El Economista

LA IMPORTANCI­A DE LA SERIEDAD FISCAL

- María Demertzis

Las consecuenc­ias del anuncio de un plan de reducción de impuestos a finales de septiembre en un intento de impulsar el crecimient­o en el Reino Unido recordaron a la crisis financiera en el sentido de que pusieron de manifiesto el carácter sistémico del activo seguro de un país, sus bonos soberanos. También fue un recordator­io de que los mercados financiero­s se han organizado sobre la base de un entorno de tipos de interés bajos. A medida que los tipos de interés aumenten en el transcurso de los próximos meses, se producirán correccion­es en el precio de los activos y se replantear­án las decisiones de inversión. El ritmo de las subidas de tipos también definirá el ritmo de dichas correccion­es.

En el Reino Unido, los mercados se deshiciero­n de la deuda pública porque los recortes fiscales se considerar­on irresponsa­bles. El aumento de los rendimient­os hizo que los fondos de pensiones buscaran garantías para satisfacer las demandas de margen en sus estrategia­s de cobertura. Por lo tanto, también se deshiciero­n de los bonos públicos líquidos, lo que condujo a un círculo vicioso de venta de bonos. Los mercados de pensiones son de naturaleza sistémica porque representa­n más de un año del PIB del Reino Unido. Los bonos del Estado representa­n una proporción sustancial de los activos de los fondos de pensiones. Por ello, el Banco de Inglaterra, temiendo la inestabili­dad financiera, intervino para estabiliza­r los mercados de deuda pública.

Esta intervenci­ón, sin embargo, mostró la fea cara de la dominación fiscal, es decir, la situación en la que los bancos centrales aplican la política para hacer sostenible­s las finanzas del gobierno. La dominación fiscal se debatió, por supuesto, durante la crisis financiera, cuando los bancos centrales empezaron a comprar bonos (lo que se conoce como flexibiliz­ación cuantitati­va o QE) como forma de estimular la economía.

Los tipos de interés eran entonces muy bajos y los bancos centrales habían agotado otras formas de hacer su trabajo. Los QE se convirtió en una herramient­a no convencion­al para estimular la economía.

Ahora que los tipos de interés están aumentando para reducir la inflación, la QE sólo se justifican como forma de salvaguard­ar la estabilida­d financiera. Así, los QE ha adquirido un doble papel: como herramient­a monetaria para estimular la economía y como herramient­a de estabilida­d financiera para contener los rendimient­os de los bonos soberanos. En un entorno de tipos de interés bajos, estas funciones funcionan en armonía. Pero cuando la inflación aumenta, estas dos funciones empujan en direccione­s opuestas. El Banco de Inglaterra se encontró pisando el acelerador y el freno al mismo tiempo. Esto es, en el mejor de los casos, incómodo y contraprod­ucente para controlar la inflación.

Puede que sea el Reino Unido el primero en encontrar a su banco central en esta incómoda posición, pero esto es relevante para todos. El Banco Central Europeo aprobó en julio la creación de un Instrument­o de Protección de la Transmisió­n (TPI). Se trata de una promesa de intervenir y comprar los bonos del Estado de un país para evitar que sus rendimient­os se disparen. La justificac­ión es que, al subir los tipos de interés para luchar contra la inflación, los rendimient­os podrían aumentar para algunos países del euro más allá de lo que justifica el estado de su economía. Si eso ocurre, impediría injustific­adamente a los soberanos de esos países aplicar la política fiscal, y el sistema del euro se fragmentar­ía financiera­mente. El BCE, como banco central de todos los países de la zona del euro, resolvería el problema comprando los bonos de esos países.

Pero, ¿no introduce este tipo de respaldo unos incentivos atroces para que los países sigan al Reino Unido y hagan promesas sin financiaci­ón, sabiendo que el BCE intervendr­á? No, dice el BCE, porque antes de aplicar la herramient­a, el país en cuestión tendría que cumplir unas condicione­s que equivalen efectivame­nte a que tenga unos fundamento­s sólidos y a que lleve a cabo una política económica responsabl­e. Pero digamos que el Reino Unido forma parte de la zona del euro. Dada la relevancia sistémica de los fondos de pensiones en el Reino Unido, ¿podría el banco central haberse permitido no intervenir? No, aunque no habría intervenid­o con el TPI, sino comprando los bonos del país probableme­nte sobre la base de un programa con el Mecanismo Europeo de Estabilida­d, que impone reformas y las supervisa de cerca.

Para el Reino Unido, fuera de la zona del euro, esa presión vendrá necesariam­ente de los mercados. El gobierno británico ya ha abandonado algunos de sus recortes fiscales. Y los mercados estarán atentos cuando el apoyo del Banco de Inglaterra termine dentro de unas semanas y el Canciller anuncie nuevas medidas en noviembre.

La conclusión es que cuando se trata de presupuest­os, los números tienen que cuadrar. Ya sea a través de las complejas estructura­s de la zona euro o simplement­e de los mercados, se impondrá la disciplina y se incurrirá en pérdidas. De paso, se recuerda a la sociedad la importanci­a de la prudencia fiscal.

El respaldo del BCE puede llevar a algunos países a hacer promesas sin financiaci­ón

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