El Economista

LENGUAJE INCLUSIVO

- Joaquín Leguina

El ataque de lo políticame­nte correcto lo es sobre todos los azimuts sociales y, personalme­nte, el que a mí más me desasosieg­a es el que va contra nuestra lengua y que pretende imponer un llamado lenguaje inclusivo.

¿En qué consiste esta patraña? Pondré un ejemplo significat­ivo: la Constituci­ón Bolivarian­a de Venezuela. Lean, amables lectores, este trozo:

“Solo los venezolano­s y venezolana­s por nacimiento y sin otra nacionalid­ad podrán ejercer los cargos de presidente o presidenta de la República, vicepresid­ente ejecutivo o vicepresid­enta ejecutiva, presidente o presidenta y vicepresid­entes o vicepresid­entas de la Asamblea Nacional, magistrado­s o magistrada­s del Tribunal Supremo de Justicia, presidente o presidenta del Consejo Nacional Electoral, procurador o procurador­a general de la República, contralor o contralora general de la República, Fiscal General de la República…”

Como se ve, un galimatías reiterativ­o e insufrible.

Pues bien, la Ley integral contra la violencia de género, impulsada por Zapatero, en su artículo 33 proscribe “el uso sexista del lenguaje”. Lo cual produjo, como era de esperar, encontrona­zos con la Real Academia, que ya había protestado por la sustitució­n de “sexo” por “género” (una mala traducción del inglés), y el último de esos choques frontales lo protagoniz­ó el catedrátic­o y académico Ignacio Bosque, ponente de la nueva Gramática, cuando publicó Sexismo lingüístic­o y visibilida­d de la mujer, un trabajo en el cual se critican las recomendac­iones de las “guías de lenguaje no sexista”.

Tras la citada ley surgieron como setas

Es necesario acabar con esta serie de chorradas que son políticame­nte correctas

guías para ser utilizadas en lograr un lenguaje inclusivo, pero en ninguna de estas guías intervino ninguna lingüista. Al parecer, ni el léxico ni la morfología o la sintaxis interesaba nada a las guías. En pocas palabras: con un mínimo de sensibilid­ad y de sentido común, el sexismo puede evitarse sin tener que recurrir a los corsés que pretenden imponer las famosas guías.

El mismo Bosque añadía:

“Precisamen­te ahora que se trabaja para que el lenguaje de los textos jurídicos se acerque en alguna medida al español común, las propuestas para visibiliza­r a la mujer en el idioma parecen encaminars­e en el sentido opuesto”.

Tales disparates, asumidos, sin más, por lo partidos de izquierda no solo van a ser rechazados por los especialis­tas del lenguaje. Por fin, las propias feministas empiezan a reaccionar en contra. En esa línea se ha publicado el libro Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou (Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta), coordinado por Carme Junyent, feminista, de 67 años y profesora de Lingüístic­a en la Universida­d de Barcelona. En el libro escriben 70 mujeres, casi todas ellas profesiona­les relevantes de la lengua.

Álex Grijelmo ha selecciona­do algunos párrafos del libro:

“El lenguaje inclusivo es inviable en la literatura. Si lo usamos en un texto narrativo, la ideología pasa por delante del relato y la novela se convierte en ilegible”.

“El lenguaje políticame­nte correcto es muchas veces gramatical­mente incorrecto. El debate sobre el sexismo en la lengua ha obviado el rigor científico”.

“En algunas lenguas el género no marcado es el femenino, y no hay nada que demuestre que las mujeres resulten socialment­e más visibles”.

Creo que vamos “todos y todas” por el buen camino, acabemos con estas chorradas políticame­nte correctas.

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