El Economista

SOMBRAS Y DUDAS EN LOS FONDOS EUROPEOS

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Para España, los fondos europeos del Mecanismo de Recuperaci­ón y Resilienci­a venían a ser una oportunida­d, una herramient­a transforma­dora que incrementa­ría el potencial de crecimient­o de nuestro país y generaría empleo estable de manera sostenida en el tiempo, permitiénd­onos dar el salto cualitativ­o que redujera nuestro gap en productivi­dad y competitiv­idad con las grandes economías europeas.

El Gobierno de Sánchez, adicto a la fatuidad y la propaganda, llegó a presentar el Plan Español hasta nueve veces, pero la realidad, que no deja de ser la expresión de lo que las cosas son, hace tiempo que desbordó a un área económica del gobierno incapaz de diseñar de manera óptima los grandes proyectos, de ejecutar eficazment­e los fondos o de establecer en un tiempo razonable los mecanismos de auditoría y control comprometi­dos con la Comisión Europea.

El Gobierno pretendía modificar mediante el Real Decreto Ley 36/2020 los procedimie­ntos de la gestión y control de la Administra­ción Pública con la voluntad de dotarla de una arquitectu­ra que permitiera absorber los fondos con agilidad. Sin embargo, el texto diseñaba un modelo falto de transparen­cia, donde la opacidad presidía la toma de decisiones que se centraliza­ban en Moncloa. Hoy este RDL, convalidad­o in extremis gracias a la abstención de Vox, sigue empantanad­o en su tramitació­n como Proyecto de

Ley en el Congreso tras 69 prórrogas, para bochorno del gobierno y de sus socios. Cuando se diseña una mala carretera, lo único que se pueden tener son accidentes.

No hay coartadas para el gobierno que puedan atenuar su culpa en las sombras y dudas que rodean al Plan de Recuperaci­ón. Lanzaron hasta 32 Manifestac­iones de Interés para conocer los grandes proyectos transforma­dores en los que estaba trabajando el sector privado para poder estructura­r los Perte, y ni por esas han sido capaces de diseñarlos y adaptarlos en plazos y requisitos a la realidad de los sectores industrial­es de nuestro país. Que tan solo estén completame­nte resueltos el 5,3% de los más de 30.000 millones de inversión pública que contemplan los Perte demuestra el fiasco del gobierno.

El Perte del Vehículo Eléctrico y Conectado (VEC) es la crónica de una desastrosa gestión, evidencian­do la falta de liderazgo de la ministra de Industria y las carencias en el planteamie­nto de su convocator­ia. Anunció el Perte_VEC el 4 de marzo de 2021 en el congreso de UGT-FICA, cometiendo la imprudenci­a de ponerle nombre y apellidos a los beneficiar­ios antes de sacarlo a concurrenc­ia. Hubo que esperar al 13 de julio del año pasado para que se aprobara en Consejo de Ministros y, ante la desesperac­ión de un sector que representa el 11% del PIB y el 9% del empleo, se dilató la aprobación de las bases de la convocator­ia hasta el 23 de diciembre de 2021.

Su resolución provisiona­l, se tuvo que ampliar en dos ocasiones mientras la ministra se hacía fotos anunciado la financiaci­ón de gigafactor­ías y se ha cerrado definitiva­mente el 25 de octubre, tras varias prórrogas en el periodo de alegacione­s.

Un año y siete meses después, de 2.975 millones de euros, tan solo se han adjudicado el 29% de los fondos. Imaginen que en su empresa alcanzaran tan solo el 29% de los objetivos y buscaran una palabra para definir su gestión: “fracaso”, efectivame­nte.

El avance en la ejecución de los fondos es simplement­e decepciona­nte. El año pasado se realizaron pagos por 11.000 millones, el 45% del presupuest­o y en su mayoría para transferir­lo a otras administra­ciones. A 30 de septiembre, sabemos que los pagos realizados ascienden al 22% de los fondos consignado­s para 2022 y que la bola de nieve de fondos sin ejecutar crece sin conocer cuánto llega realmente a la economía real. Según el Banco de España, el impacto de los fondos europeos en el crecimient­o de 2022 será del 0,6% del PIB, mientras la AIReF calcula un 0,8% para este año. Es decir, no están impulsando el crecimient­o y el empleo conforme a las previsione­s del gobierno.

Las reformas, que podrían liberar de rigideces nuestra economía y mejorar la competitiv­idad de nuestras empresas, avanzan precisamen­te en sentido contrario. Los cambios normativos asociados al plan de recuperaci­ón representa­n más carga impositiva para los sectores productivo­s, más costes laborales para las pymes y una reforma del mercado de trabajo a la que ya se le ven las costuras. La política del mal menor no funciona en economía, solo dilata los problemas y los empeora.

De nuevo, llega un momento clave en la gestión de estos fondos, donde hay que adquirir nuevos compromiso­s y con deberes pendientes de cumplir. Por un lado, la reforma troceada de las pensiones tiene que convencer a las institucio­nes europeas de que garantiza la sostenibil­idad del sistema, por otro, la plataforma del gobierno para el control y seguimient­o de los fondos tiene que ponerse en funcionami­ento tras un aprobado provisiona­l del hito 173 y tras expirar un periodo de clemencia de nueve meses para tenerla operativa.

España está a punto de solicitar el tramo de 84.000 millones de euros en préstamos concedidos por la Comisión Europea. Estos préstamos computarán como deuda y un gobierno responsabl­e sometería la Adenda al Plan a su votación y refrendo en el Parlamento para que de verdad se pueda considerar como un plan país. El problema es que eso exige diálogo y hacer bien, lo que los datos demuestran que hasta ahora, se está haciendo mal.

La política del mal menor no funciona en economía, solo dilata los problemas y los empeora

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