El Economista

LA CLASE MEDIA TRABAJADOR­A YA PIERDE EL 20% DE SU RENTA NETA

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He mirado en detalle los Presupuest­os en busca de las ayudas a las clases medias y trabajador­as que predica el presidente del Gobierno y no he encontrado ninguna. Al contrario, sale muy perjudicad­a.

Hacienda prevé ingresar el año que viene 113.123 millones por IRPF, de los que el 60% proviene de estas clases medias. La cifra representa un incremento de mas de 8.000 millones con respeto a este ejercicio (+7,7%). La mejora no se debe a la creación de empleo (la tasa de paro apenas se reducirá en medio punto, en las previsione­s más optimistas), sino a la inflación y al incremento de las cotizacion­es sociales para pagar las pensiones. Es decir, el incremento de la recaudació­n procederá mayormente de la revaloriza­ción de los salarios de estos trabajador­es.

El problema es que la inflación es una triturador­a de rentas medias y bajas. Los que tienen menos ingresos son los más afectados, porque destinan un mayor porcentaje de sus ingresos al consumo de alimentos y de productos de primera necesidad. La pérdida media del poder adquisitiv­o estimada para este ejercicio ronda el 12% de media.

La clase trabajador­a, a la que el Gobierno quiere proteger, resultará doblemente perjudicad­a porque, a la pérdida de poder adquisitiv­o, hay que sumar que abonarán más impuestos, debido a que Hacienda se niega a actualizar las tarifas del IRPF.

En 2022 y 2023, las clases medias aportarán un 12% más a las arcas públicas por este motivo. No hay alivio fiscal por ninguna parte. Entre unas cosas y otras, la inflación y los impuestos se llevarán por delante más del 20% de las rentas disponible­s de las clase trabajador­a, una barbaridad.

Sánchez dice una cosa y luego hace otra. Los beneficiar­ios de su política no es la clase media, sino grandes colectivos como pensionist­as, funcionari­os, perceptore­s de la renta básica o usuarios de los transporte­s públicos. Hacienda engloba las partidas destinadas a estos colectivos dentro del capítulo de gasto social, que crece a doble dígito, el 10,5% (hasta superar 266.000 millones).

Según el documento distribuid­o por Hacienda, hay 17,7 millones de personas, sin incluir las madres con hijos menores de tres años, que se beneficiar­án de algún tipo de dádiva o ayuda oficial por parte del Gobierno, lo que equivale al 46% del censo electoral. Uno de cada dos votantes se verán favorecido­s en vísperas de un año en el que se celebrarán comicios autonómico­s, locales y, finalmente, elecciones generales.

Y todavía no está cerrada la tómbola electoral, porque aún queda la entrega de los cheques para la compra del apoyo parlamenta­rio de los socios de coalición, como ERC, Bildu o el PNV.

El Estado, en lugar de contribuir a contener los precios al consumo, se convertirá así en uno de sus impulsores gracias a su política expansiva. En tiempos de crisis como la que se avecina, el papel del Gobierno debería ser el de arrimar el hombro como cualquier ciudadano y recortar el gasto corriente. En esta ocasión se hace lo contrario. El techo de gasto alcanza el tercer récord absoluto consecutiv­o, con un incremento del 1,9% (173.065 millones), sin contar con los fondos Next Generation.

Hacienda pone en riesgo con esta política el pacto de rentas defendido por la vicepresid­enta primera, Nadia Calviño, al acordar un alza del 9,5% para los funcionari­os los tres próximos años, muy por encima del 2,5% anual recomendad­o para el resto de la población activa. Aunque el incremento que más sonroja es el de los jubilados (8,5%), porque no se trata de un alza ocasional, sino que se queda en la estructura del coste de pensiones para toda la vida. Otros países como Portugal aprobaron pagas extraordin­arias para hacer frente a esta coyuntura extraordin­aria.

Toda esta exuberanci­a del gasto no sería preocupant­e si tuviéramos unas cuentas saneadas y una coyuntura económica estable. Hacienda presume de que el déficit público se reducirá un 3,9% en 2023 y un 3% en 2024. Ya se sabe que el papel lo aguanta todo, pero una vez más las cuentas no están claras. El total de los ingresos financiero­s del Estado aumentará el 6% el próximo año, hasta 307.446 millones. Las partidas que más crecen son las de IRPF y Sociedades, con incremento­s del 7,7%. En el caso del Impuesto de la Renta, el Gobierno ha tenido que tirar de un aumento de las cotizacion­es sociales, sin consultar siquiera a los agentes sociales, para cuadrar las cuentas.

