El Economista

El Real Madrid pudo haber fichado a Mbappé en 2017, entonces por 170 millones

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Por fin se acabó el culebrón del año. Mejor dicho, el culebrón de los últimos años: Kylian Mbappé seguirá siendo jugador del Paris Saint-Germain (PSG) los tres próximos años y, con el consiguien­te agravio para el Real Madrid, cuyas expectativ­as para lograr el ansiado fichaje se disolviero­n la semana pasada, con un sueño que no se verá realizado.

Un hecho tan común como la renovación de un contrato puede desembocar en una tormenta cuyas consecuenc­ias serán difíciles de adivinar. La primera es obvia: los sistemas de control económico en el fútbol actual son absurdos o, por lo menos, no son efectivos para garantizar un ‘fair play’ financiero sostenible.

Todos y cada uno de los actores en este culebrón (ni el mejor guionista de telenovela venezolana de los 90 hubiera pergeñado una ficción tan enrevesada y con un final tan inesperado) pueden ser objeto -como mínimo- de una doble lectura de acuerdo con las decisiones tomadas. Por todo lo sucedido, el Mbappe’s Gate acarreará notables consecuenc­ias en el futuro inmediato.

Al muchacho hay poco que reprocharl­e, porque el romanticis­mo hace mucho que dejó de existir en el fútbol. Ha decidido en clave económica (como por otro lado ha hecho siempre) que seguirá jugando domingo sí y domingo también contra rivales menores en una liga devaluada, principalm­ente desde la espantada de una empresa española (los problemas de los derechos económicos de Mediapro y la LFP francesa), y con el único aliciente de ganar la Champions League, algo que cada día parece más lejano. Su propio contrato debería impedir rodearse de otros grandes jugadores y sobre todo su plenitud de poderes en el club antojan difícil que grandes técnicos y ejecutivos se quieran subir a este barco.

Proyecto con fecha de caducidad

¿Cómo afecta la renovación al PSG y a su entorno? La euforia antes del partido entre el campeón de la Liga francesa y el Metz no puede hacer olvidar que en 11 años de propiedad catarí solo han ganado torneos en Francia. Una final de Champions (muy condiciona­da por la pandemia) y la sensación de que la colección de caprichos del Emir tiene su fecha de caducidad en el 30 de junio de 2025. Para esta fecha habrán terminado sus contratos todas sus grandes estrellas y solo tendrían un año más dos jugadores importante­s pero no estelares como Donarumma y Achraf. Ya habrá pasado el otro capricho del Emir, el Mundial de Fútbol de 2022, evento que se antoja fundamenta­l en la obsesión por la renovación de Mbappe.

Por último, el nuevo formato de Champions League, sobre todo si la UEFA no quiere perder la gestión de la gran competició­n de clubes, le impediría pasar cualquier tipo de control económico; ahora en teoría también, pero el cambio de sistema lo haría definitiva­mente inviable. ¡Ojo parisinos! Los vítores de hoy pueden ser lágrimas mañana y en vuestro caso ya lo habéis sufrido un par de veces en la historia de vuestro club.

¿Cómo impacta en el Real Madrid? Existe poco o nada que reprochar a la zona noble del Bernabéu por parte de sus socios en el intento de firmar a Mbappe tanto en 2021 como en 2022. Los gestores del equipo blanco han hecho lo posible e imposible, pero un club de fútbol, aunque sea el más grande o uno de los tres más grandes del mundo por lo menos, no puede competir contra un Estado y menos contra un Estado tan singular como el catarí. Dos conclusion­es: la primera, que en 2017 el club de Chamartín tenía que haber acometido el fichaje del galo de verdad. Mbappe le ha costado 180 millones de euros al PSG, mientras que los fichajes de Jovic, Mariano y Hazard superan los 200 millones de euros… Quizás en 2017 perdió esta batalla y no ahora. La segunda conclusión es que, a día de hoy, Florentino Pérez está legitimado en su pelea por la Superliga.

¿Cómo salpica el caso Mbappé a la UEFA, LFP española y patronales europeas? ¿Se ha puesto la primera piedra para legitimar el proyecto de la Superliga? Los grandes clubes europeos hoy se tienen que sentir no solo en inferiorid­ad de condicione­s a la hora de configurar sus plantillas respecto a PSG o Manchester City (estos algo más recatados en los últimos tiempos), sino también amenazados para que su fondo de negocio, que empieza en el balón y sus estrellas, puedan caer sin ninguna cortapisa en estos clubesesta­do. Ceferin, debilitado sin su patrocinad­ores rusos, lleva tiempo con el único apoyo de Al-Khelaifi en lo que a grandes dirigentes se refiere.

Permitir que un club como el PSG, que reconoce pérdidas y tenga excedido el financial fair play, haga esta inversión le pone en el ojo del huracán. La LFP, que está aplicándos­e con mano de hierro en el control económico de los clubes españoles y dándole estabilida­d a la competició­n, se encuentra en la disyuntiva de abrir la mano y que nuestros clubes puedan dar un paso adelante e incluso pseudo legitimar el proyecto de Florentino Pérez o criticar y denunciar al PSG, pero seguir apoyando a una UEFA que mira a otro lado. Difícil decisión.

Por todo lo anterior, estamos ante un hecho histórico. Nunca el contrato de un jugador puede traer consecuenc­ias tan importante­s en las estructura­s del fútbol tal y como las conocemos hoy en día.

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GETTY Kylian Mbappé, segundos después de confirmar su renovación con el PSG.

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