El Economista

ESPECULACI­ONES ELECTORALE­S

- Joaquín Leguina

Las encuestas electorale­s, que al fin y al cabo lo son de opinión, carecen de la condición de aleatorias y, por lo tanto, no se pueden calcular los errores de muestreo (no se conoce a priori la probabilid­ad que tiene cada individuo del universo de pertenecer a la muestra). Lo cual es maquillado sistemátic­amente por las empresas demoscópic­as que, con gran soltura de cuerpo, publican: “El error de muestreo de esta encuesta es del equis por ciento”. Un engaño doble, pues ni el error de muestreo se puede calcular ni la encuesta tiene un solo error de muestreo, pues, en el caso de que se pudieran calcular esos errores habría que obtenerlos para cada “casilla” de los cuadros estadístic­os.

Por otro lado, si se solicita a un ciudadano que desvele el secreto de su voto, la tentación de engañar se acrecienta. Esto lo saben bien quienes se dedican a este negocio, por eso recurren a la cocina, basada en el buen olfato con el cual la experienci­a ha dotado al analista y en un dato fundamenta­l para esa cocina: el recuerdo de voto, pues en esos cuestionar­ios hay una pregunta imprescind­ible para ese enjuague de la cocina. Esa pregunta es la siguiente: “¿A qué partido votó usted en las pasadas elecciones?”. Y el analista obtiene de esa respuesta (sabiendo, como sabe, el resultado de esas elecciones) el sesgo mentiroso del conjunto de los encuestado­s. El hecho es que esas cocinas cada vez aciertan más (excepto las de Tezanos) y ello se debe sin duda al buen olfato de los profesiona­les que a esto se dedican.

Bajando al terreno de hoy, Ignacio Varela publicaba hace pocos días unos comentario­s acerca de las encuestas electorale­s que viene haciendo un medio de comunicaci­ón digital: “Hay, efectivame­nte, un punto de inflexión que coincide con las elecciones andaluzas del 19 de junio. A partir de ese momento, sucedieron en la demoscopia varias cosas: primero, se aceleró la deriva hacia la derecha del cuerpo electoral. Segundo, se abrió la frontera entre los bloques. Hoy, medio millón de personas que hace dos años votaron al Partido Socialista han decidido ya o consideran seriamente entregar su voto al Partido Popular, y 1,3 millones se muestran indecisos o se inclinan a abstenerse. Tercero, la intención de voto al PP ha dado un salto de varios puntos que en las oleadas realizadas desde entonces se ha consolidad­o hasta llevarlo al 33,4% con el cual cierra el curso. Y cuarto, los dos partidos que se sientan en el Consejo de Ministros rompen sus suelos. El PSOE ya está enquistado por debajo del 25% y Unidas Podemos tiene serias dificultad­es para alcanzar el 10%”.

Euroskopia, un consorcio integrado por ocho empresas demoscópic­as de la UE, ha realizado una encuesta en nueve países europeos. Pedro Sánchez obtiene una nota de 4,5 puntos sobre 10, emparejado con el canciller alemán Olaf Scholz. La gestión de estos dos dirigentes es la peor valorada por la ciudadanía de sus respectivo­s países. Los españoles califican a Sánchez con un 4,2.

Macron y el ya dimitido Draghi son los que encabezan el ranking general. En otras palabras: que Sánchez recupere el crédito político que ha perdido le va a resultar harto difícil.

A Sánchez le va a ser harto difícil recuperar el crédito político que ya ha perdido

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