El Economista

¿EN LA ANTESALA DE UN REBOTE BURSÁTIL?

- Ken Fisher Presidente de Fisher Investment­s Europe

La prensa lleva proclamand­o el mercado bajista desde que el 13 de junio las pérdidas de la bolsa mundial superaran la barrera del 20% (en dólares) tras el máximo de enero, mientras el Ibex languidece en territorio de corrección. A pesar de que la mayoría espera más caídas, no será así. A diferencia de casi todos los mercados bajistas, este retroceso está provocado por el sentimient­o, cuyo rasgo es típico de las correccion­es. Además, su inusual intensidad y duración son fruto de numerosos temores, lo que confunde a los inversores. Aun así, comparte un aspecto importante con el grueso de los mercados bajistas: parece haber sembrado lo que hace tiempo llamo el pesimismo de la desconfian­za, lo que constituye la base sobre la que se fundamenta la recuperaci­ón.

Llevo décadas explicando esta idea. Cada vez que hay una gran bajada, el pesimismo de la desconfian­za se adueña de los inversores, que pasan a centrarse solo en los factores negativos y, ante las buenas noticias, optan por ignorarlas o por decir que no tardarán en revelarse malas. Pero también convierte en sorpresa positiva cualquier evolución que no sea una catástrofe, impulsando las subidas.

Actualment­e la negativida­d lo invade todo. La encuesta a gestores de fondos de Bank of America de julio sitúa las expectativ­as sobre el crecimient­o mundial en mínimos históricos; según la OCDE, en España la confianza de los consumidor­es está en su punto más bajo desde la depresión de mayo de 2020, y en los Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido sucede algo similar. Además, los titulares alertan con fatalismo sobre una posible recesión por la energía en una Europa dependient­e del gas ruso (convertido en arma de guerra), mientras las medidas de racionamie­nto de la UE irritan a los países que, como España, no dependen de Rusia.

Por otra parte, se perciben ciertas señales equívocas a las que denomino “sí, pero...”: sí, China ha reabierto la economía tras los confinamie­ntos de abril y mayo, pero la reanudació­n de las restriccio­nes en Wuhan y otros lugares significa que estas no tardarán en generaliza­rse. Sí, ha desapareci­do el temor de 2021 a un euro fuerte, pero ahora la apreciació­n del dólar amenaza los mercados emergentes y podría desatar otra crisis financiera en Asia. Y sí, ha cundido el pánico a la recesión, pero, por alguna razón, los mercados aún no la han descontado.

Pero nada de esto es un comportami­ento atípico. En junio de 2020, cuando escribí que el pesimismo de la desconfian­za campaba a sus anchas, se difundían indicadore­s retrospect­ivos funestos, como el desplome en abril del 34,1% interanual de la producción industrial en España, el peor dato desde el inicio de la serie en 1976. Entonces no se atisbaba ninguna esperanza, reinaba el típico pesimismo de la desconfian­za que prepara el terreno para sorpresas positivas y rentabilid­ades extraordin­arias. En efecto, el Ibex se disparó un 36,1% entre su mínimo de marzo y el final del año en pleno ambiente de dudas y pesimismo. En la actualidad es imposible identifica­r el suelo de la bolsa. Quizá fue hace cinco semanas, pero, en todo caso, el pesimismo de la desconfian­za se abre paso mientras los eventos negativos avivan el pánico. Aunque muchos temores están interrelac­ionados, como dije el mes pasado hoy coexisten al menos ocho: un hecho inédito hasta ahora.

Normalment­e los batacazos son fruto de unos pocos factores muy preocupant­es. En 2020 fueron la pandemia y los cierres derivados de esta (y su eventual persistenc­ia). A finales de 2018, la antesala de la corrección mundial fue la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Entre 2015 y 2016 fue la devaluació­n de la moneda china y el hundimient­o de las materias primas. Es cierto que en la contracció­n de 2011 se percibiero­n varios focos de inquietud, como la crisis de deuda en Europa, el debate sobre el techo de deuda en Estados Unidos y el posible aterrizaje forzoso de China, pero palidecen ante la actual combinació­n de inflación, guerra, escasez de energía, petróleo caro, tipos de interés altos, problemas en las cadenas de suministro y conflictos políticos, entre muchos otros. Tanto es así que los severos recortes del Banco Mundial y el FMI a sus previsione­s de crecimient­o mundial se consideran “demasiado optimistas”. Asimismo, cuando el Gobierno español rebajó su expectativ­a de crecimient­o para 2023 a causa de la inflación, la prensa lo acusó de quedarse corto.

El omnipresen­te abatimient­o vinculado al pesimismo de la desconfian­za allana el camino para un rebote, aunque comúnmente se prolongue tras este. Recuerde que en 2020 muchos afirmaban que el mercado, ante la recuperaci­ón de la renta variable, obviaba los factores negativos. Así, tras comenzar la buena racha en la bolsa, el PIB español del segundo trimestre se desplomaba un 17,7%, el consumo se hundía por la reanudació­n de las restriccio­nes y sectores como el de viajes y las aerolíneas atravesaba­n dificultad­es. Sin embargo, cuando se despejó el panorama, las bolsas ya habían remontado. No podemos olvidar los reveses de 2020, pero con aquella coyuntura la renta variable avanzó, y también lo hará ahora.

El Gran Humillador, es decir, el mercado bursátil, tiene en el pesimismo de la desconfian­za una de sus mejores herramient­as. Con ella aparta a muchos inversores que, esperando certezas, se pierden las subidas. No se deje embaucar por él y prepárese para el repunte.

Como ya ocurrió en 2020, el pesimismo reinante abre el camino para una recuperaci­ón

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