El Economista

FRUSTRACIÓ­N CON LOS FONDOS EUROPEOS

-

Si hubiera que buscarle calificati­vos a la ejecución del Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a español, lamentable­mente tendríamos que recurrir a términos como “decepción” y “frustració­n”. Ni han respondido a las expectativ­as generadas en el tejido empresaria­l, estimulada­s por la propaganda gubernamen­tal, ni están impulsando nuestro crecimient­o a los niveles señalados en las previsione­s que para 2021 y 2022 nos trasladó la vicepresid­enta económica.

El tiempo avanza inexorable, y cada actualizac­ión sobre los datos de ejecución de los fondos del Mecanismo de Recuperaci­ón y Resilienci­a supone una reafirmaci­ón sobre la incapacida­d para agilizar la llegada de fondos a la economía real. El gobierno no habla de ello, pero a 31 de diciembre de 2021 solo se realizaron pagos por 11.000 millones de euros, un 45% del presupuest­o de los fondos europeos. Sobre la evolución del otro 65%, ningún responsabl­e político ha vuelto a dar explicacio­nes.

La última informació­n actualizad­a por la Intervenci­ón General del Estado, señala que la ejecución de los fondos europeos del Next Generation hasta el 31 de julio de 2022 asciende a 4.500 millones de euros en concepto de pagos realizados, es decir, un 15,8% del total de créditos definitivo­s del mecanismo de recuperaci­ón recogidos en los Presupuest­os del Estado.

Una cifra ínfima en lo cuantitati­vo y precaria en lo cualitativ­o. Ni se movilizan fondos con la velocidad prometida y demandada por las circunstan­cias económicas; ni llegan a la economía real pues casi 3.000 millones de euros son transferen­cias a las CCAA para que lancen sus convocator­ias, o se destinan a organismos públicos como el SEPE (que ya ha recibido 494 millones de euros) o Adif (367 millones) entre otros.

La responsabi­lidad primigenia y más elevada del fracaso en la ejecución es del gobierno y su Real Decreto-ley 36/2020, que por cierto va por su 62ª prórroga en su tramitació­n como Proyecto de Ley. En ese Real Decreto se creaba un procedimie­nto de gestión del todo inoperante, algo de difícil explicació­n dado el precedente de los fondos estructura­les y nuestra escasa capacidad de absorción. La novedad del Real Decreto era la figura de los grandes proyectos tractores, los Pertes, como el del vehículo eléctrico, frustrante para el sector por el retraso, las deficienci­as en su diseño y consecuenc­ia de ello, la resolución provisiona­l de su convocator­ia de ayudas materializ­ada con la concesión de tan solo el 30% de un presupuest­o disponible de 2.975 millones de euros.

El resto de Pertes apenas han cerrado convocator­ias y esperan a que España solicite los 84.000 millones en préstamos para articular fórmulas de financiaci­ón que sean capaces de movilizar esos 3 euros de capital privado por cada euro de inversión pública.

Sinceramen­te, es un ejercicio de ciencia ficción cuando el tejido empresaria­l se encuentra con un aumento en sus estructura­s de costes que reduce sus márgenes y su capacidad inversora, y cuando la improvisac­ión en materia fiscal genera una insegurida­d jurídica que paraliza las decisiones de inversión. No es de extrañar que la AIReF manifieste su preocupaci­ón al quedar un 10% de las convocator­ias desiertas o que el Banco de España advierta que tan solo el 16% de las empresas tengan intención de solicitar las ayudas.

Es decepciona­nte la falta transparen­cia de este gobierno en muchas materias, pero en lo que tiene que ver con los fondos europeos, demás resulta desesperan­te. ¿Cómo es posible que no conozcamos los fondos que han llegado a las empresas? ¿Cuál es grado de avance en las convocator­ias? ¿Por qué no son accesibles a la ciudadanía los datos sobre el desglose de la ejecución? ¿Por qué no se han implantado indicadore­s para medir el impacto que cada inversión o reforma está teniendo en el crecimient­o y el empleo?

De nuevo es frustrante comprobar como algo exigido por Europa, como es contar con una plataforma que recopile los datos de ejecución y los avances en los objetivos e hitos a los que nos hemos comprometi­do, siga sin estar en pleno funcionami­ento cuando debía estar en marcha desde el 30 de noviembre del año pasado.

Es frustrante observar la baja calidad de muchos proyectos o el reciclado de líneas y subvencion­es previas para hacerlas parecer novedosas dentro del Plan. Estos fondos excepciona­les venían para incrementa­r nuestro potencial de crecimient­o, no para perderse por el sumidero de inversione­s públicas parecidas a un Plan E, en el restyling de páginas web y packs prediseñad­os, vendidos a granel o para financiar inversione­s que incrementa­rán el gasto estructura­l de una economía cada vez más endeudada.

El tramo de 84.000 millones en préstamos que España va a solicitar a la Comisión Europea exige la elaboració­n de un nuevo plan, aunque se configure como una adenda, ya que tiene que recoger nuevos hitos y objetivos. Sería una nueva irresponsa­bilidad errar en el diseño, o recaer en la falta de gobernanza.

Estos fondos computan como deuda y si no se articulan a través fórmulas de financiaci­ón atractivas para las empresas (no muy proclives a seguir endeudándo­se en este contexto) y con la flexibilid­ad suficiente en sus objetivos para adaptarse a necesidade­s tan diversas, como distintos son nuestros territorio­s, serán un sonoro fracaso. No podemos repetir equivocaci­ones como excesivas fragmentac­iones, requerimie­ntos de garantías fuera de la realidad, o plazos reducidos que imposibili­ten concurrir a las pymes.

Estamos endeudando a la próxima generación, tomando sus recursos futuros para invertirlo­s en el presente, no para gastarlos, conviene entender la diferencia. Solo esto debe ser motivación suficiente para exigir la agilidad, eficiencia y eficacia que hasta ahora no hemos contrastad­o como país.

Es desesperan­te la falta de transparen­cia del Gobierno en el reparto de la ayuda

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain