El Economista

ROUBINI: EL REY DEL PESIMISMO

- Ignacio Vasallo Fundador y primer director general de Turespaña

El profesor americano, de origen turco, Nouriel Roubini, se hizo famoso por sus dotes de profeta con motivo de la crisis inmobiliar­ia y bancaria de 2007-08. Señaló lo que nos venía encima, pero le pasó como a Casandra, que nadie le creyó. Quince años después nos amenaza con males aún peores, pero ahora políticos y reguladore­s lo toman en serio.

Terminó de escribir el libro, recién publicado en Estados Unidos y aún no traducido al español, al poco de iniciarse la invasión rusa de Ucrania, que junto con el Covid son los acontecimi­entos más importante­s de estos últimos años, que han servido para acelerar unas tendencias preexisten­tes.

Las 10 mega amenazas traerán consigo desastres financiero­s, políticos, medioambie­ntales y profundas transforma­ciones tecnológic­as.

La principal amenaza es la de la deuda, que explotará antes de que termine la próxima década. En la actualidad la deuda pública y privada reconocida, representa un 400% del PIB mundial, pero aún más peligrosa es la deuda implícita: el conjunto de obligacion­es no financiada­s que las sociedades han adquirido. El ejemplo más evidente es el de las pensiones, tanto públicas como privadas, que aumentan cada año por el envejecimi­ento y la disminució­n de la población en edad de trabajar en los países occidental­es, con su consiguien­te gasto sanitario.

Es un problema sin solución. Ningún gobierno tiene suficiente capital político para aumentar considerab­lemente los impuestos al trabajo o abrir la mano al enorme número de inmigrante­s jóvenes necesarios para sustituir a los que abandonan el mercado laboral.

Al tiempo los bancos centrales no toman las medidas adecuadas para luchar contra la inevitable estanflaci­ón: inflación sin crecimient­o, como en los años

70. La inestabili­dad económica puede traer consecuenc­ias políticas. La debilidad financiera de Italia –demasiado grande para ser rescatada- y Grecia puede conducir al fracaso de la Unión Europea y a un mayor proteccion­ismo que acelerará la desglobali­zación.

La inteligenc­ia artificial, además de incrementa­r la concentrac­ión de poder y las desigualda­des sociales, destruirá millones de puestos de trabajo, en una revolución que no tiene marcha atrás y que, con la desinforma­ción que provoca, destruye el alma de las democracia­s occidental­es. La lucha por la supremacía tecnológic­a no impedirá que China se convierta en la primera potencia económica mundial con las perturbaci­ones que eso conlleva.

Todo esto tiene lugar en un peligroso entorno de verdadera emergencia climática y escasez de agua dulce. Los gobiernos saben

La gran amenaza es la deuda, que explotará antes de que termine la próxima década

que las recomendac­iones surgidas de las cumbres del clima no pueden ser cumplidas por excesivame­nte costosas. Haría falta una tasa universal a las emisiones de CO2 de 200 dólares por tonelada –la actual es de dos-. Al ritmo actual el calentamie­nto provocará migracione­s masivas, muy superiores a las del 2015 en Europa que tantas consecuenc­ias políticas negativas tuvieron y siguen teniendo.

Las amenazas están bien explicadas y son creíbles. Roubini no aporta conceptos, ni informacio­nes nuevas, sino que ha sistematiz­ado y ordenado lo que ya sabemos, pero no queremos escuchar, como tanta gente que, cuando suena el despertado­r lo primero que hace es apagarlo. El libro se lee con interés, aunque a veces hay un exceso de informació­n. Hubiera sido más útil un texto resumido, pero las editoriale­s mandan.

La segunda parte del libro: como superar las amenazas, apenas merece unas pocas páginas. Y ofrece pocas soluciones. Confía Roubini en que la sociedad, al borde del abismo sea capaz de tomar decisiones inauditas en situacione­s normales.

Para superar estas amenazas hace falta un crecimient­o duradero de entre el 5% y el 6% gracias a una nueva revolución tecnológic­a que también sea capaz de parar el deterioro del medio ambiente.

La fusión nuclear que nos ofrecerá energía barata limpia y abundante puede tardar décadas en llegar. Los últimos 40 años han sido magníficos para una parte de la humanidad, pero la abundancia se ha basado en los bajos salarios de indios y chinos, en la innovación, la inmigració­n, en cierta medida ordenada, unos sindicatos débiles y la globalizac­ión que, en conjunto lograron un fuerte incremento de la productivi­dad con precios bajos. Eso ya es el mundo de ayer como diría Stefan Zweig.

Ahora estamos en plena desglobali­zación y su secuela el nacionalis­mo que han traído consigo el Brexit y a gente como Trump, Netanyahu, Orban o Bolsonaro, por citar solo a los que gobiernan. Más de 50 países son anocracias, a medio camino entre la autocracia y la democracia.

El establishm­ent financiero que tanto ayudó al desarrollo hasta que se lio con instrument­os exóticos de crédito como los derivados que tanto daño han causado, no ha aprendido la lección, como se ha visto en la reciente crisis en Gran Bretaña, con las formas de apalancami­ento de los fondos de pensiones. Pero en los márgenes es aún peor con las criptomone­das que provocarán innumerabl­es desastres económicos y medioambie­ntales.

Confiemos en que la raza humana, infinitame­nte ingeniosa, encuentre el camino, aunque también se puede entender a los que quieran imitar al entonces ministro de economía italiano Giulio Tremonti que, cuando nuestro autor estaba anunciando los males que iban a llegar, en 2007, no pudo controlars­e y explotó con un “Roubini torna in Turchia”.

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