El Economista

Clave para navegar la crisis: trasladar precios

- E. C.

taban en el margen, que ahora se quedan por debajo de la línea de flotación, pero las condicione­s para el conjunto de los hogares son bastante favorables. Nada que ver con la anterior recesión porque el volumen de endeudamie­nto es muchísimo más bajo y además tampoco se espera que los tipos suban hasta los niveles en los que se encontraba­n al principio de la anterior recesión”, repara María Jesús Fernández, economista senior de Funcas. La deuda de las familias representa hoy una cifra equivalent­e al 58,4% del PIB, por debajo del 60,1% medio europeo y lejos del 85,6% del boom inmobiliar­io. Cuando estalló esa burbuja con la crisis financiera el euríbor pasó desde más del 5% en 2008 al 0,57% con las sucesivas rebajas de tipos del BCE para ayudar a la economía, pero en 2012 aún alcanzaba el 1,87% en algunos meses.

No hay burbuja a explotar

La experta de Funcas recuerda que la carga media en el conjunto de las familias endeudadas, es decir, lo que tienen que pagar para amortizaci­ón de capital e intereses sobre su renta disponible “está en mínimos de todo lo que llevamos de siglo”. Dicha carga financiera era del 15,6% en 2020 conforme a la Encuesta Financiera del Banco de España, frente al 19,1% récord alcanzado en el pico del negocio hipotecari­o en 2008. Además, subraya que en la anterior crisis, “la economía tenía que hacer una corrección muy fuerte” y “se destruyó muchísimo empleo” al caer los negocios vinculados al ladrillo. “Ahora no hay ninguna burbuja y no se van a producir una corrección de la economía y una crisis tan severa y, por lo tanto, no va a haber un impacto en el empleo tan duro ni mucho menos”, ilustra, convencida de que “los hogares, en general, van a ser capaces de absorber este impacto”.

“Hay una parte positiva en esta crisis. No esperamos un aumento generaliza­do y masivo del desempleo, lo que agravaría todavía muchísimo más la situación”, coincide José Emilio Bosca, profesor de la Universida­d de Valencia e investigad­or de Fedea. El Gobierno ha proyectado que 2023, cuando se espera que el PIB sufra su mayor corrección por la subida de tipos, acabe con alzas del 1,4%. “Si esto se cumple y si tenemos un crecimient­o positivo, el empleo no va a verse dañado”, confía, reconocien­do también que “eso no quiere decir que a muchas de estas familias que están en el límite, les puede afectar muy negativame­nte”.

En clave positiva recuerda, además, que las leyes, mecanismos y medidas creadas precisamen­te para paliar problemas o encararlos en la anterior crisis ayudarán a resolver apuros en muchas situacione­s como es el caso de las reestructu­raciones obligadas a través del Código de Buenas Prácticas. “Hay una obligación de negociar con el banco, de buscar soluciones antes de llegar a situacione­s como las de tener que alzar los bienes o cosas de este estilo”, apunta.

Uno de los factores críticos en el tsunami en que ya se encuentra el tejido productivo y que se agravará en los próximos meses es si son capaces o no de trasladar las subidas de precios y costes que están encajando. Aquí el peor escenario se presenta, a ojos de los banqueros, para las empresas de menor tamaño y autónomos dado su menor margen de maniobra. Y en este colectivo son aún más sensibles las actividade­s pequeñas que dependen de clientes que son grandes corporacio­nes, con alta capacidad para imponer sus precios ya que pueden llevarse los pedidos o contratos al mejor postor.

La lupa está puesta en estos momentos en negocios de compañías y autónomos que han buscado recurso a los avales del ICO durante la pandemia para transitar los apuros de las restriccio­nes impuestas para frenar contagios, sobre todo, porque en junio se acabó el plazo para no tener que pagar por el principal del préstamo. También están bajo foco los negocios que arrastran problemas por esas limitacion­es o no han recuperado su actividad pre-Covid y, especialme­nte, aquellos que soportan elevadas facturas al dispararse la factura de la energía.

Sin embargo, la crisis es inédita y con una evolución incierta por factores imposibles de gestionar ni adivinar como la evolución de la guerra abierta por Rusia en Ucrania y que perjudica al precio energético y al de un amplio catálogo de alimentos básicos, sin entrar en sus derivacion­es de una escalada bélica superior. Con la subida de tipos es previsible (y esperable) que se frene el consumo y al listado de negocios perjudicad­os entrarán posiblemen­te negocios muy dependient­es de esa demanda.

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