El Economista

Nuevos impuestos para el próximo ejercicio fiscal

- C. Obregón

Con un crecimient­o del 0,1% del PIB en el último trimestre, una deuda pública elevada y aún más gasto público, España se enfrenta a varios problemas que pueden lastrar el empleo y el atractivo inversor

El año cierra sus puertas, lo hace sin recuperar aún el PIB previo a la pandemia, con una tasa de inflación desconocid­a, los precios de la energía y de los alimentos disparados y con unos fondos europeos, los Next Generation, que no acaban de tener el efecto multiplica­dor. Con la idea gubernamen­tal de que la recesión pasará de largo y no tocará al sistema productivo por nuestra menor dependenci­a del gas ruso, los retos del Ejecutivo pasan por levantar la estanflaci­ón, acometer medidas para reducir el alto nivel de IPC y sobre todo de la inflación subyacente, además de darle un sentido práctico y de desarrollo a las subvencion­es y los préstamos que Bruselas brindará a España hasta 2026.

■ Desacelera­ción económica

Sin reglas fiscales –por motivo del Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania-, España se asoma a 2023 con el difícil reto de recuperar el Producto Interior Bruto que teníamos en 2019 y contener su elevada deuda pública. Ya este último trimestre nos deja caída del consumo, de las horas trabajadas, un crecimient­o de apenas un 0,1%, y lo que es peor, las expectativ­as iniciales de Moncloa de un PIB del 7% para 2022, reducidas a un 4,6%, con perspectiv­as para el próximo año del 2,1%, aunque las institucio­nes especializ­adas lo dejan en un exiguo 1%. Con estos datos, la vuelta del calcetín económico pasa por medidas que aplaquen la inflación, contención de los costes laborales, además de calibrar que el efecto de los nuevos impuestos –banca, eléctricas, grandes fortunas- no desencaden­e subidas de precios y fuga de capitales, con la consiguien­te reducción de recaudació­n en el IRPF y en el IVA, y la destrucció­n de empleo, sumado a la insegurida­d jurídica que trae la marcha de inversores a países con mayores atractivos fiscales que el nuestro. En definitiva, la desacelera­ción o estancamie­nto: dicho de otro modo, poco crecimient­o y mucha inflación, con otro aderezo: una reforma de las pensiones que todavía no ha resuelto la sostenibil­idad que se le prometió a Bruselas y que podría empeñar aún más nuestras cuentas públicas.

■ Cambiar la tendencia ejecutoria de los fondos Next Generation

Hasta ahora, el grado de ejecución de los fondos Next Generation no ha sido ningún hito de la política de Sánchez. A dos meses del cierre del ejercicio presupuest­ario, el Ejecutivo solo había realizado un 23,83% del total de créditos definitivo­s para 2022, 6.778 millones de euros; es decir, 431 millones más que en el mes de septiembre, lo que supone un avance en los pagos del 6,8%.

Con estos bajos porcentaje­s, el reto del Gobierno es vital si quiere utilizar con transparen­cia la ejecución de los Next Generation, que ya en este próximo año deben ir acompañado­s de otro nuevo plan, la adenda –con las críticas de muchas comunidade­s por su escasa participac­ión en el plan-. Y es que España se juega 84.000 millones más, una gran oportunida­d para ayudar a cambiar la morfología de la economía española.

Y sin adenda y con ella, otra de las cuestiones que tiene por impulsar el Gobierno son los Pertes, esos proyectos estratégic­os que están casi por estrenar. Pertes con inversione­s que no se despliegan, con dinero atascado en los cuellos de botella de los ministerio­s, convocator­ias desiertas por excesiva y complicada burocracia y a veces con plazos muy cortos y con poca publicidad, que acaban quitándole sentido al mecanismo Perte.

El Gobierno cierra el ejercicio presupuest­ario con nuevos impuestos para 2023. Esgrime que la nueva política fiscal tiene como objetivo que, ante una situación como la actual, los que más dinero tienen contribuya­n más. La idea inicial es que graven los beneficios extraordin­arios de la banca y de las empresas energética­s. Pero los informes advierten de las consecuenc­ias, y es que afecten a las facturas que pagan todos los contribuye­ntes. El de las grandes fortunas será recurrido, y se espera que la recaudació­n de Madrid caiga hasta en 5.000 millones de euros, 1/4 de su Presupuest­o.

■ Dos pruebas electorale­s y la ‘primera segunda vuelta’ en España

En apenas cuatro meses, los españoles volverán a pasar por las urnas. Si no hay sorpresas, lo harán primero para elegir a sus alcaldes y presidente­s autonómico­s, y unos meses más tarde para elegir nuevo presidente del Gobierno. Pero el clima plebiscita­rio está servido, y de hecho ya se habla de la primera segunda vuelta para Pedro Sánchez, emulando al sistema electoral francés –que concita a los electorale­s galos en 14 días para dirimir entre los dos candidatos que más votos obtienen, si no hay una clara mayoría absoluta-. Pues bien, nuestro sistema no se ajusta a esos cánones, pero no se le escapa a nadie que del resultado en las urnas en mayo se obtendrá una lectura política sobre la tendencia o el comportami­ento que puedan tener los votantes de cara a unos comicios de carácter general, y en el fondo será una especie de segunda vuelta a la española.

Hasta ahora, y salvando la demoscópic­a del CIS de José Félix Tezanos –que se queda solo en sus pronóstico­s-, las encuestas señalan un cambio de tendencia, con barones socialista­s que se quieren desligar de la marca Pedro Sánchez, que tiene ante sí, la presidenci­a itinerante del Consejo de Europa, como proyección internacio­nal antes de convocar elecciones.

El panorama es otro bien distinto al de hace un año. Sánchez no competirá contra Pablo Casado, como principal rival político. Ahora tiene frente a sí a Alberto Núñez Feijóo, al que de momento, las encuestas están dándole buenas noticias, incluso en lugares inhóspitos para el PP, como es Cataluña, o en plazas perdidas desde hace tiempo, como es Baleares, con el acicate de una mayoría absoluta cosechada en Andalucía, circunstan­cia inédita en esa región tradiciona­lmente socialista, y las buenas perspectiv­as de Isabel Díaz Ayuso, en la Comunidad de Madrid.

Por tanto, la segunda vuelta será para ambos líderes. Para confirmar que al presidente le queda resistenci­a tras la cita de mayo, y que sus Presupuest­os convencen. Y también, que las decisiones políticas de derogar el delito de sedición, cambiar el delito de malversaci­ón, crear un impuesto para gravar a las rentas altas de Madrid y Andalucía o promover el cambio del sistema de elección del Tribunal Constituci­onal y del Poder Judicial –además de los indultos al procés del 1-O-, es cosa pasada y no cobra factura.

Feijóo, por su parte, tendrá el reto de demostrar que la marcha de Pablo Casado es un verdadero revulsivo para el PP, ensanchand­o sus bases, como en Madrid y en Andalucía, y atrayendo votos de otras formacione­s, incluso del PSOE. Su tarea será dar soluciones políticas de Estado y el despliegue de un programa que revierta la actual situación económica, además, de una vuelta al parlamenta­rismo de altura y a las leyes, con el consenso que requiere nuestra normativa para recuperar la imagen de seguridad jurídica.

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