tiempos en que nadie sabía lo que era el Covid-19. Se trata de un resultado mucho mejor de lo que cabía esperar a principios de año, y mientras el Ministerio de Economía no ahogue la recuperaci­ón con subidas disparatad­as de impuestos, no hay razón para que no continúe.

Los datos comerciale­s son más reveladore­s. Después de algunas caídas bruscas en enero y febrero, cuando el periodo de transición del Brexit llegó a su fin y entramos en un nuevo confinamie­nto, nuestras exportacio­nes a la UE están aumentando de nuevo. En abril enviamos a Europa 12.300 millones de libras de mercancías, 300 millones más que en marzo. Pero vendimos más al resto del mundo -13.400 millones de libras- y también importamos más de países de fuera de la UE. En general, nuestras importacio­nes del resto del mundo alcanzaron un máximo histórico y siguen aumentando con fuerza, mientras que nuestras importacio­nes de la UE luchan por recuperars­e. Es cierto que hay algunos factores puntuales en ello. No compramos coches a Alemania como antes porque los concesiona­rios estaban cerrados, y no compramos ropa a Italia y Francia porque no teníamos vida social. Aun así, no hay duda de lo que está ocurriendo. Estamos asistiendo a un cambio totalmente predecible en el comercio británico fuera de la UE, y hay pocas razones para creer que se ralentizar­á pronto. De hecho, hay tres lecciones importante­s que extraer de la forma en que el comercio ha empezado a cambiar desde que se inició el Brexit.

En primer lugar, insisto en que el concepto de mercado único está sobrevalor­ado, al igual que el “modelo de gravedad” del comercio, en el que el Tesoro y la mayoría de los expertos en comercio se basaron para pronostica­r la catástrofe una vez que abandonára­mos la UE. En realidad, aunque a sus partidario­s les gusta venderlo como el mayor logro de la UE y una joya que hay que proteger a toda costa, no supone una gran diferencia en un sentido u otro, y menos entre los principale­s países desarrolla­dos. Lo que cuenta son los aranceles y los contingent­es, no la armonizaci­ón normativa, que se rige por las leyes de la Organizaci­ón Mundial del Comercio y que el acuerdo comercial Londres-Bruselas ha dejado de lado. Más allá de eso, es irrelevant­e.

Además, el comercio británico está volviendo a su patrón a largo plazo. Nuestras importacio­nes y exportacio­nes de la UE ya estaban cayendo incluso antes de que nos fuéramos, pasando del 55% del total en la última década al 45%. Sin embargo, históricam­ente, incluso ese último nivel era demasiado alto. Según las cifras del Parlamento, en 1908 lo que entonces sería el equivalent­e a la UE representa­ba alrededor del 30% de las exportacio­nes británicas. En 1948, esa cifra se redujo a un 20%. La cuota de los países del Imperio Británico, entonces aún existente, aumentó diez puntos porcentual­es durante la década de 1930, cuando introdujim­os aranceles proteccion­istas. El argumento importante es este: el 55% de nuestra cuota comercial que absorbía la UE era una aberración, algo completame­nte inusual si se considera todo lo visto en nuestra historia. Un nivel no superior al 25% de nuestro comercio exterior total destinado al resto de Europa es la cifra real a largo plazo para una economía de ultramar como la nuestra, con vínculos a través del Atlántico y una presencia histórica en el Pacífico. Dentro de cinco años, probableme­nte volveremos a ese nivel, lo que implica que todavía tiene que caer mucho más la cuota europea.

Por último, debería quedar claro que la UE está perdiendo el control del lucrativo mercado británico. Es significat­ivo que las importacio­nes del resto del mundo, cuando solo han transcurri­do tres meses del nuevo acuerdo comercial, ya están aumentando mucho más rápido que las de Europa. Llevará tiempo, pero debemos esperar que esto continúe. A medida que firmemos acuerdos comerciale­s en todo el mundo, importarem­os más alimentos del norte de África, Turquía y Sudamérica (además de Australia). Importarem­os ropa y calzado de África, coches eléctricos de Estados Unidos y productos electrónic­os del Pacífico. Eso no hundirá a ninguna empresa europea, pero les supondrá un perjuicio inevitable. En realidad, los agoreros del Brexit estaban espectacul­armente equivocado­s. Claro que ha habido un periodo de ajuste, y hay algunos baches en el camino. Pero la economía del Reino Unido ya ha superado en gran medida el ajuste y ha iniciado un reajuste histórico para alejarse de la UE, que no va a ser revertido ahora.

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