Necesitamos aparcar intereses políticos que tratan de intervenir la economía
Esperemos que en Davos se haya producido el milagro de la “transformación”. Si el Foro Económico mundial del 2010 provocó que a su regreso José Luis Rodríguez Zapatero diera un giro de 180 grados en la política económica del Gobierno, con un profundo ajuste en el gasto público, en la conferencia de Pedro Sánchez en el Foro Económico Mundial Davos 2022 manifestó para nuestra sorpresa su compromiso con el crecimiento económico y la interconexión entre libertad de pensamiento y progreso humano, destacando que hay fortalezas inherentes en la economía española que nos dan razones para ser optimistas, conteniendo el daño mucho mejor que otras economías y con perspectivas a medio y largo plazo aún más fuertes, con una hoja de ruta clara para la modernización del país.
Ante la pregunta de Borge Brende, presidente del Foro, sobre cual había sido la causa del “milagro económico español” contesto que había sido “posible” por tres pilares clave.
El primero es la implementación del Plan de Recuperación NextGenerationEU.
El segundo, una ambiciosa agenda de reformas para abordar los problemas estructurales de nuestra economía destacando: la transición verde y la lucha contra el cambio climático. La transformación digital y la reforma de la educación y atracción de talento, desde la educación preescolar a la formación profesional y la reforma universitaria.
Y, como pilar general, la provisión de empleo estable y de calidad gracias a la reforma del mercado laboral negociada y acordada por empresarios y sindicatos.
Incluso llego a proponer la defensa de aquellos valores sobre los que se construyen nuestra sociedad, como único camino hacia la paz y la libertad a largo plazo y dio el “firme mensaje” de ser valientes con el presente, no para controlar el pasado, sino para ganar el futuro.
Sin embargo, la realidad es que en España vivimos tiempos de convulsión agravada por una toma de decisiones subordinando la economía a la política sin atender a la realidad empresarial, con tasas desorbitadas de desempleo, especialmente en los jóvenes y personas sin cualificación, una inflación de costes muy superior a la de las economías europeas, niveles de deuda pública desproporcionados y un gasto público que pesa más de 50 % del PIB y hace crónico el déficit.
Disfrutamos no obstante de una economía social de mercado gracias a un esfuerzo empresarial y social que ha permitido alcanzar posiciones de competencia en el mercado