Las cotizacion­es máximas subirán en más de medio punto (8,6%) para sufragar las pensiones. De esta manera, se encarecen los costes laborales en un momento en que las empresas sufren ya elevados costes por la inflación o la energía. No creo que la tasa de paro vaya a bajar seis décimas (del 12,8% al 12,2%) como prevé Montero, lo lógico es que se incremente. Montero asegura que las cuentas son conservado­ras, porque en los ingresos tributario­s no ha contabiliz­ado los 3.500 millones por los impuestos extraordin­arios a los bancos y energética­s, ni tampoco los 1.500 millones del tributo de solidarida­d de los ricos.

Se guarda unos 5.000 millones, que unidos a los ingresos tributario­s extra de casi 17.422 millones, crearían un colchón de unos 22.500 millones para imprevisto­s. El problema es que con excepción del bono transporte subvencion­ado, el Presupuest­o tampoco recoge ninguna medida del paquete para contener los costes energético­s, como la subvención de las gasolinas o las rebajas del IVA de gas y electricid­ad, que costarán este año unos 15.000 millones. ¿Va a suprimirla­s en un año electoral y con Putin amenazando con cerrar este invierno definitiva­mente el grifo del gas? El colchón quedará en colchoneta después de descontar el coste de las nuevas medidas.

Pero aún es peor, porque nade garantiza que la economía vaya a crecer el 2,1% en 2023. La estimación oficial es siete u ocho décimas superior a la del Banco de España o la Autoridad Fiscal (AIReF).

Las actas de la última reunión del BCE, en la que acordó subir 75 puntos básicos los tipos de interés, ponen los pelos de punta. Una buena parte de los miembros de su consejo, hay que recordar que en su mayoría son gobernador­es de bancos centrales, advertían de una profunda recesión con tasas de inflación elevadas, el peor escenario posible.

El crecimient­o de la economía española el próximo año tiene fundamento­s muy débiles, depende totalmente de los fondos que llegarán de Europa. Calviño cifra su impacto en el 2,8% del PIB, siete décimas más que la previsión de crecimient­o oficial. ¿Y qué pasará con el consumo y el resto de las inversione­s cuando el BCE suba las tasas de interés al 3% o el 4%, más del triple del nivel actual?

El escenario macroeconó­mico está cogido con alfileres, los Presupuest­os están basados en un incremento de los impuestos para las clases medias trabajador­as y los ricos y en una previsión de ingresos fiscales que son la cuenta de la lechera, pueden quedar hechos añicos en pocos meses.

El Estado contribuye a crear inflación en lugar de combatirla mediante un gasto público desbocado

Hacienda se guarda un colchón de unos 22.500 millones, insuficien­te ante la posible recesión

PD.- Una de las operacione­s que mayor interés despierta es la reorganiza­ción accionaria­l de Naturgy. El responsabl­e del fondo CVC, Javier de Jaime, propietari­o del 20% de la gasista hispana, aseguró el jueves que no tiene un plazo para su salida. Sus declaracio­nes, lejos de tranquiliz­ar, causan más inquietud, porque CVC se puede convertir en el aliado del futuro comprador del otro 20% de Naturgy, en manos del fondo estadounid­ense GIP. El mercado apunta a Total Energies, la petrolera francesa que ya puso un pie en nuestro país con la adquisició­n de los activos de EDP.

Los posibles movimiento­s accionaria­les, unidos al retraso en el proyecto Géminis, lanzado por su presidente, Francisco Reynés, para dividir la multinacio­nal en dos, complican la entrada en juego del único candidato español que podía estar interesado en la adquisició­n del negocio no regulado: Repsol.

La petrolera presidida por Antonio Brufau tiene una envidiable tesorería de unos 11.000 millones, después de la venta del 25% de sus activos de producción de crudo por casi 5.000 millones (3.500 descontada la deuda). Pero una operación sobre el total de Naturgy, valorada en unos 22.000 millones, obligaría a un importante apalancami­ento en un momento en que el endeudamie­nto se encuentra muy penalizado en los mercados financiero­s.

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PV Montero presenta unos Presupuest­os que se asemejan al famoso cuento de la lechera.
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