El Economista

CO2: cómo la UE y EEUU deben regularlo

- Por Simone Tagliapiet­ra y Guntram B. Wolff Economista y director del Instituto Bruegel

Este mes, el presidente Joe Biden se reunió con Charles Michel y Ursula von der Leyen en Bruselas para celebrar una importante cumbre Unión Europea-Estados Unidos que pretende relanzar la cooperació­n bilateral tras cuatro años en los que se ha marchitado. La eliminació­n de los aranceles vinculados al conflicto de Airbus y Boeing acaparó todos los titulares pero el cambio climático ha figurado en lo más alto de la agenda, lo que hace albergar esperanzas sobre el posible papel de los socios transatlán­ticos en el fomento de la descarboni­zación global.

Hay motivos para el optimismo. Las dos economías comparten hoy una ambición ecológica común y, al representa­r el 40% del producto interior bruto mundial y el 30% de las importacio­nes de bienes, otros países no pueden simplement­e ignorar lo que ocurre aquí. La pregunta clave es: ¿cómo pueden la UE y EEUU descarboni­zar a nivel nacional y al mismo tiempo crear un incentivo para que otros países avancen en la misma dirección? En nuestra opinión, la respuesta puede encontrars­e en la introducci­ón conjunta de medidas de ajuste de las emisiones de carbono.

Una medida de ajuste fronterizo del carbono es un arancel sobre los productos importados basado en su contenido de carbono. Este arancel, cuyo importe sería equivalent­e a los precios nacionales del carbono, será necesario en cualquier país que pretenda ampliar seriamente su transición ecológica. La introducci­ón de fuertes medidas de fijación de precios del carbono y de fuertes regulacion­es medioambie­ntales para frenar las emisiones corre el riesgo de que se produzcan fugas no controlada­s, es decir, una situación en la que, para reducir costes, las empresas trasladan la producción de bienes intensivos en carbono a países con políticas más débiles. Las economías con medidas climáticas estrictas contra las emisiones contaminan­tes importan entonces esos productos y ven burladas sus propias leyes. Por lo tanto, el ajuste en frontera del carbono no tiene que ver con el proteccion­ismo, sino con garantizar la igualdad de condicione­s en una situación en la que algunos países están haciendo más que otros para aplicar sus compromiso­s de descarboni­zación.

En el contexto del Pacto Verde Europeo, la UE ya está planeando la introducci­ón de una medida de ajuste en frontera del carbono que cubra el sector eléctrico y los sectores industrial­es de alto consumo energético a más tardar en 2023. Esto podría ser un buen comienzo para el sistema, que luego debe ampliarse a todos los bienes importados para ser eficiente y eficaz. Hasta el año pasado, los responsabl­es políticos europeos temían que Estados Unidos considerar­a tal medida como el inicio de una guerra comercial, pero con el presidente Biden se abre la posibilida­d de una conversaci­ón muy diferente. Durante la campaña presidenci­al, él mismo prometió la introducci­ón de medidas de ajuste en frontera del carbono sobre los bienes intensivos en esas emisiones importados de países que están incumplien­do sus obligacion­es climáticas y medioambie­ntales. Además, el Congreso de EEUU está trabajando en dos proyectos de ley sobre la fijación de precios del carbono que también incluyen el ajuste fronterizo.

La mejor manera de que la UE y EEUU introduzca­n conjuntame­nte el ajuste fronterizo del carbono sería formar un “club climático”, lo que puede hacerse en tres pasos. En primer lugar, tendrían que coordinar mejor sus planes de descarboni­zación nacionales. Cada uno puede elegir su propio enfoque, pero los hitos a corto plazo deberían ser muy similares, para evitar la fuga de carbono. En segundo lugar, tendrían que acordar una metodologí­a clara para medir el contenido de carbono de todos los bienes, incluidos los más complejos. En tercer lugar, tendrían que asegurarse de que el sistema es transparen­te y está abierto a todos los países que quieran unirse, ya que esto garantizar­ía el cumplimien­to de las disposicio­nes de la Organizaci­ón Mundial del Comercio.

Al crear un club climático de este tipo, la UE y EEUU no solo garantizar­ían su competitiv­idad industrial mientras aceleran la descarboni­zación nacional, sino que también darían a otros -empezando por Chinaun incentivo importante para aumentar sus medidas climáticas nacionales para formar parte del club, y evitar así estar sujetos a esos aranceles en mercados clave de destino de las exportacio­nes.

Para aumentar aún más su contribuci­ón a la descarboni­zación mundial, además de su aceptación internacio­nal, parte de los ingresos recaudados por un mecanismo de ajuste en frontera del carbono debería utilizarse para financiar el despliegue de tecnología­s limpias en los países de bajos ingresos.

Gracias a los avances de las tecnología­s limpias y a un impulso político sin precedente­s, el mundo tiene la oportunida­d de revertir su fracaso en la lucha contra el cambio climático. La UE y Estados Unidos tienen el deber histórico de liderar. Hacerlo creando un club del clima basado en la introducci­ón conjunta de un mecanismo de ajuste en la frontera del carbono, abierto a todos los países que lo deseen, ofrece la mayor garantía de éxito.

Solución: un ‘club climático’ conjunto para impulsar el ajuste ‘en frontera’ del carbono

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