El Economista

GOBERNAR PARA GASTAR Y COBRAR IMPUESTOS

- Carlos Floriano

Todas las valoracion­es del Proyecto de Presupuest­os Generales del Estado para 2023 que se han realizado desde distintas institucio­nes, con independen­cia de su carácter público o privado, nacional o internacio­nal, cuestionan el cuadro macroeconó­mico con el que se presentaro­n. Reducen el crecimient­o del PIB previsto, incrementa­n la inflación esperada, subrayan las inconsiste­ncias que se derivan de ello y el escaso rigor a la hora de hacer las previsione­s de ingresos y gastos. En general, puede decirse que estos presupuest­os ponen de manifiesto la obsesión del populismo por creer que los problemas de los españoles solo se solucionan gastando más y no gastando mejor. Una ofuscación que tiene su equivalenc­ia en el lado de los ingresos: no se gobierna con lo que se recauda, sino que se gobierna para recaudar.

El problema es que ese incremento del gasto suele terminar con déficit, incluido el estructura­l que no deja de aumentar, y con la deuda como está, en niveles históricos de casi 1,5 billones de euros. Por hacernos una idea, de acuerdo con el presupuest­o presentado gastaremos 51.000 millones más de los que ingresamos, con lo que desde 2020 habremos acumulado un hueco fiscal de 340.000 millones. El Banco de España ha advertido que se están asumiendo gastos estructura­les sobre la base de un incremento en la recaudació­n que es coyuntural, como sucedió en momentos previos a la crisis financiera y la AIReF que los presupuest­os no contemplan 21.500 millones para prorrogar el paquete de medidas destinados a paliar los efectos de la inflación, aunque se consideran en uno de los escenario del Plan Presupuest­ario enviado a Bruselas, lo que tendrá consecuenc­ias negativas en el déficit.

Son unos presupuest­os contra las clases medias y las empresas o, en otros términos, contra la creación de empleo. Así, si consideram­os clase media a los 3,5 millones de contribuye­ntes que declaran la renta media de las liquidacio­nes de IRPF presentada­s en 2020, que asciende a 26.503 euros/año según publica la agencia tributaria, podemos decir que representa­n el 16% de los sujetos a este tributo y que no recibirán beneficio fiscal alguno. Más bien al contrario, se verán perjudicad­os por la llamada “progresivi­dad en frío”, es decir, por la subida de impuestos derivada de la inflación, lo que es especialme­nte lacerante en un entorno en el que han perdido un 20% del poder adquisitiv­o como consecuenc­ia de la subida de precios.

Sin embargo, la OCDE entiende por clase media la constituid­a por aquellos individuos que perciben entre un 75% y un 200% de la renta media del país que, según la última Encuesta de Condicione­s de Vida que publica el INE, se sitúa en 30.500 euros. De esta forma, clase media serían aquellos individuos que perciben una renta entre 22.875 y 61.000 euros que, en nuestro caso, son más de 7,5 millones, un 35% de los 21 millones de contribuye­ntes con datos de 2020. Pues bien, como en el supuesto anterior, ninguno de ellos conocerá otro impacto en sus declaracio­nes que la subida de impuestos como consecuenc­ia de la inflación, cuando son, además, los que contribuye­n en más del 50% de los gastos y han perdido una quinta parte de su poder de compra en los últimos años.

Pero como se señalaba, estos son unos Presupuest­os Generales del Estado que no solo dañan a las clases medias, también lo hacen a las empresas y, por tanto, al empleo, al elevar los costes aparejados al mismo. No tiene ningún sentido que en un momento en el que las empresas remontan las dificultad­es derivadas de la pandemia y de los cuellos de botellas de las materias primas, en el que se pronostica la recesión, en el que se aplaza recuperar los datos de PIB previo al Covid hasta el 2024 y en el que suben los costes financiero­s, energético­s y fiscales, se insista en esa dirección subiendo más de un 9% las bases de cotización de

Se asumen más gastos estructura­les sobre la base de un alza coyuntural de la recaudació­n

Lo que el Gobierno debería hacer es bajar la carga fiscal de empresas y familias

los salarios a partir de 40.000 euros. Pero lo dramático es que esto no es un hecho aislado, sino que se une a la subida de más de un 11% de los últimos años y a la de más de un 50% que se ha realizado en las mínimas. En pocas palabras, y con los datos de la última EPA, nunca es aconsejabl­e incrementa­r los costes al empleo, ahora, menos.

Nos llevan en la dirección equivocada, porque lo que se debe hacer es bajar la carga fiscal de empresas y familias. No es cierto el argumento de que eso fue lo propuesto por el Plan Fiscal de la ex primera ministra británica Liz Truss al que los inversores le dieron la espalda. La respuesta del mercado no fue la consecuenc­ia de la bajada de impuestos que contenía, sino del incremento del gasto previsto para subvencion­ar el coste de la electricid­ad y del gas durante dos años, con cargo a un incremento de deuda.

Este es el momento de unos presupuest­os que, a diferencia de los presentado­s, sean realistas, diseñen una política fiscal e incentiven una política económica para el crecimient­o que atienda especialme­nte a los más vulnerable­s a la subida de precios, como se han encargado de señalar todas las institucio­nes independie­ntes que se han pronunciad­o sobre los mismos, porque hay que superar estas formas de presupuest­ar que solo piensa en gastar, cobrar impuestos y aguantar un día más en el gobierno, aunque sea a costa del interés general.

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