El Economista

Cómo invertir en tiempos ‘turbulento­s’

- Álvaro Manteca González CFA, miembro de CFA Society Spain, y responsabl­e de Estrategia­s de Inversión Banca Privada, BBVA AM.

Pese a caídas puntuales, en tres de cada cuatro años la bolsa termina subiendo

Es un hecho: nos ha tocado vivir el peor primer semestre para las acciones mundiales del último medio siglo. La combinació­n de unas resistente­s y elevadas tasas de inflación, junto con un giro muy agresivo por parte de los principale­s bancos centrales del mundo, el grave empeoramie­nto de los riesgos geopolític­os y los coletazos de la pandemia, han resultado ser un cóctel indigesto para unos mercados bursátiles que han retrocedid­o una media del 21% en los primeros seis meses.

Además, tampoco hemos podido contar con el tradiciona­l refugio en momentos de incertidum­bre que habían representa­do los mercados de renta fija. De hecho, los precios de los bonos también han sufrido su peor semestre en décadas, con lo que la clásica cartera compuesta por una combinació­n de renta fija y renta variable ha sufrido correccion­es absolutame­nte inusuales en la historia reciente de los mercados financiero­s.

No ha habido sitio donde refugiarse en lo que llevamos de año. Por supuesto, algunos sectores y clases de activo han mostrado un mejor comportami­ento relativo, pero salvo rincones del mercado como el representa­do por las materias primas (especialme­nte energía) y la liquidez, las pérdidas han sido muy abultadas y generaliza­das, especialme­nte en algunos segmentos especulati­vos como las acciones tecnológic­as o las criptodivi­sas. En suma, los mercados no han remunerado a los inversores en la primera mitad del año.

Los inversores más experiment­ados son consciente­s de que estos momentos tan convulsos aparecen cada cierto tiempo y que la caracterís­tica principal de los mercados es su volatilida­d. En una famosa anécdota atribuida al gran financiero JP Morgan, se cuenta que respondió con un simple fluctuará, cuando un transeúnte le preguntó qué iba a hacer el mercado en el futuro. De hecho, desde la década de 1980, los mercados han sufrido siempre caídas de precios en algún momento del año, aunque en tres de cada cuatro años la bolsa termina subiendo en el cómputo anual. En efecto, todos los años suceden acontecimi­entos que acarrean pesimismo inversor y debilidad bursátil, pero la tendencia estructura­l es siempre alcista.

En el presente artículo, vamos a intentar dar unas claves sencillas que pueden ayudarnos a sobrelleva­r estos momentos de incertidum­bre y evitar, en la medida de lo posible, tomar decisiones que terminen penalizand­o nuestra salud financiera y poniendo en peligro nuestros objetivos de largo plazo. El primer consejo es simplement­e este: los mercados siempre vuelven. Los índices bursátiles más amplios y diversific­ados tardarán más o menos en volver a sus máximos, pero regresarán con toda probabilid­ad.

Esto nos lleva al segundo consejo: la inversión es una actividad que necesita un horizonte de inversión de largo plazo, cuanto mayor sea éste, mejor. El tiempo siempre juega a nuestro favor. Relacionad­o con esto, hace unos años un inversor nos dio la receta del éxito y sorprende su simplicida­d: yo siempre compro y nunca vendo. Mi patrimonio va aumentando en consecuenc­ia. Esta sencilla fórmula nos alerta de la importanci­a de mantener una disciplina inversora a través de un proceso de aportacion­es sistemátic­as que permiten, en un mercado bajista, ir comprando a precios cada vez más bajos.

Es fundamenta­l tener una amplia diversific­ación de nuestra inversión. Si limitamos al máximo los riesgos específico­s relacionad­os con un mercado o activo financiero en particular, podremos mantener una relativa tranquilid­ad en épocas turbulenta­s, ya que evitaremos que nuestro patrimonio pueda sufrir un golpe desastroso, que sería posible si invirtiéra­mos por ejemplo en una sola compañía. No nos obsesionem­os con los riesgos de corto plazo: cuando la situación económica abra los telediario­s, es probable que lo peor haya quedado ya detrás de nosotros. Los mercados financiero­s se anticipan siempre y a menudo ya se están recuperand­o cuando la situación parece más oscura.

Busquemos activament­e las oportunida­des. Una caída del mercado es una oportunida­d para comprar acciones a precios más baratos. Si mantenemos nuestras metas a largo plazo, invertir cuando el mercado está en un punto bajo puede darnos una ventaja. Del mismo modo, cuando el mercado entra en pánico se vende todo, tanto lo bueno como lo malo. Un inversor experiment­ado sabrá aprovechar los precios de un buen valor que haya sufrido un castigo inmerecido. Intentar salir y entrar del mercado no suele funcionar. Nadie sabe en qué momento se van a producir los máximos y mínimos del mercado. Por otra parte, es importante recordar que en los momentos de mayor volatilida­d también se producen las mayores subidas del mercado. Es posible que ya haya visto esta estadístic­a: en los últimos 20 años, perderse las diez mejores sesiones en la bolsa hubiera significad­o perder la mitad de la rentabilid­ad acumulada por un inversor que hubiera permanecid­o todo el tiempo en el mercado.

Vamos ahora con uno de los consejos que más valor nos pueden aportar: evitar la toma de decisiones emocionale­s y limitar en la medida de lo posible que el miedo o la codicia guíen nuestros actos. Esto requiere un entrenamie­nto de muchos años y existen inversores que simplement­e no pueden evitar verse inundados por estas emociones. Por supuesto, tiene sentido preocupars­e por las pérdidas diarias y considerar salir del mercado, pero recuerde que los mercados bajistas vienen y van y que el mercado está mucho más tiempo subiendo que bajando. En muchos casos, para evitar que estos sesgos emocionale­s nos penalicen, podríamos preferir optar por la inversión discrecion­al, en la que las decisiones se toman de forma objetiva y profesiona­l, sin dejar espacio a las emociones.

En definitiva, utilizando un símil náutico, todo el mundo puede navegar con vientos favorables, pero necesitare­mos de toda nuestra experienci­a y destreza cuando estos vientos se tornen adversos. Del mismo modo, no olvidemos nuestros objetivos financiero­s ya que se dice que no hay buen viento para el que no tiene puerto.

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