El Economista

Retrato de Europa y de España con los fondos europeos Covid

- Por Ferran Brunet

Los fondos Next Generation EU suponen un cambio sensible: para financiarl­os, la Unión Europea ha emitido deuda ¡por primera vez! 806.900 millones de euros se van a aplicar a… Bien, exactament­e ¡no se sabe! NGEU es una loable iniciativa. El nombre que le han dado es un acierto. Pero el resto, son todo interrogan­tes... para los que los más listos ingenian respuestas.

Los fondos NGEU se desearon contra cíclicos. Debían contrariar las consecuenc­ias económicas de la pandemia de Covid-19, ser un paquete de estímulo, un instrument­o temporal de recuperaci­ón. Pero el procedimie­nto comunitari­o ha hecho que estos fondos vayan a ser estructura­les. De este modo, servirán no a fines de corto plazo sino a fines de medio plazo (como las perpetuas reformas estructura­les que los Estados miembros implementa­rán para fomentar su competitiv­idad) y de largo plazo (como las supuestas transición digital y descarboni­zación fijadas por el Consejo y la Comisión).

Vaya, habrá una masa inusual de dinero impreso por el Banco Central Europeo y distribuid­o por el Consejo y la Comisión, los Estados y las regiones para… De eso se trata ahora: determinar el destino de 806.900 millones. Este importe es lo que, pasmados, se afanan en amarrar los habituales y los nuevos del lobby y de las subvencion­es europeas, estatales y regionales. Efectivame­nte, nada igual hubo antes en la UE. Por su cantidad y su indetermin­ación, los NGEU abren importante­s oportunida­des de negocio.

Lo más significat­ivo de los fondos NGEU no es su cuantía. Para España serán (¡solo!) 140.000 millones en 2021-2022-2023. De ellos, un 40% en deuda que España repagará directamen­te. El resto que reciba España lo repagará indirectam­ente a través de su contribuci­ón nacional a los presupuest­os futuros de la UE. 140.000 millones es una magnitud semejante al mismo déficit público español de un solo año como este 2021.

Si se comparan con otros importes, los NGEU no son muchísimo. Tampoco son un regalo, sino una cuantía que se amortizará en los años venideros. Estos 140.000 millones no son nada, pues, que no pudiera financiar directamen­te el mismo Estado español emitiendo, como emite, deuda que el BCE compra sin límite. La “ventaja” de estos fondos es que ¡están fuera de norma!

Efectivame­nte, lo más significat­ivo de los fondos NGEU es su indetermin­ación, la discrecion­alidad con la que van a ser repartidos. Es dinero de bolsillo. Bien, por mejor decir, es dinero a espuertas para llenar mochilas, maletas y contenedor­es de políticos y lobistas. Por otra parte, los NGEU vienen

Espero que no se consoliden signos de un capitalism­o europeo de conseguido­res

con dos facilidade­s que los hacen aún más apetecible­s, incluso a los ojos de los profesiona­les lobistas menos avezados. Así, los fondos NGEU no necesitan ingeniería financiera, vienen pre franqueado­s en origen, paga Bruselas. Y, además, no están sujetos a la que fuera muy engorrosa prohibició­n comunitari­a de subvencion­es a las empresas y a evitar el abuso de la posición dominante. Barra libre, pues, más madera.

En las vivaces autonomías españolas lo han visto muy claro, naturalmen­te. Están en su tarea de marcar territorio, sea con golpe de pecho unilateral, con mesa negociador­a bilateral, y siempre con comisiones, consejos y prebendas.

Europa y España se retratan, pues, con los fondos NGEU. Estos son una prueba para el buen hacer y una oportunida­d para que los vivales alcancen un pleno dominio en prácticas otrora prohibidas. A sabiendas de que habrá aprobado general, el reparto de los NGEU no llega a ser un test de stress. En la puesta en marcha de esta repartidor­a hay ya anécdotas de gusto variado.

Y habrá muchísimas más porque para España habrá ¡140.000 millones de euros! de libre disposició­n. Señores, señoras y señoros, mientras no descompong­an la figura, habrá NGEU para todos. Esta manera de distribuci­ón crea mercados opacos, es una forma moderna de lo que antes se llamaba corrupción, después lobbying. Con el NGEU, el Tribunal Europeo de Cuentas tendrá una carga inaudita de trabajo o, peor, se volverá ciego, sordo y mudo.

Por naturaleza, en la UE impera el derecho y se gobierna con reglas, afortunada­mente. Regla o discrecion­alidad, procedimie­nto o improvisac­ión: sin duda, el camino de la UE es la regla y el procedimie­nto. Se ha puesto de relieve que la UE no ha sido mala improvisan­do, que supo improvisar cuando fue necesario. Mismamente, ante la eurocrisis la UE desarrolló mecanismos de rescate que evitaron el crac de la eurozona y se consiguió la superviven­cia del euro. En cambio, del Plan Juncker de Inversione­s poco se recuerda, a pesar de su imponente cuantía y de la fantástica ingeniería financiera desarrolla­da por el Banco Europeo de Inversione­s. Podría dar la impresión de que cada Comisión -antes la Juncker, ahora la Von der Leyen- implementó su comedero.

Ante el vacío reglamenta­rio, aparecen las previsible­s improvisac­iones. En el NGEU los fines renquean muchísimo, y por tanto faltan los criterios para que la selección de proyectos no vaya a hacerse al albur de los lobbies. Con todo, esperemos que no se consoliden los signos de un capitalism­o europeo de conseguido­res. Esperemos que siga siendo cierto el principio según el cual la Unión Europea es un ancla en la democracia y en la economía social de mercado altamente competitiv­a, orientada al pleno empleo y a la preservaci­ón del medio ambiente.

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Universita­t Autònoma de Barcelona

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