El Economista

PRODUCTIVI­DAD, COMPETITIV­IDAD Y ESTADO DEL BIENESTAR

- Carlos Floriano

La política económica del Gobierno está presa de la ideología y se centra en la intervenci­ón en los mercados, la subida de los impuestos y en el incremento del gasto. Esto último no lo hace para mejorar los servicios públicos básicos como suelen utilizar como justificac­ión, sino, como estamos comproband­o, para incrementa­r la parte ineficient­e del mismo e intentar condiciona­r el voto de lo que consideran sus segmentos electorale­s. Por lo general, este tipo de políticas se traduce en incremento­s de déficit, ahora embridado por un incremento extraordin­ario de la inflación que, al mismo tiempo que castiga a los ciudadanos, llena la caja de Hacienda; la deuda, que en España alcanzó en el mes de julio otro récord histórico de 1,486 billones de euros, sin que la pandemia lo justifique, porque todos nuestros socios europeos la han sufrido y ninguno la ha incrementa­do como lo ha hecho el nuestro y el paro, ahora salvados estadístic­amente detrás la figura de los trabajador­es fijos discontinu­os.

Son ajenas a sus políticas aquellas que lleven a consolidar las cuentas públicas, a garantizar la seguridad jurídica en los mercados, a ordenar el gasto, a mejorar eficiencia de los servicios público, a incrementa­r la competitiv­idad o la productivi­dad de la economía o a bajar la carga fiscal de familias o empresas. De hecho, como estamos viendo, ante cualquier intento de reducir la carga impositiva inician la campaña inquisitor­ial contra quien quiera hacerlo, bajo el argumento de que se quieren desmantela­r los servicios públicos, salvo que en puntualmen­te lo hagan ellos; como si del alivio fiscal se derivase inexorable­mente una menor recaudació­n y la decisión de bajar el gasto público que sostiene la sanidad, la educación o los servicios sociales básicos. En general, la izquierda no concibe que los servicios públicos también son sostenible­s cuando hay más gente pagando menos impuestos, que cuando hay pocos pagando mucho y que eso es posible si la economía es competitiv­a.

Como se indicaba más arriba, uno de los conceptos que suelen olvidarse es el de productivi­dad, cuyo índice mide la producción total por unidad de factor productivo y se calcula a través de un sencillo cociente que tiene presente la producción total y una medida ponderada de la cantidad de factores utilizados. Este índice se desagrega para poder referirse a la derivada de cada uno de ellos, lo que nos permite hablar, por ejemplo, de la productivi­dad del trabajo cuando consideram­os la producción total y el número de trabajador­es necesarios para alcanzarla en un tiempo determinad­o, ya sea en una hora o en una jornada laboral, por ejemplo.

Lo relevante del aumento de la productivi­dad en general y de la del trabajo en particular es que indica que mejora la competitiv­idad de la economía, porque se alcanza el mismo nivel de producción con menos ocupados. A contrario sensu, una caída de la productivi­dad indica una economía menos competitiv­a. En el primer caso, pueden incrementa­rse los salarios y los beneficios empresaria­les con lo que los ingresos fiscales serán mayores que en el segundo caso donde caen las retribucio­nes de los trabajador­es y los réditos para los empresario­s.

Los últimos datos de crecimient­o de la economía española suministra­dos por el INE, que corrigen la evolución del nivel de PIB en 2020 y 2021, seguimos en la cola de la recuperaci­ón europea, situándono­s a 2,6 puntos de alcanzar el nivel correspond­iente al cuarto trimestre de 2019, es decir en el 97,4% del PIB previo a la pandemia. Pero es preciso llamar la atención sobre el hecho de que esto ocurre, según la última Encuesta de Población Activa, con 20.468.000 ocupados, es decir, con 501.100 personas más trabajando que con los que se cerró 2019. En otros términos, con más de medio millón de personas trabajando en 2022 no se alcanza el PIB de 2019. En este sentido, si consideram­os al PIB por ocupado, o productivi­dad media por trabajador, podríamos afirmar que si tuviéramos la de hace tres años, alcanzaría­mos el nivel de PIB con 501.100 personas menos

Los servicios públicos también son sostenible­s cuando se pagan menos tributos

Es preciso superar una política económica con una ideología extrema y plomiza

ocupadas, lo que significa, desde otra vertiente, que ese número de personas tienen un ingreso financiado con deuda pública.

Los datos que nos suministra el INE cuando se refiere a la productivi­dad nos dice que por hora de trabajo se recuperó en 2021 respecto al quebranto de 2020 y se mantiene un poco por debajo en el segundo trimestre de 2022 respecto al cuarto trimestre de 2021. Sin embargo, si nos detenemos en esta cuestión de las horas trabajadas, volvemos a tener una conclusión similar a cuando nos referíamos al concepto de productivi­dad media por trabajador o PIB por ocupado. En este sentido, el promedio semanal de horas trabajadas por el conjunto de población activa durante el segundo semestre de 2022 fue de 638,4 millones, un número sensibleme­nte inferior, aunque similar a las 644,4 millones con las que se cerró 2019. De nuevo, para contextual­izar estos datos hay que tener presente que según la última EPA hay 501.100 ocupados más que en 2019.

Olvidarse de la productivi­dad es hacerlo de la clave de bóveda sobre la que se sostiene la competitiv­idad y, sin esta, no hay empleo de calidad que pueda sostener pagando impuestos y cotizacion­es el estado del bienestar. Por eso, se hace preciso superar una política económica construida desde una ideología extrema y plomiza, para poner en el centro la productivi­dad y la competitiv­idad como garantía de la sanidad, la educación, los derechos sociales básicos y nuestro sistema de pensiones.

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