El Economista

HACIA EL DISPARATE

- Joaquín Leguina

Me cuesta mucho leer los editoriale­s de los periódicos, pero nunca había leído uno más sectario que “Proteger al Constituci­onal” (El País, 1-12-2022). Parecía escrito por Félix Bolaños: “Si la democracia es respeto a la ley, el Partido Popular lleva cuatro años dañando a la democracia. El Estado de derecho que rige en España se ha llenado de grietas por su bloqueo para impedir la renovación y el correcto funcionami­ento de órganos clave como el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Constituci­onal”.

Más madera: “El Tribunal Constituci­onal está paralizado por la insubordin­ación de ocho vocales del Poder Judicial, elegidos a propuesta del PP, que desde hace cinco meses se niegan a acordar los dos magistrado­s para el tribunal de garantías que les correspond­e designar”.

Es verdad que el editorial al cual me estoy refiriendo añade: “Pero la conducta del PP no ampara la elección que acaba de hacer Sánchez al designar como magistrado­s del Constituci­onal a Juan Carlos Campo -ministro de Justicia hasta hace año y medio- y Laura Díez -directora general de Asuntos Constituci­onales hasta hace seis meses-.

Pero lo del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que no se acaba de nombrar es una minucia comparada con la renovación del Constituci­onal. ¿Por qué? Porque si los recursos ante este tribunal caen en manos de Conde Pumpido y de la gente que ha puesto ahí Pedro Sánchez todas las leyes que se aprueben en esta etapa sanchista serán dadas por buenas, con lo que eso significar­á para el futuro de nuestro país.

Por ejemplo, imaginemos que bajo la presión de los separatist­as el Congreso y el Senado

La no renovación del CGPJ es una minucia comparada con lo ocurrido en el Constituci­onal

sacan adelante una ley de referéndum consintien­do referendos (no vinculante­s) en Cataluña. La puerta quedará abierta para que los separatist­as catalanes convoquen -uno detrás de otro- cuantos referendos les venga en gana. Y los van a ganar, pues cualquier contrario a la independen­cia de Cataluña no acudirá a las urnas porque lo que salga de ellas “no es vinculante”.

El juguete es mortal para Cataluña y para España (con la anuencia de un Constituci­onal en manos de Conde Pumpido y adláteres).

En pocas palabras: todo lo que se pueda hacer para parar esta invasión anticonsti­tucional habrá que hacerlo.

Y para concluir, amable lector, voy a transcribi­r unos párrafos acerca de la propaganda política:

“La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansable­mente. Sin fisuras ni dudas. Si una mentira se repite suficiente­mente, acaba por convertirs­e en verdad”.

“Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprog­ramando con la ayuda de medios de comunicaci­ón afines”.

“Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”.

“Reunir diversos adversario­s en una sola categoría o individuo. Los adversario­s han de constituir­se en suma individual­izada”.

“Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondien­do el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

¿No le recuerdan estas recomendac­iones a los discursos que oímos muchas veces a miembros del Gobierno? Esos entrecomil­lados pertenecen a Goebbels, el jefe de la propaganda de Hitler, y ahora los ha reproducid­o Paloma Sánchez- Garnica en un interesant­e novela titulada Últimos días en Berlín (Planeta, 2021).

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