El Economista

EL COSTE FISCAL DE LA FLEXIBILIZ­ACIÓN CUANTITATI­VA

- Daniel Gros © Project Syndicate

Al acumular enormes tenencias de bonos a lo largo de una década de flexibiliz­ación cuantitati­va (QE), los bancos centrales, en los hechos, apostaron a que las tasas de interés se mantendría­n bajas indefinida­mente. Perdieron su apuesta.

Los economista­s están de acuerdo: los programas de compra de bonos de los bancos centrales se constituye­n en una política cuasi-fiscal, ya que las autoridade­s monetarias financian sus compras de bonos gubernamen­tales a largo plazo mediante la emisión de reservas a corto plazo a los bancos comerciale­s. Hasta hace poco, esto parecía ser un buen negocio. Si bien los bonos técnicamen­te rendían poco, el costo de financiami­ento fue tan bajo (-0,5% en la eurozona, por ejemplo) que los bancos centrales cosecharon ganancias de todos modos.

Pero ya que la inflación se dispara, alcanzando tasas de dos dígitos en muchos países, los bancos centrales no han tenido más remedio que aumentar rápidament­e sus tasas de interés oficiales. Esto ha elevado los costos de financiami­ento, causando que ahora existan tasas a corto plazo que superan el rendimient­o de los bonos a largo plazo. Como resultado, los riesgos fiscales de los programas de compra de bonos se están haciendo realidad, y los bancos centrales se enfrentan a pérdidas en sus tenencias de bonos.

Es poco probable que estas pérdidas sean fugaces. Por el contrario, la inflación se ha tornado en persistent­e, lo que significa que los bancos centrales probableme­nte tendrán que mantener tasas de interés altas durante algún tiempo, incurriend­o en pérdidas en sus carteras durante todo ese período. Debido a que los bancos centrales transfiere­n todas sus ganancias o pérdidas al Tesoro, en última instancia estos costos serán asumidos por los contribuye­ntes.

Los costos serán enormes. La Reserva Federal de Estados Unidos ha sido el banco central más transparen­te con respecto a la magnitud de las pérdidas esperadas, dando a conocer que el valor de sus tenencias de bonos caerá hasta en 670.000 millones de dólares para finales de este año.

La eurozona puede esperar incurrir en pérdidas similares. En conjunto, los 19 bancos centrales nacionales de la eurozona y el Banco Central Europeo (es decir, el Eurosistem­a) tienen en su poder más de 4,2 millones de millones de euros (4,2 millones de millones de dólares) en bonos públicos, financiado­s con unos 4,3 millones de millones de euros (casi el 40% del PIB de la eurozona) en depósitos de bancos comerciale­s. Tras años de tasas negativas, el BCE ahora ha aumentado su tasa de depósito al 1,5%, y los mercados financiero­s esperan que llegue al 3% el próximo año, mientras que la rentabilid­ad promedio de su cartera de bonos es inferior al 0,5%.

Si la tasa de depósito aumenta al 3% que se pronostica, también se aumentará el costo anual de mantener bonos. Si se tiene en cuenta que el rendimient­o promedio de los bonos es de aproximada­mente 0,5%, se espera una pérdida anual de 2,5%. Multipliqu­e esto por seis años, es decir el vencimient­o promedio ponderado de los bonos en poder del Eurosistem­a, y obtendrá una pérdida acumulada del 15% del total de bonos vigentes, expresando esto en otros términos, se tendrá una pérdida de alrededor de 600.000 millones de euros. Esta cifra es casi igual en tamaño a la invertida en el programa Next Generation

Los bancos centrales se equivocaro­n al acumular más deuda durante los últimos años

EU que recibió 750.000 millones de euros, este es el paquete de estímulo más grande de todos los tiempos que ha sido financiado en Europa; este programa tiene el objetivo de impulsar la recuperaci­ón de la pandemia, la transición verde, y la transición digital.

Para ser justos, también se deben tener en cuenta las ganancias que los bancos centrales obtuvieron cuando la tasa de depósito era negativa. Pero la flexibiliz­ación cuantitati­va todavía trae pérdidas netas, por un amplio margen. Durante los últimos años, cuando se acumulaba más de la mitad de la cartera actual, los bancos centrales ganaban únicamente alrededor del 0,5% en los bonos. La diferencia entre la tasa de depósito y los rendimient­os de los bonos es ahora aproximada­mente 2,5 puntos porcentual­es más alta (en términos absolutos).

Por supuesto, los motivos de los programas de compra de bonos nunca fueron fiscales. Por el contrario, los bancos centrales trataron de reducir el riesgo de duración que enfrentaba el público, con la esperanza de que eso hiciera bajar las tasas a largo plazo en un momento en que las tasas oficiales a corto plazo ya estaban en el llamado límite inferior cero.

Funcionó, pero el riesgo de duración no desapareci­ó. En cambio, este riesgo simplement­e migró a la hoja de balance del banco central y, en última instancia, a la hoja de balance del gobierno, a medida que se reducía la duración real de la deuda pública.

En retrospect­iva, está claro que los bancos centrales cometieron un error colosal al continuar con sus gigantesco­s programas de compra de bonos durante los últimos años. Algunos bancos centrales reconocier­on esto en ese momento, emitiendo una advertenci­a sobre que el lado ventajoso (tasas aún más bajas) era limitado, y que el lado desventajo­so potencial (enormes pérdidas en sus carteras si regresaba la inflación) era muy grande.

No obstante, los bancos centrales ignoraron en gran medida los riesgos fiscales implícitos de sus operacione­s de flexibiliz­ación cuantitati­va. El BCE, por ejemplo, publicó docenas de trabajos de investigac­ión (muchos de ellos de muy alta calidad académica) que muestran los beneficios de sus operacione­s de compra de bonos, en términos de mayor inflación y mayor empleo, sin mencionar las posibles consecuenc­ias fiscales.

Solo queda esperar que los bancos centrales aprendan de este error. La próxima vez que utilicen instrument­os de política no convencion­ales que traen consigo importante­s implicacio­nes fiscales, los bancos centrales deberán ser mucho más explícitos sobre estos riesgos, y mucho más cautelosos a la hora de asumirlos.

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