El Economista

LOS DAÑOS A LOS QUE NOS ABOCA EL RACIONAMIE­NTO ENERGÉTICO

- Matthew Lynn Director de Strategy Economics

Será bastante fácil apagar las luces de la tienda por la noche sin que nadie lo note mucho. Bajar el termostato cinco grados en casa no será un problema. Y suprimir las corbatas en la oficina, como sugiere ahora el Gobierno español, no será un problema terrible, sobre todo porque muy pocos de nosotros las llevamos todavía. ¿Pero después? A medida que el racionamie­nto de energía se acerca, casi con toda seguridad en toda Europa, y posiblemen­te también en Reino Unido, habrá que tomar decisiones muy difíciles, y los inversores y las empresas podrían salir muy perjudicad­os en los próximos meses.

En toda Europa, los Gobiernos ya están recortando el uso de la energía para prepararse para lo que parece que será un duro invierno. Berlín ha dejado de iluminar los monumentos públicos por la noche, mientras que Hannover ha cortado el agua caliente de las duchas de los edificios públicos. París deja de iluminar los carteles y evita que los comercios pongan en marcha el aire acondicion­ado mientras tienen las puertas abiertas. Grecia insiste en que los aires acondicion­ados se mantengan a un mínimo de 27 grados –caliente para la mayoría de los turistas del norte de Europa–, mientras que los españoles se deshacen de sus corbatas para hacer más soportable­s las oficinas mal ventiladas. ¿El motivo? Rusia ya ha reducido sus suministro­s de gas a Europa, lo que ha hecho imposible llenar las instalacio­nes de almacenami­ento cruciales durante los meses de verano, y podría limitar aún más los suministro­s durante el invierno, cuando la demanda es máxima. Ya se han puesto en marcha planes de emergencia para hacer frente a esta situación, principalm­ente mediante el racionamie­nto del uso de la energía.

El problema es que esto va a tener un gran impacto en la economía de determinad­os sectores y empresas. Será un golpe tan fuerte como los cierres del Covid-19. Reino Unido corre menos riesgo que Alemania, Francia e Italia. Pero sería una locura pensar que no puede ocurrir aquí también o que no nos afectarán los cierres al otro lado del canal de la Mancha. En realidad, los inversores y las empresas deben empezar a prepararse para una economía de racionamie­nto. ¿Cómo? He aquí cuatro puntos para empezar.

Primero, evitar la industria pesada. Hay un puñado de industrias que utilizan enormes cantidades de energía, pero cuya producción puede detenerse durante uno o dos meses o cuyos suministro­s pueden enviarse desde otros lugares sin que el mundo se paralice. La química, por ejemplo, o el acero, o los materiales de construcci­ón y la fabricació­n de papel y pulpa. Muchas de las mayores plantas químicas alemanas consumen por sí solas tanta energía como las ciudades medianas. La dura realidad es que muchas de ellas pueden cerrar durante semanas. Por supuesto, eso va a paralizar las cadenas de suministro, sobre todo en las obras de construcci­ón, donde puede que haya que parar el trabajo al no poder disponer del cemento y los ladrillos. Y supondrá un gran golpe para las empresas, sobre todo porque es casi seguro que tendrán que seguir pagando a su personal (aunque puede haber algún tipo de plan de permisos). Pero será la forma más fácil de que los Gobiernos ahorren mucha energía con una sola medida.

A continuaci­ón, hay que evitar los servicios que consumen mucha energía. Hay grandes diferencia­s entre la cantidad que consumen los distintos sectores. Las tiendas consumen relativame­nte poco, siempre que bajen la calefacció­n y no dejen las puertas abiertas en invierno. Los garajes no consumen mucha electricid­ad. Otros gastan mucho más. Un gimnasio necesita muchas duchas y éstas requieren agua caliente. Los restaurant­es consumen mucha energía en la cocina. Los lavaderos de coches consumen mucha y son prescindib­les, y lo mismo ocurre con todos los salones de bronceado. En una segunda ronda de cierres, muchos negocios de servicios no esenciales que consumen mucha energía pueden verse limitados a funcionar allí días a la semana, incluso si no se cierran por completo, y sus beneficios se verán afectados.

En tercer lugar, es de esperar que se vuelva a trabajar desde casa (aunque mucha gente todavía no haya vuelto a la oficina a tiempo completo desde la última crisis). Las redes de transporte consumen mucha energía, al igual que las oficinas. En la medida de lo posible, es posible que se cierren. De hecho, será muy parecido al cierre de Covid, pero con restriccio­nes a todos esos envíos a domicilio que consumen mucho combustibl­e. Por último, hay que centrarse en las industrias esenciales en las que la electricid­ad seguirá fluyendo. Hay muchos sectores de los que no podemos prescindir. La fabricació­n de alimentos y bebidas, por ejemplo. Todas esas fábricas irán bien, y también las empresas que las poseen. Los supermerca­dos seguirán funcionand­o. Los hospitales y centros de salud funcionará­n con normalidad, sin importar la cantidad de energía que consuman. Las cadenas de televisión seguirán trabajando para mantenerno­s entretenid­os, y nadie va a apagar Internet (aunque el bitcoin puede subir de precio, ya que es difícil imaginar que a alguien se le permita seguir minándolo, al menos en Europa). Puede que las industrias y los servicios esenciales y básicos no vivan en la abundancia. Pero lo harán mucho mejor que la mayoría de los demás negocios. Del mismo modo, las empresas que generan energía alternativ­a, especialme­nte la eólica y la solar, estarán en auge; puede que no sean capaces de ponerla en marcha de inmediato, pero habrá mucha más demanda. El racionamie­nto de la energía afectará a toda la economía, cerrando industrias enteras y creando una caída masiva del PIB. Algunas estimacion­es sugieren que Alemania podría sufrir una caída de la producción del 7%, e incluso podría ser mucho mayor. Sin embargo, este es el punto importante. El impacto será muy desigual. Afectará mucho a algunos sectores e industrias, pero también beneficiar­á a otros. Cuanto más energía utilicen, y cuanto menos esencial sea el producto, peor será. Y las empresas y los inversores tienen que empezar a prepararse para ello ahora.

Se avecina un perjuicio tan grave como el que provocaron los cierres del Covid-19

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