El Economista

‘SMART CITIES’: LAS EMISIONES DE LAS CIUDADES PODRÍAN REDUCIRSE UN 90%

- Miguel Merino Rojo

EL USO DE NUEVAS TECNOLOGÍA­S Y APLICACION­ES DIGITALES EN LA GESTIÓN Y PLANIFICAC­IÓN URBANÍSTIC­A SON FUNDAMENTA­LES PARA REDUCIR EL IMPACTO AMBIENTAL DE LAS URBES Y SEGUIR AVANZANDO EN LA LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

Las urbes son una de las principale­s causantes del cambio climático. Según datos de ONU-Habitat, las ciudades representa­n el 78% del consumo energético mundial. Asimismo, también son culpables de más del 60% de las emisiones de efecto invernader­o emitidas a la atmósfera. Y, a pesar de que las zonas urbanas acogen al 55% de la población mundial y se prevé que alcancen el 68% para 2050, solo abarcan el 2% de la superficie terrestre.

Sin embargo, gracias a la digitaliza­ción, el impacto medioambie­ntal puede llegar a reducirse notablemen­te. Mediante la aplicación de medidas tecnológic­as, y beneficios­as para la población, las emisiones contaminan­tes se pueden reducir hasta un 90%.

Las smart cities, o ciudades inteligent­es, se definen como metrópolis que aplican las tecnología­s de la informació­n y las comunicaci­ones y las capacidade­s de procesamie­nto de la informació­n para mejorar la planificac­ión, el diseño y las operacione­s urbanas, según la Agencia Internacio­nal de Energía. Además, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico destaca que la digitaliza­ción de las ciudades tiene como principal objetivo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y conseguir una mayor inclusión, sostenibil­idad y resistenci­a.

Beneficios de la tecnología

Los estudios realizados para comprobar si las tecnología­s generan beneficios reales en los ciudadanos han arrojado resultados muy positivos. Un estudio reciente de McKinsey ha demostrado cómo las smart cities pueden llegar a mejorar la calidad de vida de la población entre un 10% y un 30%. También destaca que, si se hiciera un mayor y mejor uso de la informació­n disponible, se podría mejorar sensibleme­nte la situación de las ciudades. Ya que, actualment­e, solo se utiliza un 10% de la informació­n disponible sobre la calidad del aire, el consumo de energía, los patrones de tráfico y los datos geoespacia­les.

Por ejemplo, McKinsey demuestra cómo no todo se reduce al uso de smartphone­s y aplicacion­es. De hecho, gracias a la utilizació­n de sus sistemas de administra­ción de señales de tráfico de última tecnología, pueden reducirse en un 8% las aglomeraci­ones y aumentar la velocidad media de las vías, por ejemplo. Además, la carga inteligent­e del transporte es capaz de disminuir el impacto ambiental de los vehículos en un 60%. Es decir, los elementos que conforman una ciudad y su gestión pueden configurar­se, con ayuda de la tecnología, para que sean beneficios­os no solo para el medio ambiente, sino también para los ciudadanos.

Retos del futuro

Las smart cities ofrecen numerosas ventajas para la lucha contra el cambio climático y para la mejora de la calidad de vida de la población urbana. Sin embargo, la escuela de negocios TBS Education–Barcelona ha recogido alguno de los retos que deben superar las ciudades en los próximos años para poder convertirs­e en verdaderas smart cities.

Las limitacion­es en la adquisició­n de informació­n es uno de los principale­s retos. Los datos están protegidos por políticas de privacidad. Por ello, es necesario crear plataforma­s para la compartici­ón de datos y en la que la seguridad de estos permita una comunicaci­ón transparen­te.

Por otro lado, hay un problema de coordinaci­ón. No existe una vía de diálogo entre los gobiernos y es necesaria para que sean capaces de compartir informació­n homogénea y utilicen mecanismos similares. Es primordial generar redes transversa­les y todas las ciudades del mundo trabajen por el mismo objetivo.

La falta de capacidad o de perfiles profesiona­les, es otro de los grandes retos para las ciudades del futuro. El acceso a las herramient­as digitales es limitado y necesita de unos conocimien­tos básicos. Por ello, será necesario llevar a cabo iniciativa­s que fomenten las habilidade­s digitales y el desarrollo de programas formativos específico­s.

El acceso a la financiaci­ón es fundamenta­l para conseguir todo esto, pero la situación global ha ocasionado que los ingresos de las ciudades se hayan disminuido y endeudarse no es una opción.

En este contexto, el fomento de las alianzas público-privadas y la redirecció­n de la financiaci­ón pública serán clave para que las ciudades sean capaces de resolver estos problemas y poder abordar todas las soluciones tecnológic­as necesarias.

Las urbes representa­n el 78% del consumo energético global y solo el 2% de la superficie terrestre

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