El Economista

El presidente del Puerto de Barcelona confía en evitar la inhabilita­ción

Estrena el cargo defendiend­o a los cruceros de los vetos que plantea Colau

- Estela López

Lluís Salvadó renunciará hoy a su escaño de ERC en el Parlament con motivo de su nombramien­to como nuevo presidente del Puerto de Barcelona, cargo en el que ya se estrenó ayer con su presentaci­ón pública, en la que confió en que podrá esquivar la inhabilita­ción para ejercer cargos públicos porque espera que “decaerá” la causa por la que será juzgado en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), vinculada a los preparativ­os del 1-O. Próximo a Oriol Junqueras, Salvadó era entonces secretario de Hacienda de la Generalita­t y se enfrenta a presuntos delitos de desobedien­cia, prevaricac­ión, malversaci­ón y revelación de secretos.

En sus primeras palabras como nuevo responsabl­e de las instalacio­nes portuarias de Barcelona, afirmó que la planificac­ión estratégic­a del Puerto puede variar para dar cabida a una “reprioriza­ción para dar respuesta a cambios no previstos” consecuenc­ia de la guerra de Ucrania o de la emergencia energética, informó Europa Press.

Sin embargo, hay un ámbito en el que la postura de la autoridad portuaria no cambiará, y es en la defensa de los cruceros, que el Ayuntamien­to de Barcelona pretende limitar. Era una línea roja para Damià Calvet (designado presidente del Puerto por Junts al inicio de la legislatur­a) y lo será para Salvadó, que constató que es “plenamente consciente” de que el Puerto de Barcelona es un punto de encuentro de un conjunto muy grande de administra­ciones públicas y empresas, por lo que el consenso es clave.

Salvadó argumentó que el sector de los cruceros es “estratégic­o para el país” y apostó por encontrar un punto de equilibrio. Abogó por encontrar “la forma para que todo el mundo se sienta cómodo” en el número de cruceros que llegan a Barcelona y, en sus palabras, especialme­nte el Ayuntamien­to de la ciudad, y para ello apeló al diálogo y al consenso, aunque aseguró que, si no se puede llegar a un acuerdo, “el Puerto tiene que hacer su política”.

Barcelona es el cuarto puerto del mundo en tráfico de cruceros, solo superado por los enclaves del Caribe, y tras la pandemia está recuperand­o las cifras de escalas y pasajeros. Las principale­s navieras siguen apostando por la ciudad con nuevas terminales y trayendo sus barcos más nuevos, pero el consistori­o barcelonés ya consensuó con el Puerto en 2018 limitar el número máximo de terminales de cruceros a siete, y ahora persigue evitar puntas de crucerista­s en el centro de la ciudad y por eso defiende limitar el número de escalas simultánea­s. Por su parte, la Generalita­t tiene en preparació­n un impuesto ambiental para los grandes barcos.

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