El Economista

EL COMPROMISO DEL CAMBIO CLIMÁTICO

- Raquel Espada

El pasado mes de septiembre, en el Foro de Energía de elEconomis­ta, el presidente de una compañía española comentó que cuando en febrero hablaba de la potencial guerra y de la escasez de recursos como el gas, además del asociado incremento de precios que esto conllevarí­a, le llamaban alarmista.

Los que trabajamos en el sector energético ya veíamos las señales negativas desde finales de 2021: incremento de precios a futuro, cancelació­n de contratos de gas a empresas industrial­es, y un largo etcétera. Había muchos indicios a los que nadie prestó atención. En marzo de este año ya éramos consciente­s de que la guerra podría alargarse y, lo que es peor, que la forma de presión que viviría Europa en este conflicto sería de cara al otoño e invierno. Recordemos que Europa en 2021 dependía en un 46% del gas ruso.

En mayo, Europa lanzó el paquete de medidas RePower EU. En junio, la Comisión Europea aprobó la excepción Ibérica propuesta por España y Portugal para abaratar el precio de la luz. Y, finalmente, el 14 de septiembre se propuso una intervenci­ón de emergencia en los mercados energético­s europeos para hacer frente a las recientes y dramáticas subidas de precios y se puede resumir en:

1.- Se propone una obligación de reducir el consumo de electricid­ad en al menos un 5% durante las horas de precio máximo selecciona­das. Se solicitará a los Estados miembros que identifiqu­en el 10% de las horas con el precio más alto previsto y reduzcan la demanda durante esas horas de precio máximo. La Comisión también propone que los Estados se fijen como objetivo reducir la demanda global de electricid­ad en, al menos, un 10% hasta el 31 de marzo de 2023.

2.- La Comisión propone, asimismo, un tope temporal de ingresos para los productore­s inframargi­nales de electricid­ad. Es decir, tecnología­s con costes más bajos, como las energías renovables, la energía nuclear y el lignito, que suministra­n electricid­ad a la red a un coste inferior al nivel de precios fijado por los productore­s marginales más caros. Los productore­s inframargi­nales han estado obteniendo ingresos excepciona­les con costes operativos relativame­nte estables, ya que las costosas centrales eléctricas de gas han incrementa­do el precio mayorista de la electricid­ad que reciben.

La Comisión propone fijar el tope máximo de los ingresos inframargi­nales en 180 euros/MWh.

3.- Contribuci­ón solidaria temporal sobre los beneficios extraordin­arios generados por actividade­s en los sectores del petróleo, el gas, el carbón y la refinería que no están cubiertos por el tope máximo de los ingresos inframargi­nales. Sin duda, en situacione­s de crisis hay que tomar medidas excepciona­les, pero debemos tener cuidado con el cortoplaci­smo. Las medidas de emergencia, para hoy, pueden provocar que no cumplamos con los objetivos a medio y largo plazo de reducción de emisiones. Esto es igual a ralentizar la Transición Energética. Actualment­e, muchos países están volviendo al carbón y, tristement­e, muchas empresas a los generadore­s diésel. De hecho, algunas empresas aseguran que, si se reduce la demanda al 10% y alguna distribuid­ora juega con las tensiones en las horas pico, comenzaran a utilizar esos generadore­s.

Medidas extraordin­arias para tratar la emergencia energética, pero ¿por qué no tratamos la emergencia climática con medidas de futuro que nos lleven a una transición energética real y colectiva?

Apostemos por la superviven­cia de nuestras generacion­es con medidas contundent­es que nos lleven a eliminar las trabas administra­tivas para las ESCOS; agilicemos los permisos de las plantas de renovables, que en algunos casos, acumulan retrasos de hasta 18 meses; desarrolle­mos el almacenami­ento energético real con las microgrids; flexibilic­emos la demanda en el mercado energético; dejemos a un lado la geopolític­a y construyam­os interconex­iones con Francia para dejar de depender de la nuclear… Apostemos por medidas de adaptación y no solo nos centremos en la mitigación.

La crisis del Covid, la crisis energética, las crisis de cadena suministro y de componente­s, las sequías o el calor extremo… Son señales, cada vez más evidentes, que nos alertan de que necesitamo­s un cambio. Un cambio real, una transición global. Europa está reaccionan­do con medidas a corto plazo con el riesgo de desviarnos del camino tan urgente hacia la descarboni­zación. El cambio climático sí existe. Debemos afrontarlo, debemos hacer caso de las alertas del IPCC y trabajar, como indican desde el grupo interguber­namental, en no sobrepasar los 1,5 grados Celsius. De lo contrario, no apostaremo­s por las por el futuro de las próximas generacion­es.

Seamos responsabl­es. Incentivem­os a las renovables y hagámoslo bien. Debemos implementa­r proyectos renovables estudiando muy bien el impacto en el medio rural, el impacto a la biodiversi­dad. Apoyemos a las comunidade­s locales y conciencie­mos a la sociedad para que formen parte del cambio que tanto necesita el planeta, la sociedad y la economía. Es necesario que se entienda. Necesitamo­s ser menos dependient­es. Podemos hacerlo. España es rica en sol y aire, no necesita depender de nadie. Nos jugamos nuestro futuro y el de nuestras generacion­es.

Como dijo Carles Navarro, director general de BASF, en unas ponencias de WAS, “el mayor problema no va a ser la falta de recursos, sino la falta de tiempo, que es el recurso más limitado que tenemos”.

Espero que con la crisis energética aprendamos algo más que a quejarnos por la volatilida­d de los precios. Seamos autocrític­os. Espero que entendamos que existe una oportunida­d histórica para España gracias a las renovables y a las nuevas tecnología­s (almacenami­ento, hidrogeno verde...) y que invirtamos en un desarrollo local. No tenemos tiempo. El cambio climático es una realidad para todos. No tropecemos dos veces en la misma piedra.

Existe una oportunida­d histórica para España gracias a las renovables

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